Sé que adoras sentirte amado, que estás acostumbrado a ser mi mundo y a que gire en torno a tu estela. Sé que me quieres regalar el mundo y no dudo que lo envolverías con el universo antes de hacérmelo llegar, pero también sé que hay un quiebre interno en el centro de tu cuerpo, y que una bestia absurda y dañina flanquea tus posibles entradas.
Lloro,
me hundo.
Quiero
amarte pacíficamente, quiero creer que de verdad te amo.
Dile,
dile al eco de tu voz que resuene con más potencia, que mientras es débil se hunden
bajo mis pies todos los barcos del mundo. Navega, ve y dile al insomnio que te
deje dormir, quizás entonces solo así dejarías de mentir. Ve y dile a todos que
te sientes abandonado, ve y atraviesa sus ventanas del alma y dime si crees que
ellos te toman en serio… y si no lo crees, regresa a mí, llora en mi hombro,
déjate caer en mi regazo, acaba ya de maldecir ese olvido inexistente que me
imputas y guarda silencio si es lo que quieres, no digas nada si es lo que
deseas. No hables, no digas nada. Entenderé.
Entenderé
que me quieres igual. Que me amas igual, pero que no podrás complacerme esta
vez, porque tendré que seguir amándote en medio de esta guerra que recién
empieza y que quizás jamás termine.
De igual forma, no olvides que siempre querré amarte pacíficamente. Quiero amarte pacíficamente.
De igual forma, no olvides que siempre querré amarte pacíficamente. Quiero amarte pacíficamente.
Este es, quizás, una especie de regreso,
no sé si triunfal,
pero sí uno muy bien intencionado...
y eso también vale.