— Ahora quizás resulte
gracioso para ti verme aquí, pero la vida da muchas vueltas.
— Nadie lo sabe mejor
que yo— él sonrió, tomando de su whisky. Ahora vestía costosos trajes de
diseñador, usaba relojes bañados en oro y hundía el acelerador de su lujoso Mercedes
Benz con zapatos de cuero casi tan costosos como el bolígrafo con el que
firmaba cheques con cantidades fastidiosamente elevadas.
Nada de
eso me intimidaba, yo seguía viendo al niñito ese con el que hacía aviones de
papel a escondidas de la maestra en segundo grado.
...........................................................
Ella
sabía que vendríamos a este destacado restaurante de la ciudad, el
lugar de moda en estos momentos, como diría mi hermana, y aún así
vestía un par de jeans rasgados y una chaqueta de cuero, como si se tratase de
la esposa de un motociclista enfurecido o que sé yo. Ella siempre había sido
así: desinteresada, rebelde... sobretodo rebelde. Admito que aún ahora sigue
intimidándome como lo hizo el primer día que la conocí.
— Admito que pensé que
no vendrías— le dije, jugando con la manga de mi camisa para que no notara que
temblada como un maldito cobarde. Acostumbraba hacer eso en todas y cada una de
mis reuniones de negocios.
— Admito que no quería
venir— ella tomó de su botella de cerveza con confianza y luego soltó un
suspiro—, pero sabes que no me gusta quedarme con la curiosidad.
— Y, ¿qué opinas?
Ella
quiso mirarme como lo hacía cuando éramos unos niños, pero yo miré hacia el
bartender para pedir otro whisky, aunque aún no terminaba el mío.
— Sin dudas eres un
hombre de negocios.
...........................................................
Claro que era un
hombre de negocios, eso se notaba a mil millones de kilómetros, es solo que no
pensé que aquel tímido niño de siete años fuera a convertirse en este imponente
hombre de treinta años, con el futuro más que garantizado y cierto aire
arrogante.
— Afortunadamente
encontré lo que me apasiona en la vida, ¿y tú?
— ¿Yo?— vacilé, no
solía hacerlo—. Me apasionan tantas cosas que no puedo decidirme por una.
Él rió
casualmente.
— Pero, ¿a qué te
dedicas?
...........................................................
Ella
hizo ese gesto suyo de siempre y limpió la punta de su nariz con su muñeca. Su
cabello caía sobre sus hombros. Se había convertido en una mujer
atractiva y misteriosa. Una combinación perfectamente nociva.
— Hago aviones de
papel por encargo— dijo finalmente. Evidentemente quería hablar de cualquier
cosa, menos de trabajo, así que solo le seguí la corriente.
— Se oye como una idea
millonaria, quisiera asociarme.
— Tú ya pareces
bastante millonario, déjanos un poco a los demás— ella volvió a tomar de su
cerveza y mi siguiente trago llegó.
— ¿Te casaste?— mucho
antes de encontrarnos, ya quería hacerle esta pregunta.
— No, nunca fue de las
primeras cosas en mi lista...
— Lo sé, lo sé— le
interrumpí, recordando cuántas veces me hablaba de tener su propia fábrica de chicles
ácidos y no precisamente de caminar hacia el altar de una Iglesia vestida de
blanco.
— Aunque un tipo me lo
propuso una vez— ella se rió casi malévolamente recordando—. ¿Y tú?
¿Te casaste?
— Sí, la conocí en la
universidad.
...........................................................
Claro
que estaba casado. Era un hombre con buen porte, de buena familia, con buenos
sentimientos, ahora millonario... claro que estaba casado. Siempre había sido
aficionado a los compromisos, cualquiera podía darse cuenta de eso con solo ver
lo comprometido que era con serle fiel a sus compañeros de grupo en la escuela.
Siempre el mismo grupo para matemáticas, lengua y deporte. El amigo fiel.
— ¿Ya eres papá?—
pregunté.
— Aún no... pero, ¿no
tienes novio?—insistió.
— No, terminé
hace algunos meses con mi pareja de cuatro años. El tiempo desgasta
las relaciones.
— O te llena de
curiosidad por otras.
— Eso solo sucede
cuando no ves a una persona en mucho tiempo, como en nuestro caso.
— No entiendo cómo un
hombre puede ser tan imbécil como para dejarte ir.
— En su defensa, yo lo
dejé a él.
...........................................................
Ella rió. Era mala. Mala y coqueta... con
unos hermosos labios carnosos.
— ¿Quieres que te
confiese algo?
— Claro que sí.
— Siempre me gustaste
en la escuela.
— Ay por Dios, esto de
encontrarse con un viejo amigo del colegio es tan cliché— ella afincó su
barbilla sobre su mano, luciendo aburrida. Nunca había sentido tanto
miedo en mi fucking vida—.
Sin embargo, tú también me gustabas mucho— de repente sentí que el alma me
volvía al cuerpo y quise dármelas de listo.
...........................................................
Mi
pequeño y viejo amigo era encantador, seguía siéndolo tras ese traje negro y el
perfume de marca, pero aún así era hombre, así que querría tomar ventaja de la
situación. No podía odiarlo por eso, porque como dije, es hombre... y además
siempre es emocionante imaginar tener un romance con ese amor del colegio que
nunca pudo materializarse.
— ¿Puedo confesarte
otra cosa?— preguntó, inclinándose un poco hacia mí. Noté que temblaba, siempre
temblaba, nunca fue bueno escondiendo eso.
— Adelante...
— Siempre quise
besarte.
— Yo también, sin
dudas.
— Lástima que nos
reencontremos en esta situación— no crean que este hombre lo dice en serio, tan
solo pone a prueba mi fuerza.
...........................................................
Si ella daba tan solo una
pequeña señal de no importarle que yo estuviera casado, era capaz de besarla
allí mismo sin que nada importara en lo absoluto, aunque estaba en un lugar
público y bastante frecuentado por conocidos, tanto míos como de mi esposa.
Sin embargo, no era
lo suficientemente imbécil como para dejar que algo más allá de un beso
pasara... o al menos eso digo ahora, antes de que sus labios pudieran desatar
una locura bastante probable.
— Creo que nos
quedaremos con la curiosidad— dijo entonces. Claro, siempre se había dado a
respetar.
Por
momentos quería que fuera una de esas mujeres de fácil acceso y dejara que la
besara, pero también había una parte de mi ser, quizá lo que queda de aquel
tímido niño que tanto respeto y miedo le tenía a su rebelde amiga, que
imploraba que esta siguiera siendo ruda y extremadamente correcta. Para tener
siete años, ella ya sabía bastante bien lo que quería ser en un futuro, y hoy
tengo esa certeza infantil sentada frente a mí, tomando una cerveza y respondiendo
inteligentemente a cada una de las cosas que salen de mi boca.
...........................................................
Podía ver
la decepción en sus ojos, ¿él podía ver la mía? Esperaba que no.
— Por favor, no
perdamos el contacto— me dijo, sonriendo casi orgulloso de mí.
— Lo mantendremos,
pero a raya. Es lo mejor... ya que cada uno quiere besar al otro...
— Tienes razón, es
como jugar con fuego.
—... o retar al
diablo.
— En fin, es un
peligro.
...........................................................
Ella
sonrió.
— ¿Recuerdas aquella
vez que tu borrador desapareció en segundo grado?
— Claro, era nuevo y
tenía una calcomanía de Goku.
— Yo te lo robé.
Mi
primera reacción fue soltar una carcajada.
— ¿Por qué me robaste?
¿Qué te hice?
— ¡Pues nada! Pero
admitámoslo, todos éramos algo cleptómanos cuando niños, ¿o no?
Ella rió.
...........................................................
Él rió.
— Estás totalmente loca— me dijo, y era cierto.