domingo, 31 de julio de 2016

Siete minutos.

Escribir cualquier cosa en siete minutos, ¡go!

¿Siete minutos, y para qué? ¿para quién? Siempre tú apareciendo y desapareciendo.
De acuerdo, estoy tan acostumbrada a la intermitencia, pero no solo a la tuya...
... ya una vez todo esto me pasó y tomó tiempo, el tiempo de mil infiernos, todos ellos comprimidos para rezagarse en mi espalda. Sí, tiempo, ¿has oído de él? No solo siete minutos, eso es seguro, no siete minutos ni ocho, sino todo el tiempo del olvido recogido de los abismos más oscuros e intrincados, donde no se conocen los minutos y las noches se cuentan como milenios, y los días son misterios, de allí: de allí mismo salió el tiempo que usé para olvidar aquel amor...
... y de nuevo, hoy recurro a mis demonios: Salgan, ¡salgan y tráiganme todo ese olvido! Lo necesito de nuevo.

Disco Eterno - Soda Stereo. 

Mi amor, no eres una roca.

   

   Mi amor, no eres una roca, pensé que aquellos días se habían acabado, pero me equivoqué, de nuevo me dices que eres una roca y me pregunto: ¿puedo seguir llamándote mi amor o es que ya ni eso puedo hacer por nosotros? Tú, seguro molesta y sumida en tu silencio eterno, me dirías que puedo hacer lo que quiera, que no eres quién para reclamar o que no puedes expresarme tus desacuerdos, pero, si tú no eres quién para sentir en voz alta, ¿quién soy yo para quererte así como te he querido todos estos años? No lo sé, dirías, no lo sé, y entonces yo tendría que volver a decírtelo: No eres una roca, mi amor, y seguro continuarías sonriendo con esa tristeza tuya que se parece más a la lluvia que al sol y me llena de tanto frío y vacío. Y yo entonces debería insistir con el tema y decirte: Quiéreme como sé que lo haces, ¿ves? No eres una roca, pero entonces terminaría fallándote de nuevo y ya ves, ves que aunque lo hago todo el tiempo, no se siente bien.
   No quiero que te sigas sintiendo así conmigo, así como sé que te sientes, y a lo cual no puedo ponerle nombre, pero, aquí el problema, amor: tampoco puedo hacer algo acertado para verte feliz, porque la verdad es que no sé cómo llenarte de plenitud en estos días tan ataviados de pasiones desordenadas. Quiero organizarme, dirías sin mirarme, y yo no entendería, de nuevo no te entendería.
 Recuerdo cuando iba a la escuela— y tus ojitos perdidos intentarían ubicarse en aquella época tuya tan desconocida para mí.
— Quiero saber— te diría.
— Le decía a mi amiga que yo era una roca.
— ¿Una roca?
— Sin lágrimas, sin la capacidad de enamorarse o conmoverse o sufrir... simplemente una roca.
— ¿Y eras feliz así?
— No lo sé.
   Mi amor, quisiera poder entender tu vida, que en ella no hubiera para mí secretos o misterios, quisiera que hubieras sido para mí el libro más abierto y mejor escrito del mundo, tan solo para poder leerte sin sentirme tan decepcionado y culpable tantas veces. Quisiera, amor, que no tuvieras que ser una roca y que enfrentaras la vida no siendo más que lo que siempre has sido: Una hermosa mujer joven y madura, con el don de la palabra, astuta, inteligente, bella... no una roca sin sentimientos, seca, tirada en el piso sin atención. Está bien, estoy bien así, dirías con una de esas carcajadas tuyas llenas de disgusto, no sé si para causar más frustración en mí o porque sinceramente no quieres que me moleste intentando entender la profundidad de tus sentimientos.
— ¿De verdad estás bien?
— Y si no lo estuviera, ¿que harías por mí?
   Y yo, desconocedor tuyo hasta la médula, sudando frío como un cobarde, le preguntaría a cada célula de mi cuerpo, a cada aliento, a cada latido: ¿qué puedo yo hacer por esta mujer que quiero tanto? ¿qué puedo ofrecerle? ¿qué puedo darle que la haga feliz? ¿qué hay en mis manos que necesiten las suyas?, todo tan solo para terminar diciendo:
— No lo sé.
   Y es que no lo sé, mi amor, no lo sé...
— Está bien— dirías de nuevo sonriendo con la tempestad precipitando sobre tus labios.
   Y yo sabría que la verdad es que nada está bien, que todo es un desastre, pero que, aún sabiendo lo que quieres, no podría yo darte lo que me pides, porque no sé quererte y mucho menos sé complacerte. Nunca he sabido... pero tú no eres una roca, amor, y eso es lo único certero para mí: No eres una roca, sino una mujer hermosa que me vuelve loco y, aún en la demencia, me hace sentir el hombre más lúcido solo por quererle.

A mí.

lunes, 18 de julio de 2016

Bajo la alfombra.

   


   Déjame ver, ver qué tienes allí escondido: justo desde donde tu perfume se desprende para seducirme. Mira tú, ¿a qué juegas? ¿Quieres enloquecerme? Ayer, justamente ayer estuve pensando en ti y de repente te volviste el pensamiento más real que jamás había experimentado. No podía creer que te tuviera para mí solo, pero te tenía y podía hacer contigo lo que me gritara mi instinto masculino. 'Al fin', pensé, hacía cuantos desvelos y madrugadas había esperado ese momento y, sin embargo, aún siendo no más que un producto de mi imaginación: te resististe. 'Coño', gruñi, pensando en que ya tenía planes para tus mejillas y tu cintura. Hasta en sueños me huyes, ¿por qué eres así?
   Siempre dices que tengo basura que recoger, demonios que exorcizar, asuntos pendientes... lo sé, lo sé, pero tu belleza no me deja pensar con claridad. Ayer que te vi, tan sencilla y apretándome todas las sensibilidades con la bestialidad de un ángel, quise agarrar toda esa mierda que no me deja besarte y tirarla por la ventana, pero siempre termino por arrastrar todo bajo la alfombra y ahí vas... ahí te perdí de nuevo. Discúlpame, soy una bestia en esto del amor, siempre termino por alejarnos. Qué idiota... pero te quiero, y querer no es planificado (menos en mi situación), querer es inevitable, de verdad... suena rosa, pero es así y es por eso que sigo esperando que algún día me muestres algo más, me des algo o me dejes quererte entre besos y caricias. ¿Y tu basura?, preguntarías, es cierto, mi basura, olvidémonos de ella tan solo unos segundos, entonces ¿me dejarías ver?

jueves, 14 de julio de 2016

Veinticinco de junio.

   Fue sábado ese día, mi hermana y yo habíamos ido temprano al curso de ingles y a ella se le había caído su zarcillo favorito con forma de estrella. Ella, mirándome directamente a los ojos sin saber que sus próximas palabras serían un presagio de nuestro acontecer, me dijo: Se me cayó mi estrellita, algo malo va a pasar hoy, ya vas a ver. Yo solo me reí. 
   Unas amigas venían a visitarnos de Maracaibo y mi hermana y yo teníamos ganas de ver una película esa noche y luego hablar tonterías toda la madrugada, pero nuestros planes fueron cambiados cuando nuestras amigas dijeron: Queremos ir a bailar. ¿Y venir de Maracaibo hasta acá para irse sin matar esas ganas? Pues no, así que esa noche, luego de ir al cine y regresar sin haber visto una película (pues ninguna llamó nuestra atención), volvimos a mi casa con un buen amigo que nos buscaría más tarde para ir a la discoteca. Allí, empezamos a vestirnos: zapatos altos o bajos, cabello suelto o recogido, falda o pantalón, o quizás un vestido. Yo, por mi parte, terminé por irme lo más sencilla que pude: teníamos poco tiempo y yo, en lo particular, cero ganas de salir, pero a veces hay que hacer sacrificios por los amigos...
   ... nos vestimos en quizá una hora (poco tiempo considerando que éramos cuatro mujeres). Mientras corríamos buscando labiales y haciéndonos trenzas, llamó nuestro amigo (el que nos llevaría a la discoteca) y dijo: Creo que no podré ir por ustedes, estoy ubicando un carro. 'Sí, sí', le dijimos sin pensar y yo muy particularmente exclamé: 'Soluciónalo, te habla la ley' (un juego de nosotros). Y así fue, cuando hablaba la ley, ese muchacho siempre solucionaba (qué engreída). Salgan ya, nos dijo en otra llamada, y nosotras corrimos afuera, ellas taconeando, yo caminando con mi sencillez de esa noche, mi chaqueta de jean y mi nuevo corte de cabello.
   Cuando salíamos de mi casa vimos algo que nos paró el corazón: quizás veinte muchachos transpirados y en ropa deportiva que se aproximaban caminando lentamente hacia donde nosotras estábamos. ¿La salida más rápida? ¡Claro! El carro de mi amigo. No dimos las buenas noches al montarnos por dos razones fundamentales: primero, estábamos aún muy asustadas, solo queríamos que él apretara el acelerador; y segundo, se trataba de mi amigo, al que acabábamos de ver en el cine y a quien conozco desde que uso la razón. Ese tipo de formalidades (como decir buenas noches o 'por favor podrías...' se pierden cuando has desarrollado un vínculo de mucha confianza con alguien). En fin, cuando el carro por fin empezó a andar y dejamos a esos veinte tipos con sus horrorosas fachas atrás, mis amigas parecían estar algo inquietas. Una de ellas, alarmada y en susurros, logró soltar una exclamación pidiéndome con urgencia que le facilitara el bloc de notas de mi celular. ¿Y para qué?, le pregunté sin dárselo, mientras hablaba normalmente con mi hermana, quien estaba a mi derecha. Mi amiga, la asustada, empezó a señalar efusivamente al copiloto (las cuatro íbamos en los puestos traseros), preguntándome quién era ese. No sé, dije, ¿por qué me lo preguntan todo a mí?, bromeé. Ellas, mis amigas, siguieron haciéndome señas que no entendí hasta que miré al chófer y me percaté de que él no era mi amigo. Estoy segura que expandí mis ojos (ya de por sí grandes) todo lo que me fue humanamente posible ante la sorpresa. En ese momento, mi amiga me arrebató el celular y escribió: Nos van a secuestrar!!!!! Yo estaba en shock, intentando entender la situación y entonces, de la nada, ellos empezaron a hablar... en árabe y fue cuando también me percaté de que la música que salía del reproductor de sonido era música árabe. ¿Y esto qué es?, pensé en medio de mi desconcierto. Mi hermana empezó a reír y, como siempre, su risa me resultó contagiosa. Toda la situación era absolutamente ridícula... y continuó siéndolo aún más.
— Ustedes están locas— nos dijo el conductor con su marcado acento medio oriental—, ¿cómo van a montarse en un carro que no conocen sin preguntar antes?
— Y además sin dar las buenas noches— apoyó el copiloto, con un acento igual de foráneo.
— Disculpen, tienes razón en eso, pero no dimos las buenas noches porque estábamos asustadas por esos tipos que...
— No pueden no dar las buenas noches— siguió quejándose, y aunque no teníamos idea de lo que sería de nuestras vidas con ellos llevándonos a quién sabe dónde, mi hermana y yo reíamos, mientras nuestras amigas solo temblaban de miedo.
— Ok, ya entendimos— dije fastidiada—. ¿Cuánto es la carrera?
— Dos mil, y está barata.
   No estaba barata, de mi casa al sitio fácilmente podían quitarme setecientos, así que su precio era absurdo.
   En ese punto, mi hermana fue la voz pensante y propuso llamar a nuestro amigo. Ok, ¿quién tiene para llamar?, yo estoy cortada, dijo. Yo no tengo celular, dijo mi amiga. No tengo para llamar, dije. ¿En serio nadie tiene para llamar?, insistió mi hermana. Esa noche prometía.
— Yo les puedo prestar para llamar— dijo el conductor, sacando su celular—, pero te cobro 50 el minuto— y reía.
— No, gracias— le dije con orgullo, y entonces una de mis amigas sacó un celular con saldo quizás del bolsillo de Dios.
   Rápidamente marcamos el número de mi amigo y mi hermana habló con él: No, no, no, es más, si les pagan se arrechan, dijo él. Ok, dijo mi hermana, colgando la llamada. Su extraña e ininteligible música seguía sonando y cada vez había más tensión en el automóvil. Entre las quejas del copiloto por nuestra falta de educación y las cientos de estrategias del conductor para sacarnos dinero, mis risas empezaron a convertirse en auténtico fastidio y entonces pude pensar fríamente.
   Cuando el carro se detuvo frente al sitio, el que manejaba nos dijo con su terrible español: No se pueden bajar hasta que me paguen, son dos mil. Árabe tenía que ser, me dijo mi hermana (pues ya sabemos que a estos se les da bien ganar dinero). Estúpido árabe capitalista, pensé.
— Ajá, ¿y si no te pago qué? ¿Nos vas a matar a todas?— le pregunté, dándomelas de valiente. Mis amigas voltearon a verme con la rapidez que te proporciona la adrenalina que se libera cuando despierta tu instinto de supervivencia.
El tipo empezó a reír casi con cinismo, como si se burlara de nosotras y entonces yo me cansé:
— Bájate— le dije a mi amiga, que estaba temblando de terror, pues yo estaba justo en el medio—, estos idiotas nos están vacilando— continué—. Bájate— pero ella no me hacía caso.
   El copiloto acompañó a su amigo (o hermano o primo, no sé, nunca lo supe, esos árabes siempre andan en grupo) en las risas y terminó por decir: Las estamos molestando, no tienen que pagarnos nada.
— Me han dado ganas repentinas de pagarte la carrera— le dije, mirándolo de muy mala gana. Es más, te la voy a pagar, pero a precio justo y no a precio especulado.
— No, no, no— se negaron ambos—. No te vamos a aceptar nada, es más, cuando salgan de rumbear pueden llamarnos y nosotros las buscamos para llevarlas a su casa...
   ¡Já! solté, pensando que estos tipos estaban locos. Miren, les dije antes de bajarme del auto (intentaba salvar con mis siguientes palabras el poco orgullo que nos quedaba), tengan por seguro que en donde yo vea este Elantra beige de nuevo, nunca más me monto, ¿ok? Entonces nos bajamos todas juntas y yo dejé el dinero de la carrera en los puestos traseros.
   Las cuatro nos quedamos unos minutos en silencio intentando digerir lo que recién nos había sucedido. Finalmente, todas prorrumpimos en resonantes carcajadas. Sentí que me había montado en un taxi en Pakistán, bromeó mi hermana. Alana, cuando dijiste eso de que "¿nos van a matar?" casi me da un infarto, dijo una de nuestras amigas. Yo ya estaba marcando el número de emergencias por si acaso, dijo la otra. Nos estaban vacilando feísimo, les dije, pero voy a matar al bobo ese, solté, pensando en mi amigo.
   Luego de reír y comentar sobre lo sucedido quizás durante quince o veinte minutos, decidimos acercarnos a la entrada de la discoteca y casi un idiota borracho nos atropella a mí y a mi hermana en el estacionamiento. Ambas insultamos internamente al tipo, pensando en que definitivamente esa noche no había sido la mejor para salir. Sin embargo, seguíamos teniendo fe, hasta que le di mi cartera a mi hermana y esta la perdió por unos minutos. ¿Y ahora qué?, nos preguntábamos...
   ... Si esto pasó con una estrellita, imagina que se te hubiesen caído las dos, le dije a mi hermana. Ella rió: probablemente el apocalipsis, dijo, pero vamos a celebrar la vida bailando.

sábado, 9 de julio de 2016

... De la vida.


— Quiero un café.
— ¿Y cómo lo quieres?
— Fuerte.
— ¿Y qué más quieres?
— Qué te hace pensar que quiero algo más?
— Los humanos siempre queremos más.
— En ese caso, claro que quiero más. Te quiero a ti, y no a ese café. ¿De verdad crees que pediría un café pudiendo ir directo al grano dándote un beso? Si te lo has preguntado, la respuesta es no, claro que no.
     "Y ahora por favor que me traigan mi café, con poca leche y mucha mucha azúcar.

Residuo urbano.


   Monóxido de carbono o gas carbonoso, anhídrido carbonoso, colillas de cigarrillo, me pregunto: ¿quién se habrá fumado ese tabaco anoche? Parece consumido entre las tres y cinco de la mañana. Andrés diría que la hora del sexo, ¿por qué? Él diría: los domingos se hicieron para pasar la resaca. ¿Y los sábados? Para intoxicarse.
   El concreto tiene un sonido hueco, está manchado de café, desprende un aroma a gasolina. ¿Quién habrá derramado allí su café? ¿Y por qué? La ciudad está llena de peleas matutinas, gente infeliz: Infeliz en el trabajo, insatisfecha en relaciones, en fin. Mamá me habló de las 'relaciones inútiles', yo tengo una y la ciudad me la recuerda con cada botella de cerveza dejada adrede en una jardinera, pero ¿qué se le hace? La ciudad siempre intenta encontrar formas de hacerte sentir miserable: llegar tarde al trabajo (tu maldito trabajo que odias tanto), el tráfico, no encontrar nada en la tienda (al menos en mi país), comer a deshora, citas con tragos, tantos hombres y mujeres cegados, deseando los viernes, ¿y para qué? Andrés diría: sexo a las tres de la mañana y al día siguiente embriagarse. Los lunes quizás te veas con un comerciante extranjero y ambos compartan cafeína para no dormir, y el centro seguirá en movimiento: una fina capa de ira, somos gente soberbia, la pólvora se dispara y los restos esparcidos se reproducen en el noticiero: un avión cayó, un político dijo diez mentiras en dos frases, el dinero corrompió a cinco millones de personas más, otro niño perdió la inocencia, un nuevo desperdicio nació. ¿Eres virgen? No es tu problema, ni el de nadie.
   Vivimos en la selva y no somos conscientes de ello, trajes de ejecutiva, calores asfixiantes, químicos en el aire, el esmog, hay tanto esmog en la vida de todos y no nos detenemos a pensar un poco: somos residuos de la ciudad. La ciudad de nuevo nos masticó y vomitó, ¿y nos dimos cuenta? No, pero mira que somos los agentes más contaminantes del universo entero, ¿cuándo? Cuando callamos lo que sentimos, cuando tiramos a la calle envoltorios y botellas vacías de alcohol, cuando maldecimos la cara de los políticos estampadas en vallas de 50x50 y luego hundimos cada frase que proferimos en ridículas mentiras sobre banalidades humanas, como bañando en salsa agria cada palabra, ¿no lo ves? La ciudad de nuevo nos tomó de la cabeza, nos sacudió, nos dio sendos golpes contra el asfalto y luego nos tragó. Somos residuos tóxicos y solo lo sabemos cuando despertamos al día siguiente para salir a restar buenas noticias y ser tragados de nuevo por la ciudad. Otra vez a respirar todo ese monóxido y pisar todas esas colillas, sino somos nosotros, ¿quién morirá lentamente, quién querrá saber la historia detrás del humo?
   Sonríe, intenta hacerlo, que quizás cuando llegues a casa esa tarde luego del trabajo, ya sea demasiado tarde y entonces debas reconocer que eres otra deposición de la ciudad o, como dirían las revistas de moda: 'otra más del montón', o quizás, la sucesión hereditaria de la decadencia y mira que decaer está en la naturaleza del ser humano. No decaigas.

Hace ruido afuera,
somos el ruido.

viernes, 8 de julio de 2016

... De la vida.

   Ya mandé todo a la mier**, y no se siente la plenitud. Sin embargo, la sentiré: lo sé. La misma plenitud que sentí esa mañana observando aquel arcoiris regresará y entonces no necesitaré nada más. Lo sé. Tendré buenas noticias que dar.
Día 5/5

jueves, 7 de julio de 2016

... De la vida.

Estoy a una palabra de mandarlo todo a la mier**.
Día 4/5

martes, 5 de julio de 2016

Disimulas tan bien.

   

    Disimulas tan bien, debo admitirlo... aunque debo admitir que yo también soy muy buena disimulando.
    Somos excelentes disimulando estas ganas de besarnos cada vez que nos vemos, estas ganas de comernos enteros que apenas y podemos drenar con esos truncados abrazos que nos damos. Admitámoslo, somos los mejores engañándonos en exactamente las mismas cosas, todos los días, a cada minuto, y pienso que esto empeora paulatinamente porque, aceptémoslo, sabemos exactamente cómo se siente el otro, ya que es exactamente así como nos sentimos nosotros... Sabes a lo que me refiero y sino, puedes volver a disimular, hacerte el desentendido, el confundido, o simplemente ignorar esto, admito que muchas veces yo también lo he hecho, porque ya lo sabes, sabes que si empiezo a hablar es difícil callarme. Ya me ha pasado, he terminado arrepintiéndome muchas veces de las cosas que te digo y por eso y más: es mejor seguir siendo estos secretos andantes.
    Sin embargo, debo decirlo de nuevo: disimulas bien, y yo también. Disimulamos como profesionales estas ganas inmensas de acariciarnos, de que nuestras pieles se rocen, de oír nuestras voces todo el día, de tomarnos de las manos como unos adolescentes, de jugar cualquier tontería e ir a cenar como en las películas. Disimulamos tan bien todo el tiempo y para cualquier cosa que ya es normal no decirte que te quiero, que te extraño o que te deseo... pero está bien, lo está, ¿no? Si se siente tan normal, tan rutinario, está bien, ¿no? Aunque igual sigue dejándome en la boca un mal sabor y en el pecho un gran vacío, porque si bien es cierto que somos los mejores en ser los peores para las confesiones, a veces se hace demasiado evidente lo que nuestras manos quieren alcanzar o lo que nuestros labios desean tocar... y creo que eso no es tan bueno. No es bueno ser un disfraz... pero, sin embargo, debo reconocerlo: disimulas tan bien, tan, tan bien, y yo también.

Adelante, disimula,
tal como si esto no fuera contigo.

viernes, 1 de julio de 2016

... De la vida.

   Leí por casualidad que es el Día Internacional de escuchar reggae y me pareció una buena excusa para hacerlo, así que coloqué Jamming de Bob Marley y me sentí feliz. ¿Ven? La música se ha vuelto mejor, la disfruto mucho más... Con respecto a mí, es decir, a cómo me siento: la fuerza de papá ha estado disipándose, pero ya estoy de regreso en casa para tomar más. Aunque la verdad en este instante, justo ahora, escuchando reggae: me siento más que fuerte. Me siento libre.
Día 3/5