domingo, 15 de julio de 2012

Solíamos.

     Solíamos jugar a ser novios; yo me reflejaba en tus ojos verdes, esos redondos como platos, mientras tú te jactabas de haber conquistado a la "niña imposible". Aquellos tiempos sagrados no los cambio por nada, aunque nunca nos besamos y tampoco nos abrazamos. Seguro que el nuestro fue el noviazgo más corto de la historia de nuestra escuela, lleno de tanta inocencia, colmado de carreras por el pasillo del liceo y la incómoda sensación proveniente de las miradas inquisitivas de nuestros compañeros de clase. Jamás te dije "Te quiero" y hoy se lo digo todo el tiempo a un idiota que me trae loca; seguro tú ya tienes otra, ¡es que han pasado tantos años! ¡Tanto tiempo! Ha pasado una eternidad desde la última vez que vi esos ojos tuyos: Grandes, pícaros, de niño sonrojado, del "cerebrito del salón", de sangre europea, pequeña mirada enamorada, ligada a la mía color tierra, esa misma que te esquivaba, que te jugaba "quiquiriwiki", que a veces se tornaba odiosa, negligente, rebelde y otras veces era sumisa, dulce, tierna... como debía ser a esa edad, a esa corta edad.
   Solíamos jugar a pelear y siempre me dejabas ganar. La maestra me sentó a tu lado todo ese año y, para rematar, me pidió que te ayudara a redactar, la cual era tu debilidad. En el recreo: no te veía, jugabas fútbol con tus amigos y yo saltaba el avionsito con la cuerda de hipócritas de mis amigas. Una vez me llamaste al celular de mi mamá, recuerdo haber sentido ganas de golpearte muy fuerte. Ese noviazgo imaginario, tú lo terminaste y yo salí a festejar "mi libertad", ¡qué adorables! Tú amigo quizá me quería igual, pero ¡qué va! Yo solía... solía tener sólo ojos para ti.

A un viejo amor del pasado.

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