Y entonces todo está bien.
El sofá se convirtió en el punto intermedio de la casa.
A veces duermes allí tus esperanzas,
a veces emigran a la cama tus anhelos,
lo cierto es que desde allí hasta la calle,
las paredes y el piso y el jardín guardan un secreto adivinado:
el secreto del fragmento cotidiano,
el secreto que deja de serlo tanto
por parecerse tanto al mundo.
Del sofá, cada noche,
nace una nueva raíz en tu minúsculo mundo
y de los dedos de tus pies esperma.
Has creado el vicio,
una relación dependiente:
tú duermes y el sofá te mantiene dormida,
tú respiras y el sofá es tu bomba de oxígeno,
tú amas y el sofá se siente amado.
Mujer, acaba ya de soñar sueños vencidos,
de contarle al sofá tus engaños y desengaños,
que nadie es feliz de ser la segunda opción o la última,
que nadie es, en este caso, nada.
siempre todo, todos, vamos a dar al sofá.
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