miércoles, 23 de diciembre de 2015

... De la vida.

Alguien ha estado escribiéndote sin percatarse de ello. Así de presente y ausente estás.

... De la vida.

¿y no es eso el amor? 
Amanecer odiando todo lo que se ama a esa persona...

Esta extraña forma de querer.

Hoy hasta la luna amaneció oscura y sin ti, hasta la música enmudeció y calló, hasta el suelo tembló. 
Tú no sabes, tú ni te imaginas cuánto te quiere esta analfabeta, esta especie de enredo hecho mujer, este compendio de locura y libertad, esta tonta que no sabe querer sino es en silencio, poéticamente quizás, de la manera más absurda, eso es seguro... Pero que, a fin de cuentas, te quiere, y, como diría de seguro cualquier otro bohemio loco como yo: así se quiere mejor: cuando no se sabe lo que se hace pero se sigue haciendo, cuando se sueña despierto, cuando a veces amaneces ilusionada y otras muchas veces asustada. Así te quiero yo a ti, y ese es el asunto: que solo te quiero a ti. Sí, de la manera torpe en que lo hago, de la forma absurda e inexperta en que solo yo sé hacerlo: así mismo te quiero yo. Aunque mañana acabemos con todo y tú busques otros amores y yo me reencuentre con otros más, aún así te seguiré queriendo como nadie me enseñó, de esta manera silente y temerosa, como quien quiere por primera vez y se lanza al vacío y previene, así te querré, hasta que después, muchos días después, el olvido por fin llegue para hacerte desvanecer. 
Discúlpame por no saber quererte como es normal querer...
... Yo igual sigo queriéndote, como quien continúa haciendo algo porque le produce placer.

A ti, el meticuloso.

... De la vida.

No es felicidad lo que siento, es un compendio de otras cosas distintas y desconocidas...
... es tristeza, pues. Pura y auténtica tristeza.

miércoles, 9 de diciembre de 2015

Trece horas de televisión basura.


Trece horas de televisión basura y estorbas.
No puedo concentrarme en nada más que tú. Te sigo con la mirada como quien camina alrededor de la sombra de un árbol por días.
Trece horas de televisión basura y tú. No me queda nada, solo estas malditas horas de exquisita y asquerosa concentración... pero qué vano es solo ver la superficie de algo. Yo soy de las que prefiere conocer el fondo de todo, las razones, los impulsos. Soy un ser curioso perdido en la insolencia del olvido. Sí, la insolencia del olvido, de tu olvido.
Trece horas de no verte en la cercanía, de imaginarte, de idealizarte. 
Por las mañanas te acuesto en la cama con el pensamiento, y en las tardes te siento en la mesa para el café. Te visto y desvisto a mi antojo. Eres bruma, eres fuego. En mi imaginación lo eres todo.
A través de esta pantalla eres nada.
Trece horas de televisión basura y un remolino de dulces, desidia y ansiedad me ataca: quedo atascada.
Por las noches te imagino salvándome de las mil bestias que padezco. Demonios, animales. No lo sé.
Te quiero de vuelta, solo eso sé: te quiero aquí en este espacio vacío que dejaste, justo en donde tu sombra pernocta de martes a viernes.
Te quiero, ya no en mis trece horas de televisión basura, sino aquí, allá, resurgiendo, muriendo, callando, mirando, o como diría el viento: silbando.
Trece horas de televisión basura y es cada vez menor mi capacidad de imaginar.
No es útil una mujer en la cama sin compañía, en la vida sin amante.
No es útil una mujer mirando el televisor, pensando en el adiós.
No es idílico el sin tacto, eso destruye a cualquiera...
... hasta a nosotros nos destruyó.
Trece horas de televisión basura, y ya casi te olvido.
Falta poco.

sí, trece, 
el maldito número de la mala suerte.

lunes, 7 de diciembre de 2015

La otra mujer, la sagrada.

    

    Lo sé. Sé que fallé, de hecho supe que fallaba desde el primer momento en que posé mi mirada sobre ella, pero no pude hacer nada al respecto después. Como dirían los cobardes como yo: era demasiado tarde... pero sí, lo era, ya era demasiado tarde para no sentirme atraído a su figura, a su cabello, a su olor. Qué mujer tan sagrada, pensaba, qué dulce huele, qué delicia debe ser tocarla, entre otras cosas...
     ... era un maldito inseguro que pensaba que no podría conseguir una mujer así ni en sus sueños más alocados. Pero imagínate, ponte en mi lugar, pregúntate lo que pensé cuando sus ojos también se posaron sobre mí, con deseo, con curiosidad. Si esa mujer no se hubiera fijado en mí, quizás, quizás habría tenido una pequeña oportunidad para huir asustado de su belleza, quizás, pero no, no fue el caso. Esos ojitos de ella, sagrados, puros, me miraron esa noche bajo la oscuridad y me sentí poseído de repente por una angustia interna que solo podía traducirse en una sola cosa: ir hacia allá y presentarme.
Eso fue exactamente lo que hice. 
     Natalia, sí, se llamaba... se llama Natalia, ya te lo dije en nuestra última discusión, yo la llamaba "la mujer sagrada", pero eso no importa ya.
Natalia me sonrió, y entonces sentí cerrase en mis tobillos un candado de hierro forjado, no podía moverme. La fuerza impulsora que me había llevado frente a ella me había abandonado y solo me quedaba mi inseguridad... mi maldita inseguridad, la culpable de que te fallara.
     Recuerdo que en medio de mi silencio, Natalia volvió a sonreír y me dijo: Tómatelo con calma, tampoco es como si fuera a oír lo que me dirás. Entonces yo reí también, era cierto: la música sonaba muy fuerte, pero su voz lograba sobresalir, claro, no me interesaba otra cosa en la sala.
     Le quité su número, ella se fue sin el mío. Sabía que si nos volvíamos a ver sería única y exclusivamente un hecho imputable a mi persona... pero ya no había nada que hacer.
     Esperé dos días, el tiempo prudencial, según dicen muchos, y entonces la llamé, su voz de ángel. No tenerla en frente sonriendo me hizo ser el hombre con mejor oratoria del planeta: ¿Natalia? ¿Y a quién estás llamando, ah? No quisiera invitar a tu mamá o, peor aún, a tu papá a tomarse un café conmigo. Ella rió, y mi cuerpo entero tembló con su risa. Qué sagrada era... es esa mujer.
     Iré, fue lo único que dijo, y entonces pautamos el día, la hora y el lugar.
    Un café, pensé, qué inofensivo es un café en estos tiempos donde vicios como la droga, el alcohol y el sexo nos consumen.
     Así fue entonces: el jueves antes de las diez de la mañana nos encontramos en ese café a donde nunca te he llevado pero que siempre había tenido curiosidad de conocer. Discúlpame por hacer suyo ese lugar y no tuyo. Merezco que sigas haciéndome sentir miserable.
     Natalia llevaba un vestido de flores y una chaqueta de jean. Hermosísima, parecía que el sol solo se reflejaba en ella. De nuevo me ponía nervioso viendo sus labios carnosos. ¿Qué quieres?, pregunté, bueno, pues me prometiste un café, ¿no? Sí, y te prometo cuantos quieras.
     Y ella quiso tres cafés más, cada uno de ellos el siguiente jueves a la misma hora en el mismo lugar. Conversábamos muy bien sobre todo, ella estudiaba arquitectura y era amante de una banda local de rock alternativo que no se parecía en nada a su forma excesivamente dulce de vestir. El rosa era su color.
    Un jueves, pero ya no por la mañana, quedamos en ir a ese local a ver a su banda predilecta, en esa oportunidad ella se vistió de negro, con altos tacones, y yo me vi aún más atraído a ella: ¿esta es solo una de tus demás facetas? Solo soy yo, dijo apurada, intentando llegar a la barra sin perderme entre la gente, entonces fue cuando pasó: tomé su mano. Y si antes estaba perdido, ahora lo estaba más. Estaba cayendo en la tentación... y no me resistía.
     La banda tocó unas diez canciones sin pausa y mientras ella aplaudía y cantaba todas sus canciones, yo la observaba meditabundo, como si todo aquel escándalo del lugar me fuera indiferente, y de hecho era así. Yo solo quería admirar a Natalia, la mujer sagrada.
Cuando el concierto terminó, y luego de haber colgado a propósito varias de tus llamadas, ella tomó mi mano para no perderme de camino a la salida. Eran las tres de la mañana.
     ¿Te gustó?, me preguntó, arreglando su cabello despeinado. ¿Quién?, dudé, distraído con su belleza. El show, tonto, dijo riendo. Ah, el show, reaccioné, no le presté atención. ¿Y entonces qué viniste a hacer aquí? Aparentemente a tomarme de la mano contigo, hasta ahora es lo único relevante de toda la noche, prefiero concentrarme en eso.
     Ella meditó.
     Aún así tu noche puede mejorar, dijo con una seguridad acorde con su forma de vestir.
     ¿Cómo?, ahora era yo el curioso.
     Dime tú, ¿qué podría mejorar tu noche?
    Entonces, sin pensarlo, la besé. Aquel beso me supo a cerveza, a rock alternativo, a labial rojo, a traición, a deseo, a inquietud. Inquietud por encontrarla ahora más deliciosa que antes en aquél Café a donde nunca te llevé, donde antes su labial solo rozaba esa taza roja intensa que ella siempre pedía para tomarse su moca, y que ahora me marcaba a mí de la boca hasta el infinito de mi alma.
     Qué mujer tan bendita, pensaba.
     Natalia volvió a tomarme de la mano y esa vez no me soltó hasta que nos subimos a mi carro. Allí, tu recuerdo me noqueó la ilusión, mi última posibilidad de salir huyendo era decirle que tú existías...
     Quiero decirte algo, empecé, tengo... tengo novia, tartamudeé, pero tú me encantas. Me debato entre serle fiel a ella y no perderte a ti, es que... y antes de que pudiera seguir con mis excusas, ella dijo algo que nunca olvidaré, pues sus palabras retumbaron en mi cabeza como un tambor: "ya le fuiste infiel."
     Aquello me puso a pensar...
    ...que irónico es pensar que mi única posibilidad de huir de ella, siempre fue que ella, precisamente, me dejara a mí... Yo no podía huirle a Natalia.
Discúlpame, amor. Ódiame, amor, me lo merezco por enamorarme de Natalia.

jueves, 3 de diciembre de 2015

... De la vida.

Ya sabes lo que dicen: lo que fácil viene, fácil se va... pero míranos a nosotros: difícil llegó y fácil se está yendo...

lunes, 5 de octubre de 2015

El cigarrillo.

  

  Él me preguntó con su cigarrillo en mano, muy cauteloso: ¿Qué obscuridad te antecede?, y yo, más dudosa que perspicaz vacilé par de veces en mi respuesta.
La vida, le contesté finalmente, sin pensarlo mucho. Él apagó su fuego y se concentró en mí.
   Qué maravillosa respuesta, me dijo, luego de meditarlo un poco.
  Yo di una patada en el aire, intentando recuperar la confianza. Y a ti, ¿qué obscuridad te antecede?, le pregunté.
   Él dejó de mirarme y sacó otro cigarrillo de su bolsillo, mientras lo prendía con suma parsimonia observaba el cielo ponerse cada vez más profundo. El aire soplaba, pero no como suele hacerlo, sino con más fuerza, con más deseo.
   Me antecede el humo de este cigarrillo, dijo con un hilo de voz, volviendo a apagar su cigarrillo. A él solo lo antecedía el presente.

Oxímoron.


Ahora me tocará ser la idiota que pone alto al fuego y explosiona tu cabeza con tan solo una mirada. Seré ahora la guerra y la paz, un oxímoron, catarsis y repulsión, angustia y tranquilidad. Seré la idiota que haga ruido en tu corazón, seré retórica y retorcida, una bala perdida, maldita, bendita. Seré el Muro de Berlín, la fuerza aliada, todas las guerras mundiales, aquí, ahora... y haré rodar desde tus ojos las lágrimas más frías y pesadas, tus secretos mas oscuros, tu pensamiento más absurdo.
Haré estallar tu cabeza con la ambigua pólvora de mis palabras.
Seré cicatriz, para ti, y la herida más abierta después de tus manos. Me llevaré tus brazos para que por las noches rodeen el vacío extenso que señalan mis manos... y sin manos haré tu cabeza detonar. Sin esfuerzo en dinamita te convertirás.
Confundido resurgirás, jadeando vendrás y sin aliento dirás: a la mierda la noche, hazme volar dos veces más y te pago con la luna.
Y, malvada, hice arder en llamas tus ojos una vez más.

De la malvada,
atentamente para ti.

lunes, 7 de septiembre de 2015

Solo necesité dos cosas: mi techo y el silencio.

   Te amo, hoy que estaba sentada en el sofá observando el techo mientras mi cena estaba lista lo supe. Sí, te amo, es un hecho. Nada ni nadie puede hacerme cambiar de opinión. No se trató de una revelación o de un arrebato de alegría, yo solo estaba allí en mi sofá pensando en nada cuando de repente acepté que este constante vacío en las manos, este dolor interno y el inexplicable miedo al futuro son muestras fehacientes de que estoy enamorada de ti.
   Debí haberme dado cuento de ello cuando, la semana pasada, con arrogancia y cinismo, sacaste un cigarrillo de tu bolsillo y lo fumaste frente a mí, y ese gesto no llegó sino a significar una levísima incomodidad para mí. Es decir, mis ganas de besarte y abrazarte siguieron allí, no quise empezar a pelear, no quise gritar, en cambio preferí guardar el silencio más profundo y admirarte, aprovechar ese segundo de tu existencia, tus labios detrás del humo, tu concentración no solo en fumarte ese cigarrillo sino en "fumártelo bien". Sí, yo te admiraba mientras fumabas tu cigarrillo, por esto debí darme cuenta en ese instante.
   Pero no, yo solo necesité estar viendo mi techo, no hacer nada, no tener nada preciso en qué pensar para que la certeza de este amor me asaltara como una precipitación, la más inesperada y estruendosa, la que te moja el cuerpo entero y no te deja reaccionar. 
   Yo necesité ese silencio absoluto para darme cuenta de este amor que es evidente si me ves fijamente durante un par de segundos. Y no se trata de una revelación, yo diría más bien que mi corazón me contó un secreto, uno que solo sabemos él y yo: el secreto de estar enamorada, el secreto del dolor constante que esto produce, el secreto de nuestra complicidad... y pensar que solo necesité ver el techo en silencio.

lunes, 31 de agosto de 2015

Muack.

    


     El idiota regresó y regresó con la misma frase de siempre, con los mismos emoticones y a la misma hora de la última vez: las 12pm. En conclusión, aquí pensando en silencio, puedo decir que el tipo no tiene creatividad, no entiende el desprecio y solo hace gala de estas virtudes a la hora del almuerzo, supongo que porque es a esa misma cuando se libra del trabajo, o de su esposa, o de sus hijos. 
   Ahora, de haberle respondido, ¿qué habría dicho él? Seguro no iba a preguntarme si ya estaba a punto de graduarme o cómo me iba, seguro no íbamos a entablar una extensa conversación sobre todos estos meses sin vernos y las razones de por qué no nos vimos. Si algo era seguro es que no hablaríamos de nuestros sueños ni de nuestras metas, nada de eso; en cambio, él empezaría con un 'muack', como esos de antes, un pequeño homenaje a los viejos tiempos, y luego, quizás, me diría "estás bella' y luego de nuevo un 'muack', y quizá así terminaría la conversación.
     El idiota regresó, es cierto, te lo cuento aquí en este escrito, pero tranquilo, que tan solo me dio un poco de risa mientras iba hacia la puerta para recibirte. Lo que pasa es que tus 'muack' son un hecho y los de él nunca lo fueron, además, tú danzas por aquí más o menos en mi época y tú tienes casi los mismos intereses que yo, tú sí llegas, tú sí me quieres, tú sí me piensas, lo sé, es un hecho.
    El idiota llegó y no es que te esté comparando con él, no, solo hago mención de lo superior que eres tú.
      El idiota regresó, seguro solo para enviarme un 'muack', el más incompleto y efímero, el 'muack' idealizado, el quimérico, un muack ficticio, el que jamás llegará a concretarse. Seguro ese tipo es tan idiota que solo regresaría para eso... y para desaparecer de nuevo, claro está.
     Aunque, ahora, dehaberle respondido, yo le habría mandado a meterse sus 'muack' por allá, en lo lejano, en lo oscuro... ya saben...


... esta va para el nómada.

jueves, 27 de agosto de 2015

La débil de la relación.

    Esa noche yo me sentía muy enferma, pero él insistió en ir a visitarme, así que terminé aceptando recibirlo, porque por más que no me sentía bien, debía apreciar ese gesto suyo tan tierno de insistir para visitar a su indispuesta novia. 
    El caso era el siguiente, yo padecía de una fuerte gripe, mucha fiebre y malestar en todo el cuerpo, y recuerdo que él llegó con un twistos azul en sus manos, serio como siempre y muy tímido, diciendo: No había de los verdes. No importa, aseguré, dejándolo entrar.
    Ambos nos sentamos en el sofá, como de costumbre y yo no quería acercármele mucho. Tenía un miedo sin fundamento de contagiarlo, pero él no parecía nada preocupado. Ese día hablamos mucho de cualquier cosa y, lentamente, él iba rompiendo la barrera de la cercanía, hasta que me preguntó: ¿No vas a darme un beso hoy? No, dije con firmeza, continuando con el anterior tema de conversación. Él parecía atento y sus ojitos, cansados como de costumbre, cada vez estaban más cerca, entonces aproveché para decirle, con la picardía que creo que me caracteriza: Hoy no te daré ni un solo beso, estoy decidida. De hecho, si lo hago, terminaría siendo la débil de la relación, y estás consciente de que eso no sucederá, ¿cierto? Así que mi no es definitivo. Él sonrió, de seguro pensando que estaba algo loquita.
    La noche siguió avanzando, nos tomábamos de las manos, solo lo abracé una vez (qué absurdo mi miedo de contagiarlo, si ya no podíamos estar más cerca el uno del otro).
    Entonces, en un momento de distracción él me robó un beso que acepté sin problemas, olvidándome por un momento de mi sentencia de hacía unos minutos. Igualmente, el beso fue bastante breve, pero no lo suficiente como para que yo siguiera siendo "la fuerte de la relación".
    Mi novio sonrió complacido, mientras yo, tontamente, me acusaba de ser distraída y confianzuda. Sí, esa noche yo fui "la débil de la relación", pero solo esa noche... solo esa noche.

miércoles, 26 de agosto de 2015

Sacarte de mi sistema.

   

   Estas confesiones se quedaron atascadas en el infinito silencio de esas palabras que no digo, en ese silencio sin razón que muerde y me hace, a veces, la mujer atrevida que quiero ser y muchas veces no soy. Estas palabras, antídotos para el veneno de tu locura, quiero sacármelas del sistema, escupirlas, lanzarlas como dardos tóxicos justo en tu frente, clavarlas allí para que no las olvides, quizás por la embriaguez, por el dolor o por la sorpresa, como sea, por lo que fuera. 
   Estas malditas palabras, casi pecaminosas, las del escarmiento, estas mismas te diré un día con dos o tres tragos encima, con una valentía de idiota funcionando como timón de este cuerpo que te inventa a veces por las noches, este cuerpo que te inventa sincero y directo, sin cervezas, sin preguntas absurdas ni heridas.
   Tengo que sacarte de mi sistema, cada parte de mi ser, toda la extensión de mi cuerpo necesita desintoxicarse de ti: ponzoña. Eso eres, veneno. Veneno y obstáculo y por eso tengo que sacarme del sistema estas palabras que me resecan la garganta cuando hablamos, estas palabras que me quitan el aliento, que me dejan sin aire y me suben por la espalda como un escalofrío.          Estas mismas palabras que padezco tengo que decírtelas un día... y de decirlas, ¿qué pasaría? Estoy segura de que nada. Nada pasaría... nada. Estas palabras que tanto quiero sacarme del sistema, en el peor de los casos, podrían dejarnos sin palabras a ambos, ya sabes, terminar con este invento de amistad que tenemos. Sí, estas malditas palabras que son confesión y a la vez también dolor, estas que sueño y son pesadilla, las punzantes, las mismas palabras sentimentales, esas que tengo que sacarme del sistema para poder estar tranquila, esas mismas te las diré un día con dos o tres tragos encima.

martes, 18 de agosto de 2015

Depende.

¿Verdad o reto?
'Depende' dirías, estoy segura. Yo, en cambio, si me sintiera sincera en ese momento, de seguro escogería verdad o si por el contrario me sintiera ganadora, elegiría retarte. 

¿Blanco o negro?
'Depende' dirías, no hay duda. Yo, sin embargo, si me sintiera feliz, escogería el blanco, o, en su defecto, el negro, si me sintiera melancólica... o hasta ambos, si quisiera sentirme clásica.

¿El día o la noche?
'Depende', asegurarías. Yo, por mi parte, si me sintiera con ganas de correr, elegiría las horas de la mañana o si me sintiera taciturna, la noche.

Y luego solo quedo yo, 
intentando descifrar tus 'depende' el resto de la noche

lunes, 17 de agosto de 2015

Esa vida oculta que llevas.

     Esa vida oculta que tanto me escondes, la que corrompe tu alma, la que incendia tu ángel. Esa vida, la otra, que voltea tu cara y te transforma, la que no nos deja avanzar, la vida esa que es lujuria, sexo, engaño, la que nos segrega, la que hace años llevo aceptando, la que ya me aburre. Sí, esa vida tuya que es venenosa y me asquea, la que no puedes dejar de vivir, de esa misma he querido exorcizarte toda mi vida, toda esta vida mía que me diste, toda mi vida que repite tus mentiras como un cd rayado y me frustra y cansa a veces. Sí, esa vida tuya que es descontrol y desequilibrio, pérdida tras pérdida, placer y dolor a la vez. Esa vida que viven tus ojos y a veces nos divide en cinco partes o en nueve, dependiendo de tus engaños, que son tantos que los vivo como si fueran míos y duelen como si fueran conmigo. Hablo de esa misma vida que vives a la par con esta que nos hace comunes, que nos une en el día a día y nos sienta en la misma mesa para comer. Exactamente, ya tú debes saber de lo que hablo: hablo de tu vida que es como la mía, de tus dolores que son mis dolores, de tus vicios que serán los míos, de tus manos que son las de muchas. Hablo de tu vida, la más dañina vida y la que has decidido vivir.

...cómo me aburren ya tus engaños.

viernes, 14 de agosto de 2015

Cable pela'o.

  

   Yo aún estoy pensando en cómo llamarte, me refiero a que en mi blog acostumbro a llamar a los hombres reales de mi vida con algún seudónimo o apodo, justamente para que ellos puedan adivinar o no que efectivamente hablo de ellos. Lo cierto es que tengo a mi nómada, al cual a veces también llamaba 'ese hombre'; también escribí un par de veces sobre 'el mala conducta' u orgulloso; o de mi colega; o hasta de él, que ciertamente aún no tiene un nombre fijo, pero que es fácil de identificar si lo describo pensativo, meditabundo y brutalmente serio, todo lo contrario a mí.
   Con esto, y quiero que quede claro, no intento hacer un recuento de todos los hombres que existen en mi vida y me han inspirado para escribir, mi única intención es bautizarte con algún alias y camuflajearte, es casi como proteger tu identidad, porque en estas últimas semanas tu nombre ha estado resonando un montón en mi vida. De hecho, ayer no podía dormir, a causa tuya, y eso no es justo (después, quizás, cuente el porqué).
   Hoy, al sentarme frente a mi laptop para escribir esto, pensé en que eres un cable pela'o en mi vida, y que quizás debía llamarte así, pero quise informarme más al respecto en internet y varias personas opinaban que se trataba de dos personas que se gustaban mutuamente, hasta leí un comentario que me llamó particularmente la atención y declaraba que esa pareja era propensa a que ocurriera un 'corto circuito'... y el caso es que ese no era nuestro caso. Al menos no en la actualidad.
   Yo antes sí andaba 'pendiente', te escribía y era feliz siendo correspondida, aún así nuestras conversaciones nunca fueron más allá del qué haces o qué has hecho, qué piensas de..., o cómo estás. Cosa que me alivia y confunde profundamente, claro está, pero que me inquieta demasiado también, no puedo negarlo.
   En fin, hoy no volveré a hablar de lo confuso que eres y me resultas, hoy solo es tu ceremonia de bautizo y si de algo estoy segura es que 'cable pela'o' no eres y 'materia pendiente' tampoco, tú eres más como el indeciso... no, eso me hace pensar en que debes elegir entre ella y yo, y ese no es el caso, créeme, no lo es.
   A ti quizás debería llamarte "amigo", así, entre comillas, porque amigos de verdad no somos. Ese es el que más me gusta hasta ahora, sin dudas, porque la última vez que te escribí te llamé idiota y eso no está bien, lo acepto, así que discúlpame por eso, pero razones tenía para andar odiándote un poquito, aunque la verdad no odio a nadie.
   Le pondré a este escrito 'cable pela'o' (porque me parece que el nombre llama la atención), pero lo cierto es que hasta ahora tú serás el fulano "amigo", el tipo de los números, el confuso y confundido, ese mismo serás tú, ¿de acuerdo?
   Bueno, aunque no lo estuvieras, seguro no me enteraría, así que da igual. De verdad me da igual.

... a mi "amigo".

jueves, 30 de julio de 2015

Renovado y celoso.


Así empecé la semana: sintiéndote renovado y celoso. Toxico y misterioso... de nuevo misterioso.
La propuesta había sido la siguiente: tú y yo, una cena, tú una cerveza, yo un mojito y la luna... sí, la luna nos vio esa noche y sentí que me apuntaba con su dedo, siendo testigo del encuentro, ese maldito encuentro.
Tú hablabas del trabajo y tu familia, me contabas de la descomposición de la sociedad, del carro que te querías comprar, tú relatabas una cantidad de historias alternas nada parecidas a lo que yo fui dispuesta a escuchar. Parecía que tu cerveza aumentaba tu renovado y celoso interés en mí, pero no te hacía perder la concentración. Y mientras tú que si la química cuántica que si pink floyd, yo que si ¿qué hago aquí?, qué extraño es este tipo. Y la luna con su mirada estrecha, y la luna desaprobándome y yo: no puede ser que no pares de hablar.
Si apenas ayer demostraste un renovado y celoso interés en mí. Si apenas ayer me invitaste a una cena extraña y fuera de lugar. Si apenas esa tarde pensaba en que no habría forma de acompañarte esa noche y ahora escuchaba tus monótonos temas de conversación, pensando en que, por la noche, nuestros compromisos se arrastrarían por nuestras camas para tirar de nuestros pies y llevarnos al infierno... pero tú tranquilo. Tú sonriendo, tú con tu maldita cerveza y yo fingiendo sonrisas, pensando que el problema no es lo que hablas, sino que lo que dices contradice tus acciones. Porque tus acciones me idealizan, tus acciones me pagan la cena y me llevan a casa, tus acciones son prueba de tu renovado y celoso interés en mí... pero yo callada, y tú que si el dolar a setecientos y yo que si alguien nos ve, de seguro no pensará que somos solo 'amigos'.
Y la luna reprochándome, la luna decepcionada...


a tu revonado y celoso interés,
idiota

Mirada cansada.

   

   Tienes un par de ojos cansados que a veces parecen mirarme sin querer mirar y yo pienso: Quisiera ajustar el cielo para que todas las estrellas se reflejaran allí. Reirías con mis ideas, yo me sorprendería con las tuyas. Seguro nos llevaríamos muy bien. Yo volvería a escribir.
   Te hablaría de mi colección de excentricidades, de la lluvia, del café y seguro tus ojitos, más cansados que nunca, me mirarían con halagador interés. Yo movería uno o dos planetas en tu dirección, atraparía la música y la pondría en tus manos, yo inclinaría el cielo un poco más cerca de tu cabeza y pondría a tus pies todas las playas del mundo, para que puedas vivir por siempre frente al mar, supongo que eso te debe gustar. Yo te arroparía con la luna, te cantaría tus canciones favoritas, ajustaría el universo para ti y si hiciera falta te protegería. Seguro estarías muy agradecido, seguro yo lo haría encantada. Tus ojos cansados dormirían en mi regazo, mientras combato contra el tiempo para que te deje en paz. Deberías descansar, no siempre puedes con todo, amor, no siempre es fácil ser el mejor.

para ti, que no paras.

martes, 28 de julio de 2015

... De la vida.

A veces, así por las tardes, entre las tres y las cuatro, muy descuidada y distraída en mis cosas, se me antoja algo dulce, un bocadillo, un abreboca o, para ser más exacta: tu boca.

... De la vida.

   Cuando Manuel me invitó a cenar, mencionó que sería en una terraza muy romántica y costosa. Manuel también se había ofrecido a buscarme en mi casa y, al llegar al sitio, sacó la silla de la mesa para que yo me sentara, mientras pedía el menú para que yo escogiera lo que quisiese. Manuel esperó por mí, mientras empezábamos el tema de conversación y al terminar de comer me preguntó si quería un coctel. Manuel, muy caballeroso, me ofreció llevarme a mi casa y, mientras yo me bajaba del taxi, le dije: "Envíale saludos a tu novia", y Manuel no dijo nada.

jueves, 16 de julio de 2015

... De la vida.

Allí estábamos tú y yo, planificando nuestros recuerdos, diciendo adiós antes de decirlo, queriéndonos más hacia el final, irónicamente, sí, queriéndonos más hacia el final. Allí estábamos tú y yo: organizando el adiós definitivo, no el futuro juntos, como suelen hacer las parejas. Allí, tú y yo, acordando las cláusulas, las bases, las reglas. Diciéndonos adiós, sin ganas de decirlo.

Inspirado por una amiga y su historia.

Extranjera del caos

     

Para María, la extranjera del caos.

     Así que María lloraba y Jorge la miraba a lo lejos. Cuántas ganas sentía él de acercarse a consolarla, de secarle las lágrimas, de contarle uno o dos chistes terribles pero muy bien intencionados. Cuántas ganas sentía ese hombre de agitarla un poco, de hacerla reaccionar, de levantar su mirada para que observase lo que la rodeaba: aquel paisaje abstracto y perfecto de la ciudad, la silueta de los semáforos, el ruido de los restaurantes, el olor a cigarrillo pegado a la invisibilidad del aire. Seguro María había notado todo aquello alguna vez, Jorge divisó a lo lejos que parecía ser una lectora asidua por su forma de vestir, la bufanda que no combinaba con nada y no venía al caso en esa época del año y las tres perforaciones en cada oído. "No se puede ser más lectora", pensó Jorge, mientras observaba cómo ella usaba su descolorida bufanda para secarse las lágrimas. 
   Los peatones, indiferentes como en toda gran ciudad que se respete, alcanzaban a mirarla solo unos segundos y simular que otra cosa y no los sollozos de aquella mujer era lo que los había hecho voltear. Rodeándola a ella, un aire extraño, no parecido al de la ciudad, sino más bien al de la comida casera, la comida hecha por tu mamá en algún pueblo a una o dos horas de la metrópolis. Jorge dedujo entonces, no tan seguro como lo estaba de sus madrugadas de lectura, que María era una extranjera del caos y que si no lloraba por un corazón roto, lo hacía porque la ciudad entera, maldita e irreverente, se la había tragado una docena de veces o más. 
    "Pobre María", pensaba Jorge, ansioso, inquieto, curioso. María parecía de esas mujeres profundas y calladas que enloquecen a los hombres con sus torpezas y defectos, ella indicaba ser de ese tipo que desconoce que su encanto principal son los nervios y la desconfianza. María parecía haber leído una o dos veces El Principito y tener un poema favorito en algún libro junto a su cama, cuya página conocía perfectamente, pero que aún así marcaba con algún viejo calendario de algún año que le trae recuerdos inesperados. A María parecía gustarle el café, las tardes de lluvia, la luna menguada, la astrología y los balcones... pero seguro la ciudad le estaba destruyendo de a poco los sueños y por eso ella hoy lloraba ante Jorge, sentada en aquel banco de cemento, postrada en sus dudas, encasillada su alma, bendita alma que a Jorge tanta intriga le causaba.
    "Maldita ciudad", se dijo Jorge ahora en voz alta, un extraño volteó a mirarlo de muy mala gana, pero él lo ignoró. "Maldita ciudad", se repitió, ahora en sus adentros, "te llamaré María, no por ser un nombre fácil de recordar, sino porque te quiero ver mañana y al día siguiente en todas partes". Y Jorge fue el domingo a la iglesia y le hablaron del milagro de la madre de Jesús. Y Jorge fue el lunes a la librería y vio en oferta el libro "María" de Jorge Isaac. Y Jorge fue el martes a un café y sonaba esa famosa canción de Santana con el mismo nombre. Y el jueves Jorge veía la televisión y volvió a ver aquella famosa película que contaba la historia de la archiduquesa de Austria: María Antonieta. Y así fue todos los días, uno tras otro. María estaba a donde mirara.

viernes, 27 de marzo de 2015

¿Y la novia?


Me gusta pensar que un día algún entrometido le preguntará: ¿y la novia?, y él, medio dudoso, pero sabiendo ocultarlo muy bien como siempre, dirá: "yo... yo tengo a Alana". Y que ya no fuera necesario que él dijera algo más y así, sin más, siguiera entretenido con sus cosas. Ya le he dicho yo a él varias veces: "le tengo terror al compromiso". Y sé que puede sonar tonto y peliculero, pero es así: le tengo terror a ser la novia de alguien, aunque eso no quiere decir que no quiera que ese alguien sea él. Por eso es que andamos 'juntos', y nos escribimos, y nos reímos, y nos besamos, y escondemos nuestro 'lo que sea que tenemos' de nuestros amigos de la universidad. Me da risa él, serio como es, nervioso como se pone, cuando trata de sacar el tema: "yo no sé si quieres formalizar esto así como estamos o... ". Y yo: "shh, no te compliques con esas cosas... rela, ¿sí?". Y él se medio ríe, no dice nada, no sé qué pensará de eso. Al menos le he dado la seguridad de que esto que tenemos, como sea que se llame, es exclusivo. Yo no ando con nadie más (como si me fuera tan fácil) y él no anda con otra (o al menos es eso lo que me parece). Yo le he dicho muchas cosas, pobrecito, yo hablo mucho. Una vez le dije: "me tengo que preparar para que me monten los cachos, eso me pasará aunque sea una sola vez en mi vida". Pero no se lo dije porque pensara que él me sería infiel, sino para que viera que soy asquerosamente realista (o al menos trato de serlo, solo tengo 20 años), y él: "Qué pesimista". Y yo: "Realista será". Y él: "Estás loquita, mi amor". Y yo: "Sí, estudio Letras, tenía que estarlo aunque fuera un poquito". Y nosotros nos reímos, aunque yo siempre más que él. Yo me río mucho y él no, él es muy, muy serio, jamás había estado con alguien tan serio. Me encanta eso de él, porque de lo contrario seríamos una pareja insufrible y odiada por otros si ambos fuéramos como yo: riéndonos en toda ocasión, hasta cuando nos quejamos o reclamamos. Él no debe tomarme muy en serio, lo sé, pero lo entiendo: cuando le peleo... pues cuando le peleo me estoy riendo. Pobre de él, pobrecito. No sé si querrá tener una novia o está feliz de tener solo a Alana. Aunque yo igual lo quiero... sí. Él me hace reír el doble porque me pone doblemente nerviosa.

viernes, 30 de enero de 2015

Maracaibo gris.

     


       Maracaibo, te has tornado gris en estos días, ya no te imagino si no es con tus trajes de ejecutivo y tus sobres amarillos. Das mucho trabajo, sí. Me vuelves loca, sí. Dime qué puedo hacer, el sol y la sequía nublan mi vista, ya no encuentro tus playas imaginarias ni tus cielos estrellados, ya no me asomo en el balcón por miedo a que se convierta en un deber, ya hasta he dejado de escribir y nadie es más culpable que tú, mi Maracaibo gris.
      Ya ves, veinte años y acomplejada, veinte años y casi abogada y ahora todo se me vuelve confuso gracias a ti. Creo que me has absorbido lentamente, te llevaste en tus frías ventiscas a la niña soñadora y ahora solo queda este lienzo ennegrecido que soy, con mi cabello corto, con las faldas de oficina, con los malditos nervios y el miedo... el terrible miedo de decir algo inapropiado. Es todo tu culpa, mi Maracaibo gris, he perdido el color junto a ti.
       A veces (pocas) me preguntó qué hago allí, en medio de tantos parecidos a ti y recuerdo que te hice la promesa mas tonta y absurda de la vida: sacarte halagos a punta de reconocimientos. No sabía que te había entregado tantas cosas, mi Maracaibo gris: te di a la niña que fui, te di el diario, te di mis ilusiones, dejé de creer en ellas, te di esa pluma de acero que tanto custodié. Maracaibo, te has tornado gris y sin movimiento. Gris y sin sonido. Muerta estás, mi ciudad de siempre y yo muriéndome contigo metida en este traje de ejecutiva que tanto me aprieta las manos... que tanto me deja sin aire.

Imagina volver.

      

     La miré por un segundo, intentando recordar sus dimensiones. Antes la creía amplia, ruidosa, cálida, ahora solo reproducía un silencio odioso y asfixiante, que salía desde lo más profundo de las dos habitaciones y me golpeaba la cara sin piedad. Ahora que regresaba, mi casa era más pequeña, más oscura, más silenciosa. El techo se había caído hacía dos años y el piso necesitaba ser pulido. Mi cama y las de mis hermanas habían desaparecido y en su lugar solo quedaba su figura contorneada sobre el granito, como una sombra inmóvil. 
      Recordé mi inocente infancia, soñé con volver. En la cocina solo quedaba una de las cuatro sillas del comedor, sus patas estaban roídas y me era difícil no respirar el aire de la comida recién hecha de mi mamá. Mi casa ya no era la que fue: el brillo, la calidez, todo se había ido, ahora la gobernaba la humedad de sus filtraciones, el moho incipiente, las telarañas redondeando sus esquinas, las paredes amarillas, el polvo recio sobre los pocos muebles que quedaban y el silencio inmenso de lo que fue un hogar y ahora solo era una simple casa sin risas, sin llantos, sin gritos, sin secretos, una casa muerta, habitada de vez en cuando por mis recuerdos.

Imagínate abandonar tu casa y regresar años después. Más maduro, más realista, más viejo, con nuevas creencias. Tan solo imagínate volver allí y ser atacado por la nostalgia.
¿Qué harías?