miércoles, 29 de octubre de 2014

Habíamos quedado en encontrarnos.

   

   Habíamos quedado en encontrarnos a las diez o, como yo le dije, "quizá un poquito antes de las once". Cuando él se apareció, yo me encontraba en medio de un ataque de tos/estornudos, porque me había atacado ese virus retorcido y misterioso que anda rondando las calles de Maracaibo y al parecer de toda Venezuela.

— No se te quita esa tos— me dijo, como dudando si darme un beso en la mejilla o no—... ni lo puntual.

— No puedo evitarlo. No tienes que besarme— le dije, acabando con su duda.

   Él se sentó frente a mí.

— Eso de "quizá un poquito antes de las once" me hizo dudar en cuanto a qué hora era conveniente llegar, así que discúlpame si es tarde en tu mundo, pero en el mío esto es el poquito antes de las once.

— Está bien. Ya estás aquí, ¿no?

— Tampoco sé si es la hora de invitarte el almuerzo o un buen desayuno criollo.

— Podríamos solo hablar, sabes que siempre he salido muy barata... uhm, disculpa, ¿eso sonó terrible?

   Él rió.

— Sí, la verdad sí, pero en fin... no se trata de que sales barata, es que nunca te ha gustado que te regalen cosas.

— No, no me gusta que hombres evidentemente interesados en mí traten de comprar mi cariño con cenas y helados.

— ¡¿Qué?! ¡Es la peor forma del mundo para ver algo tan tonto!

   Intenté reír, pero en cambió me salió un estornudo medio extraño que le ocasionó gracia.

— Creo que es fastidioso salir a comer con alguien y además no me gusta que me vean comer.

— Entonces no sé cuál es el fin de vernos en este lugar y que te hayan traído el menú. Es como ir a visitar al muchacho que está manifiestamente loco por ti, pero solo para sentarte en su sofá y robarle su señal de wifi.

   Reí, seguro para él, malévolamente.

— Cualquier parecido con la realidad...— comencé.

—... ¡es una maldita coincidencia!— terminó divertido.

   Hubo un breve silencio, apenas alterado por un par de estornudos y tres ataques de tos seca.

— La próxima vez, cuadramos para vernos en un estacionamiento.

— Al menos no sería un cliché fastidioso.

— ¿Sabes lo que hacen las parejas en los estacionamientos abandonados, a mitad de la noche?

— Qué bueno que no somos pareja... y tu mente es pura suciedad— le reprendí.

   Rió de nuevo.

— Quiero decirte algo— anunció—, y lo diré ahora porque pareces estar muy tranquila e indiferente. Llevo diez meses conquistándote y jamás, nunca, pensé que estaría detrás de una mujer tanto tiempo, pero lo cierto es que ya te conozco algo y sé que te horroriza comprometerte, así que podemos seguir así hasta que te canses de mí, o hasta que yo me canse de ti. Dolerá tener que decirte adiós, es cierto, pero más aún dolerá saber que, después de ti, me veré obligado a la mariquera sistemática esa de caerle a una chama y pedirle que sea mi novia. Caerle, novios. Caerle, novios. Y así. Me gusta esto que no tenemos tú y yo. Estoy bien así.

   Lo observé unos segundos con intriga y, finalmente, le dije:

— Me gustas mucho, es lo más bonito que me han dicho— y se lo dije en serio, pero él volvió a reír. Se reía de todo. Aún estaba acostumbrado al estereotipo de la sociedad, a seguir la corriente, a reír cuando parecía que debía hacerlo, a molestarse cuando "lo normal" era hacerlo y así, pero a mí me seguía gustando él, con todo y eso.

— Eres muy extraña.

— ¿Sabes qué? Te ganaste un buen almuerzo conmigo, ¡vamos a comer!— me animé, premiándolo, tomando el menú y viendo las opciones.

— Eres increíble— reconoció sorprendido—, haces que esté jodidamente feliz de tener que gastar todo mi dinero.

— Lo valgo.

— Sí, lo vales. Y nadie lo sabe más que yo murmuró, pero pude oírlo, lo que me robó una sonrisa.


3 comentarios:

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  2. Hola Alana.
    Primera vez que entro en su blog, y tal vez sea la última, lo cual espero no sea así, es que tengo tanto material por leer, que tiempos como éste son raros para mí. Generalmente no entro en blog's, y no sé si por casualidad, pero me topé con el suyo.
    Quería dejarle un comentarío en su publicación "un infierno mi carta" (año 2010), pero por algún motivo ocurrió un error, lo cual me hizo seguir navegando por sus publicaciones. En fin, solo quería expresarle cuánto me había gustado, y que me sacó una sonrisa, al mismo tiempo comentarle que a pesar de no saber mucho de redacción hubo oraciones que yo no usaría; Opinión que cambió después de hurgar entre sus escritos. Pude ver cómo ha mejorado con los años, le felicito.
    Me despido.

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  3. Hola, Edicson, acabo de leer Un infierno en mi carta de nuevo y también sonreí. Para esa fecha aún era muy joven y por supuesto no entendía muchas cosas. Hoy te puedo decir que estudio Letras Hispánicas y soy algo más madura, quizá como producto de todo eso mis escritos cambiaron, espero que para mejor. Me alegra que te haya gustado lo que leíste y te invito (te suplico, da igual) a que no sea tu última vez por mi blog, saludos.

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