martes, 31 de diciembre de 2013

Es año nuevo.


  Es año nuevo y te recuerdo. Sigues pareciéndome un sueño... sé que suena trillado, pero de hecho es así.
  Es año nuevo y regresas convertido en nostalgia y trivialidades, en tradiciones, en racimos de uvas y copas de vino. Si supieras que te espero cada minuto hasta que el reloj marca las doce y, al no verte llegar, con habitual resignación alzo mis ojos al cielo y le pido a Dios, a las estrellas, a la luna que te deparen un nuevo año lleno de ilusiones, de satisfacciones y de nuevos amores tan vistosos y magníficos como fue el de nosotros.
  Es año nuevo y te recuerdo sentada a un costado del comedor, con el vestido y el maquillaje perfecto, con los tacones y el anillo aquel de diamantes falsos. Hoy es año nuevo y me vestí para ti aún sabiendo que no me podrías ver, y me causa cierta tristeza ya no poder seguir recordándote, porque según se vaya el 2013, también te habrás ido tú otra vez, o mejor dicho tu espíritu, ese compañero invisible que me abraza y me mantiene atada a lo inatable.
  Es año nuevo y te he vuelto a mentir de nuevo. Toda mi familia se me ha lanzado encima para desearme las mejores cosas del mundo, pero nadie te ha deseado hoy, y sigo pensando que eres el mejor augurio para este 2014.
  Es año nuevo y te extraño. 
  Brindemos porque te extraño.

A. C.

... De la vida.

Decir "Te necesito" es una pobre excusa para no decir "Te quiero". 
Pienso lo mismo de "Me preocupo por ti", "te extraño" y todas esas malditas variaciones que, aunque suenan bonito, no significan nada.
Si usted quiere: Diga "Te quiero".
No se complique.

domingo, 29 de diciembre de 2013

Ojitos verdes.


Ella ama con desmedido amor. Planta en las personas que la rodeamos la semilla del amor. Ella ama con fervor. Ama con rencor. Recelosa es mi ojitos verdes. Todo en ella es amor.
El sol le tiñe los cabellos de amarillo fulgor. Sus manos son rugosas y suaves cual sentimientos. De sus caricias brota la mesa servida y tres vestidos diseñados para tres princesas.
Ella ama y no olvida. Mientras más madura, más bella, más sabia. 
Ojitos verdes, no cambias, siempre te preocupas de más. Calmas tempestades. Explotas. Ríes.
Te quiero, ojitos verdes. ¿Cómo no quererte?, si todo en ti es amor.
Solo sabes amar una vez, y una vez que amas, lo haces para siempre.
Amas aquí, allá, donde sea. Y los ojitos se te pintan de gris y asustan, y previenen, y enderezan caminos torcidos.
Eres amor. Te vistes con él cada mañana y qué bella te ves, que bien te sienta el amor, mami. Jamás te he visto brillar más que esta mañana. Quizá mañana diga lo mismo.
Seguro al leer esto pensarás: "Yo no soy amor, tú lo eres, hija".
Qué modesta, que bonita mi ojitos verdes. La de la riqueza eres tú, pues eres tú la que me da la bendición.
Toda tú, eres amor.

... a la única mujer que no me canso ni me cansaré jamás de escribirle.
Te amo, mami.

                                                                                                                                                        

viernes, 27 de diciembre de 2013

Cuerda floja.


¿nosotros qué somos?
¿somos siquiera un "nosotros"?
llamarte amigo, ¿tendrá sentido?
quererte... ¿acaso es fundamental quererte?
Hoy me he dado cuenta que no sé exactamente quién eres y esa duda me acompaña en la mañana y de regreso hasta la madrugada... y tengo preguntas... preguntas, miles de ellas para ti y tú tan callado, tan reservado.
No te preguntaré si me piensas, sé que tienes razones de más para hacerlo y, de hecho, sueles hacerlo mucho. No me cabe duda... pero, ¿de qué manera me piensas? ¿amiga, compañera... mujer? Dime si al pensarme te arde la sangre o te abraza el desconcierto. Dime si de tanto descifrarme se te han acabado las fórmulas. Dime, ¿de qué manera me piensas y cuándo sueles hacerlo?
Tú, el hombre de todos mis días, ¿me has encontrado en tus sueños? Dicen que cuando piensas mucho en alguien, esa persona aparece en tus sueños... dime, ¿me has pensado antes de quedarte dormido y luego me has soñado?
A ti, ¿te parezco bonita? De lo poco que has visto de mí, ¿qué es lo que más te ha gustado? Dime, ¿ves mis fotos escondido en tu habitación, detallando con precisión mis gestos, mis miradas, mis dudas?
¿Has notado que siempre tengo tiempo para ti? Y tú, ¿por qué siempre tienes tiempo para mí? ¿Es eso un nosotros? Quizás. Quizás ya nos queremos o nos gustamos, no lo sé. Quizás alguno desaparezca una semana y se haga extrañar. Ya ves... ya ves cómo somos nosotros, cómo eres tú, cómo soy yo.
¿Me piensas? Disculpa si sueno repetitiva, pero dime... ¿de verdad me piensas más de lo debido? ¿Me piensas como para empezar a preocuparnos? ¿Debería preocuparme por estarte pensando tanto? ¿Debería cortar para siempre esta cuerda floja por la cual caminamos?

miércoles, 25 de diciembre de 2013

... De la vida.

Y después de los besos. Después de doblegar mi inteligencia. Después de convertirme en una loca enamorada. Sí. Después del adiós. Justo después, él fue puntual por primera vez para desearme una feliz navidad... e irónicamente, esta vez solo me sentí agradecida, y no maravillosamente feliz como antes.

... el mismo hombre del año pasado, pero sin mi locura.

La casa flotante.

  Por ser diciembre, quizás, deberías quedarte acá. No digo que no salgas de casa o te vayas manejando en tu camioneta, me refiero más a tu espíritu, dile que no vuele lejos de la casa flotante y se quede a pasar navidades.
  Deberías vivir esta vida y no aquella. Tú, deberías quererme solo a mí, siempre a mí.
  Disculpa si sueno egoísta, pero la casa flotante se me cae a pedazos a causa tuya y vaya que me he cansado de esconder bajo la alfombra mis certezas. 
  Ya las paredes se hacen polvo, el techo gravita sobre nuestras cabezas y el piso está lleno de los mil escombros que me dejan tus demonios para limpiar. Quédate aquí en la casa flotante y quiéreme solo a mí, siempre a mí.
  La casa se me hace otro de tus engaños y en ella clavo la estaca invisible de la indiferencia. Si tú supieras, mi caballero, que no es segura esta casa flotante que llamamos hogar, porque en cualquier momento puede derrumbarse sobre nuestros silencios y destruir hasta sus cimientos.
  Hoy levito junto a este montón de muebles viejos y te pido, una vez más, que, sino puedes traer de regreso mi casa de concreto, sólo sepas quererme a mí, siempre a mí. 

lunes, 9 de diciembre de 2013

La siguiente despedida, ¡por favor!


De nuevo ha empezado a afectarme y sé que se avecina un "adiós", una promesa de arrepentimiento, el acecho constante de una docena de lágrimas congestionadas. Lo sé. Sé qué se sienten las despedidas y tú te sientes como una desde hace un par de días.
La verdad, nunca creí tenerte del todo y yo nunca me entregué a lo de nosotros completamente, porque había algo allí entre los dos que me hablaba de lo efímera y pasajera que sería esta necesidad mutua de tenernos, este repentino apego, esta relación dependiente de días y noches, de curiosidad ante lo desconocido, de amistad, de atracción, de todo un poco, de nada todo.
Por eso, hoy apoyo que te vayas para no volver.
Estoy acostumbrada a ver a las personas darse la vuelta para salir corriendo lejos de mí, y por eso...
¡Debes irte ya!, porque si te quedas, ya no seremos lo suficientemente fuertes como para ignorarnos más.
Vete. Vete rápidamente. Vete como has estado haciéndolo: pausadamente, sin despedidas, sin aviso.
Vete con la legítima intención de no volver.
Yo, por mi parte, sabré anteponerme de nuevo al dolor.
Tú, mientras puedas, lograrás descubrirle un nuevo sabor a mis escritos.
Tú, mientras tanto, hallarás aquí lo que siempre te quise decir.
Vete, y que esta vez sea definitivo.
Y al salir de mi vida, por favor, dile al siguiente 'adiós' que pase.

Carta para un adiós no definitivo.

viernes, 22 de noviembre de 2013

Click.


   Y entonces sucedió. Sonrió. Y yo en vez de conocerlo entero, una vez más, empecé a deducirlo y eso era justamente lo que me gustaba de él: que cada vez que lo veía sonreír algo hacía click y cambiaba.
   Quizás cambiaba él, quizás yo. No creo que sea importante saberlo. Él tan solo debería seguir sonriendo, atrayendo el sol por instantes. No hay luz que seque más rápido humedades que el sol que él secuestra cada mañana para encerrarlo en sus pupilas.
   Y yo rendida. Su sonrisa es mi detonante, tiene chispa, no camina, anda, ese hombre anda, nada lo detiene, a veces mira. Rendida. Sí, rendida. 
   ¿Y cómo no estarlo? Si con su sonrisa en la cara sale a darle mordiscos al mundo para terminar de comérselo entero y llevarme a mí y al resto de pendejas consigo. Ay, cada vez que sonríe algo hace click y cambia el paisaje. Maldito hombre, se traga el orgullo para agradarme y abre la puerta al entrar, me toma de la mano, me escucha, no se queja.
   ¡¿Cómo no haría click mi mundo?! Si hombres de su tipo no existen. Si este hombre no es una especie, es único. ¡Claro que haría click! ¡Por supuesto que cambiaría algo en mí! 
   El tipo no evolucionó, nació perfectamente imperfecto y empezó a sonreír y todos le empezaron a aplaudir. Seguro está acostumbrado a ver mujeres rendidas como yo. Mujeres pidiendo tregua.
   Mujeres que le dicen: "Ya para de sonreír" y al siguiente segundo, le andan intentando sacar sonrisas a punta de cosquillas.

viernes, 15 de noviembre de 2013

Hacer llegar a José, por favor.

  "Contigo, quizás, tendré que ser la necia que nunca he querido ser, pero tú también tendrás que ser el injusto, José, y aceptar sin tanto orgullo y con una pizca de resignación mi sencilla resolución: No descuides a alguien a quien le prometiste alguna vez, con mucho entusiasmo, no descuidar jamás.
   No sé cómo lucirá esto allá en Anzoátegui, pero aquí en el Zulia es un vacío mollejúo, así como el puente o tus playas, esas de las que tanto solías presumir en aquellas largas conversaciones que solíamos tener y que me he puesto a recordar con nostalgia durante este largo tiempo que llevamos sin hablarnos de cualquier cosa. 
   Sé que no soy la mejor para reclamarte de regreso, eso lo sé a la perfección, José, pero al menos deseo que sepas valorar este valiente gesto impulsivo de volver a escribirte, al igual que estas ganas inmensas de traerte de vuelta y recuperar aquellas llamadas telefónicas, aquellos encuentros por Skype, las infinitas conversaciones por el celular, también para disfrutar una buena conversación y seguir quejándonos de la distancia que nos separa, en fin, para lo que sea que queramos compartir, siempre y cuando aún puedas pronunciar mi nombre sin sentir rencor o sin que yo te suene o te sepa a pasado, ya que lo único que he sabido de ti es que eres feliz y, aunque eso me satisface mucho, confieso que yo aún sigo sintiéndome aquí, estancada, tiesa en el lugar de siempre, observando callada cómo la gente continúa, dando golpecitos de ánimo en sus espaldas.
   José, confieso que últimamente he sentido mucho miedo de terminar de perderme en tu día a día y, aunque luego me regañes por decir tonterías, quiero que sepas que soy sincera al decirte que creo que ya no me quieres en tu vida justamente porque compartimos una época de dolor, de decepciones amorosas y falsas alarmas; compartimos tantas desdichas personales que quizás ahora sólo quieres verme como algo más que tuviste que dejar atrás para poder continuar.
   Sea lo que sea, tu felicidad me da envidia, pero no esa venenosa envidia que nos hace malas personas, sino aquella que sentimos cuando se quiere ser igual de dichosos pero sin quitar la dicha ajena. Por ello, te deseo que sigas sonriendo.
  Este escrito, José, es más egoísta de lo que parece, pues lo he escrito más con la intención de desahogarme que cualquier otra cosa. A fin de cuentas, discúlpame también por eso."

lunes, 4 de noviembre de 2013

No te quiero así, sino aquí.

   

   
   ¿Qué haces conmigo?
   ¿Por qué no adviertes tu llegada?
   Ayer apagué mi celular adrede porque tardaste mucho en responder... y no es la primera vez que lo hago. Sabes que te he ofrecido cambiar pero... si tú no cambias, ¿cómo cambio mi cordura por la locura que tanto me pides?
   Cuando me conociste usaba lentes para leer y me acostaba a las nueve en punto. Ahora, ¿tú quieres a una mujer descontrolada y hermosa? ¿tú quieres que grite, que no piense?
   "Así es la gente enamorada", crees. No yo. No la de los libros. 
   "Tú no estás enamorada", dices. No de la loca forma que aspiras. Te quiero a mi manera, con lógica, con desgarrador realismo, con minuciosidad.
   Te quiero a manera de reflexión. A manera de silenciosa admiración. Como una espectadora meditabunda. Te quiero como querría un filósofo a su filosofía. Te quiero como una amiga avergonzada de su amigo.
   "Tú no te pones celosa", te quejas. No de la forma que te gustaría, pero sí a mi manera.
   Ayer me dijiste que me llamarías y me quedé esperando acostada en mi cama. La madrugada se hizo larga y tediosa... esa es mi manera de quererte: esperando en silencio.
   "Pero, ¿cómo me entero que es así que me quieres?", preguntas. 
   "Poniéndote en mi lugar", te digo, "... pensando: ¿qué no haría la mujer en que quiero convertirla?"
   Así, quizás, sabrías que te quiero con esta urgente necesidad de no demostrártelo.
   Así, quizás, descubrirías, que no te quiero así como me pides, sino aquí como ya no estás.

... de recordarte a veces salen cosas como esta.


jueves, 31 de octubre de 2013

Mi país.

   Supongamos que eres un país.
   Puedes ser China o Brasil, o solo Corea del Sur o una pequeña isla en el Mar Caribe.
   Tú, de hecho, puedes ser tu propio país.
  Has conseguido un espacio en la tierra y te has adueñado de él, hablo de mi corazón, desde luego. Cada mañana al salir a la calle a caminar bailas tu propia música. La flor típica la llevas plantada en tus labios y de forma de gobierno has elegido la monarquía absoluta. Eres rey. Monopolista. Capitalista. Tu moneda es la de más alto valor económico. Tu moneda es tu sonrisa, con ella consigues todo lo que quieres y hasta más. Compartes frontera a veces conmigo, a veces con otras mujeres. Idioma oficial: el de la seducción. Gentilicio: Tú y yo.
   Yo: Ministro de turismo.
   Sí. Eres tu propio país y el mío también.
   Déjame explotar tus riquezas, robarte el tesoro nacional, conocer de punta a punta tu geografía y, mientras tanto, procura no precipitarte, mantén el clima cálido que poco a poco iré llegando a tu Capital.
   Plato típico: tus besos. Déjame probarlos directamente de la bandeja.
   Déjame beber del petróleo en tus pupilas.
   Déjame explotarte.
   Y después... después propongo un golpe de estado para cerrar tus demás fronteras y que te quedes solo conmigo. Gobernaré tus brazos, dirigiré tus impulsos, controlaré tus relaciones internacionales y dominaré tu pecho antes de que se agite como un terremoto por la duda.
   Déjame gobernarte. Yo lo haría mejor.
  Solo mira cómo me pongo nuestras ropas típicas y bailo al ritmo del himno de nuestra propia Nación.

de tanto estudiar leyes, 
algo se aprende.

Seguro ya debes saberlo...

   Sigo pensando que te extrañaré aún después de habernos despedido tanto. Aún después de haberte dado aquel abrazo que cortó nuestras circulaciones e hizo estallar la realidad de tu ida... sí, yo te extrañaré hasta el cansancio y, cansada, te extrañaré de nuevo.
   Debes saber que ya no tengo a quién llamar para recorrer la ciudad o qué casa visitar aparte de la tuya. No hay compañía que se compare con la tuya y esa sencillez que se te desborda de la sonrisa difícilmente la encuentre en otro rostro. De repente me he sentido un poco perdida, te extraño en la universidad, aquí, allá, donde esté. 
   El Universo ha empezado a jugar conmigo el juego de la nostalgia y ahora te encuentro, de una forma u otra, en cada superficie, sobre cada montón de cosas, en cualquier paisaje, bajo cada mesa... dime si esto no es extrañarte tanto, hermano, dime si no es grave mi situación y apenas llevas unos días lejos de acá. Dime si al regresar seguirán los mismos juegos, las mismas reuniones, el mismo ímpetu que caracteriza nuestra hermandad. 
   Ahora todo es más real. No estás cerca, ni siquiera te puedo ver.
   Aún así, aprendimos a ser hermanos entre dificultades, así que esperarte un año será tan trabajoso como valedero. 
   Feliz viaje, amigo. No vuelvas a menos de que hayas cumplido ya una de tus metas.

Una vez más, para ti, amigo, compañero, hermano: Carlos L.

martes, 22 de octubre de 2013

La muchacha del camry azul.


   La muchacha del camry azul no sabe seducir y su mejor amigo lo sabe muy bien. Él está consciente de que ella jamás conseguirá enamorar a algún hombre, justamente porque no tiene idea de cómo llamar la atención de los hombres. Sí, ella nunca luce más llamativa que cuando maneja su camry azul, de resto, Silvia lee, canta, edita videos, escribe, estudia, no sale por las noches a bailar, cocina y no es millonaria. Silvia maneja su carro como si lo fuera, pero la verdad es que no y Marcos la conoce bien: ella es feliz tal como es.
   A Silvia no se le acercan los hombres para pretenderla. Ella es tan bella como intimidante. Aparte de Marcos, ningún hombre se atrevería a bromear con ella, pues parece reservada y demasiado seria... y eso no es así. Puedes ver a Marcos con sus otros amigos insistiéndoles en que ella es la mujer con más sentido del humor que existe, pero que si no se siente en confianza no lo demuestra. Los amigos de Marcos lo llaman mentiroso. Y Silvia se hace la sorda y la muda y sale manejar a veces con las ventanas abiertas y pasa por Marcos para que le haga compañía, y juntos cantan canciones de Los pericos a todo pulmón.
   Una noche de esas, después de que acabara "Waiting for your love" de Los pericos, Marcos bajó volumen al estéreo y miró en la dirección de Silvia. Ella siquiera se percató.
- Si te dijera que cada vez que escucho esa canción, me acuerdo de ti... tú, la Silvia que está hoy aquí sentada junto a mí conduciendo su camry azul, ¿qué haría?
   Silvia expandió los ojos. De repente empezaba a suceder la metamorfosis en ella y se convertía en la Silvia que Marcos solo había conocido cuando su amistad apenas comenzaba.
- No te vayas- suplicó Marcos-. Te tengo bien sujeta a este carro.
   Él sonrió y Silvia bajó la mirada hasta su chaqueta, la cual Marcos sujetaba desde hacía un largo rato sin que ella se percatara. Silvia detuvo el auto y respiró profundamente.
- Si tú me dijeras eso...-dijo Silvia-, lo más probable es que te dedicaría esta canción.
   Entonces ella buscó en la estéreo "Cuídame bien" de Los pericos y la dejó sonar a todo volumen.
   Al final, Marcos reaccionó para decirle:
- He estado cuidándote desde que te conocí.

viernes, 18 de octubre de 2013

... De la vida.

A veces, acostada en mi cama, me ataca sin piedad la muerta posibilidad de un nosotros y yo, en medio del atentado, aprovecho para ver a la bestia directamente en los ojos azulados, para descubrir allí todo el misterio que nos empañaba, de lo que pudo ser y nosotros no hicimos que fuera.

A escasas casas de mi casa.

   

    A escasas casas de mi casa, vive un hombre de nombre Manuel.
   Manuel madruga cada día y se sienta al borde de la ventana de su habitación, desde donde yo lo veo asomado con la misma curiosidad que tendría un ciego cuando ha empezado a ver. 
   Allí, donde Manuel hace reposar su mirada, allí mismo va a dar mi curiosidad. Allí, adonde él dirige su sonrisa, voy yo a plantar mi ansiedad. Si supiera Manuel que no solo el sol sale a asomarse para verle cada mañana y encontrarlo pensando. Ay, si supiera ese hombre que lo he visto llorar recordando y, de la misma manera, he llorado sin estar a su lado.
   Me he dado cuenta que a Manuel la casa se le puede estar viniendo encima, y las cuentas y la soledad, pero nada, siquiera eso, interrumpiría su rutina.
   Solo lo he visto asomarse al jardín ocho veces desde que lo observo, y en esas pocas ocasiones he alcanzado a salir yo también para simular estar esperando a alguien. Manuel no mira. Manuel no siente curiosidad. Todo le da igual. Manuel parece víctima de un mal amor. Se lo consumen poco a poco los recuerdos y yo no puedo sino vivir a través de mi ventana y la suya, deseando alguna vez tener el valor de saludarlo alguna vez. Pero nada de eso me funciona, pues Manuel ha dejado de funcionar, a veces vive, a veces muere. Los martes lo veo más triste que nunca y jamás es tan feliz como los jueves. Los jueves se pone a dibujar, y allí donde él posa su lápiz, yo poso mi curiosidad otra vez, deseando ver lo que traza, deseando ver a quién dibuja con tanto cuidado y dedicación.
   Ayer, martes, Manuel salió de nuevo al jardín, pero esa vez no corrí a su encuentro. No quisiera que volteara a verme al fin en un día como ese, tan oscuro, tan melancólico, doblemente solitario para él.
   A escasas casas de mi casa vive y muere Manuel. Ama y odia también. El hombre que anhelo y ansío vive a escasas casas de mi casa, pero mi gallardía se ha ido para no volver y, similar a la luna, se esconde al ver a Manuel. 
   La luna se esconde al verle la cara a Manuel.

miércoles, 16 de octubre de 2013

Fragmento.

"Hay un cinismo odioso en su mirada. Suele atrapar a la madrugada danzando y, sin pausa, arrebatarle la música de un grito. Aún así, lo prefiero ver descalzo y pensando, a veces maldiciendo en voz baja al mundo, ese que le da vuelta la cara como un remolino y lo deja mirando en mi dirección, medio inconforme:
- De hecho, no hay nada más que ver por aquí, pero... por algo estás ahí parada.
Su voz, fría, de hombre capitalista. Su mirada hedonista, su ropa sobrevalorada, sus manos inmaculadas, su piel perfumada. Todo de él odiaba.
- No vine a llenar tus expectativas, Enmanuel- le mentí-. He venido a solicitar tus servicios.
- ¿Estás metida en problemas legales o... planeas construir una casa en los suburbios?
- No alardees tus dos profesiones en mi cara. Eso déjalo para las ingenuas...
- No hables como si ya no hubieras sido una de esas.
- No hables como si ya hubiera olvidado que en aquella época sí volteaste a mirarme.
Desde allí donde él estaba, a dos o tres metros de mí, aún llegaba a mi nariz su perfume caro, pero yo no podía sino sólo imaginármelo de nuevo descalzo, con un pantalón de dormir roto en la entrepierna y su taza de cafe de I love New York.
- Habla o calla para siempre, Elena.
Lo miré unos segundos, las manos me sudaban, el aliento me fallaba. Los pulmones se me cerraron y sólo podía hacer una cosa para recuperarme:
- ¡Ya no aguanto!
Él ladeó la cabeza y me echó otro vistazo:
- Ya sabía yo..."

domingo, 13 de octubre de 2013

Al compás del corazón.

   

   Cada vez que tú me dices que me quieres: tiemblo. Cada vez que me iluminas con tus besos: sueño. Y he llegado a imaginarme en una ola la forma de tu cuerpo y de allí me nacen bellas formas para encontrarte a cada momento. Tiemblo, de imaginarme en la orilla de tu mirada, esa esencia tuya, infinita, me abruma y va creando en la planta de mis pies los mil caminos que me sirven para irte a ver; y en ese trayecto me han guiado las nubes con formas de corazones, latiendo a mil por hora, a cualquier hora, y ya que lo pienso, eres bruma y eres tiempo. Cada vez que tú me dices que me esperas: siento, como si el tiempo detuviera sus instantes y me robara el aliento. Y cada vez que tú me dices que me quieres, la luna se te esconde en las sienes y reúnes las monedas del pasaje y así le pagas al aire para que en una brisa suya nos lleve, y amarnos todo lo que nos sobre y nos quede, amarrados al Olimpo de los besos, desayunando abrazos y caramelos, para que en las noches aún me sepas a merengue y Marshmallowscon tu disposición a enamorarte me enamores y me lleves. Cada vez que tú me dices que me quieres: tiemblo, y creo que nada nos sale mejor, que arrinconarnos en las esquinas de los dos, calladitos, donde no pegue el sol... donde temblamos al compás del corazón.

sábado, 12 de octubre de 2013

Malacostumbrada a ti.

   Creo que aún sigues ignorándome y está bien, los dos sabemos que nunca he demostrado que me afecte la indiferencia de los hombres como tú. Estoy acostumbrada a tu mal humor, a tus celos y a tus adivinanzas, y creo, cuando me miras, que en ti guardas un gran rencor, no hacia mí, sino hacia la vida misma, como si ella se te hubiera ido de las manos y a veces sólo pudieras retomarla optando por conversar un rato con la muchacha que sigues pensando que soy, pero que, para tu sorpresa y la mía, ya no sigo siendo más.
   Nuestro error, confieso, siempre fue querernos y odiarnos por igual, ¡y vaya que te quiero! ¡Y vaya que te odio también! Porque me haces explotar en el último momento e irme con la cabeza en alto, destilando orgullo, creyéndome imponente, fuerte, invencible, cuando la verdad es que no soy así, y tú lo sabes bien, pero me quieres tanto que me haces creer que de verdad puedo ser así... o quizás lo haces porque me odias.
   Ambos sabemos quién tiene la vida más complicada de los dos: Yo aún pienso en divertirme, tú ya tienes mil responsabilidades sobre tu espalda y me duele verte cuando tratas de esconder tus dudas y pretendes seguir siendo el mismo adolescente que aprendí a querer y odiar al mismo tiempo sentada en un mismo pupitre durante todo un año.
   Tú, que piensas que no te oigo cuando te recuerdas a ti mismo que eres un hombre comprometido. Tú, que crees que no me doy cuenta de que a veces me miras como si fuera inalcanzable. Tú, sí, tú, que me dejas siempre la única opción de interpretar lo que me dices. Tú, el hombre de los dos mil compromisos, el mismo que me pelea y le peleo, el de los halagos y los insultos, ese que viene, se queda un rato y se va enojado. Tú, sólo quiero que sepas que ya no me altero con tus juegos de nómada. Si te vas, te espero. Si llegas, te converso. Si juegas, te sigo el juego y cuando toque quererte, te quiero y cuando toque odiarte yo, simplemente, te odio.
... debe producirte placer que nos peleemos
o quizás aún guardas la esperanza de que eso me afecte de alguna forma.

... Curiosidades: Estática.

   Hoy resonaron mis propias palabras en mi cabeza con cierta angustia, con cierta duda, con certera vergüenza, porque, ¿quién soy yo para abandonar mi esencia?, si hasta cuando leo mis leyes me pregunto dónde están los versos, si cuando nombras Jueces pienso en poetas y hasta he llegado a ver las posibilidades de crear un derecho a la poesía.
Hoy, cuando me enteré que me quedaría aquí, inmóvil, estática, mi tía entró a mi habitación y me dijo las siguientes palabras: "Bueno, aprovecha y ponte a escribir". Y yo la miré medio desconcertada, sintiéndome más lejana que nunca a esa acción, mientras le respondía: "Sí, debería... hace mucho que no escribo".
   ¡Y vaya! ¡Cómo resonaron esas palabras en mi cabeza! ¡Qué maldita confesión la que le hice a mi tía y cómo odio la naturaleza y la tranquilidad con la que mi boca fue a soltar aquella atrocidad!

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Patty.


   Cada vez que tu rostro se asoma en mis recuerdos con sosiego, producto de haberte hallado en algún objeto o alguna frase, te consigo más hilarante y colorida que en el último encuentro y pienso que quizás relacionarte con esa fulana depresión de la que me hablas no viene al caso.
   Deberías saber, entonces, que no te pienso acalorada y nostálgica como a veces te he visto, sino más bien con tus extraños lentes de sol y el cabello verde, azul o amarillo, cambiando según sea tu ánimo, porque estoy segura de que los sentimientos, en su inmensa e infinita variedad, allí en su eterna sala de espera, temerosos y anhelantes, esperan oír sus nombres deslizarse por los labios ocultos de tu corazón, como un grito reprimido: "¡Amor! ¡Tristeza! ¡Melancolía!".
   Estoy segura que no existirían entonces sentimientos más vivos que los tuyos, ya que nadie los sentiría como tú, nadie se atrevería a darles tanta vida, a dejarles tanto espacio para opiniones e impulsos. Estoy segura, que el amor debe amarte, porque lo dejas ser quien es y le dejas expresarse, y le das rienda suelta a sus locos arranques, dejándolo fluir como el viento, dándole una libertad que ni en mil años otro corazón podría ofrecerle. Por eso creo que el amor debe amarte, y tu tristeza debe ser la más contrariada de todas, porque no sabía mezclarse ella con la felicidad hasta que te vio pasar y anduvo tras de ti después de su indeseable llamado.
   Tus sentimientos deben ser la envidia del resto, ellos deben andarse pavoneando, alardeando su vivacidad, su violencia, sus kilométricos arrebatos, los planes a futuro para hacerte estremecer tanto que la enorme sonrisa que hoy cubre tu rostro te siga hasta los insospechados caminos que tanto deseas conocer... sí, ellos, tus sentimientos, nunca han dejado de sorprenderme y ya que hablo de sorpresas: ¡la sorpresa debe andar sorprendida contigo!, y a la inseguridad has de poner nerviosa, ¡seguro que sí!, por esa energía que te acompaña a donde vayas y que restriegas en la cara de las sombras que a veces tienden a llenar de oscuridad nuestros caminos.
   ... pero, no te dejes, amiga, el cielo es el límite para tus sueños y con tu sonrisa ya tienes ganada la mayor parte de la batalla.
   No hay dudas, ¡el amor debe amar tu sonrisa!

dedicado a Patty,
mi amiga y
la muchacha más sonriente que conozco.

domingo, 22 de septiembre de 2013

Acostumbrada a la soledad.

    

    Estoy tan acostumbrada a la soledad que le huyo al roce físico de las demás personas. No estoy acostumbrada a que me tomen de la mano o que me den abrazos, para mí todo eso es extraño e incómodo y es justamente porque estoy acostumbrada a la soledad. Si tengo que cargar mi maleta lo hago sin quejarme del peso, cuando decido no responder mi celular es porque disfruto de mi soledad, si me quedo sin dinero en la noche y no tengo cómo regresarme a casa, no tengo por qué esperar que alguien aparte de mi familia se preocupe por mí, y eso es porque soy o al menos trato de ser autónoma en cada aspecto de mi vida, nunca he necesitado de un hombre para llevar mi día y, aunque sé que luzco segura de mí misma, confieso que soy un manojo de inseguridades y preguntas. No estoy acostumbrada a que me digan que soy bonita ni mucho menos al Te Quiero anticipado, no sé cómo reaccionar cuando un hombre me dice que le gusto y es por ello que muchas veces termino huyéndole al tema o volviéndome un desastre. Es porque estoy acostumbrada a la soledad. Es porque disfruto mi fugaz y eterna soledad. Es porque creo no necesitar compañía, aunque en realidad no sé qué es eso exactamente.
    Me gusta mi soledad y hasta que un hombre entienda eso y esté dispuesto a enseñarme las bondades de tener otro apoyo, seguiré pregonando mi devoción por esta cálida y reconfortable soledad.


Este escrito es enteramente personal.
No hay palabra en él 
que no lleve en su trasfondo 
un sentimiento mío.

... De la vida.

Quisiera comenzar siempre el día con esta dosis de "no me importa" que me da por las noches cuando descubro (o recuerdo) lo hipócrita que puede llegar a ser la gente.

Antojos.

Amanecí con esta loca idea de quererte, 
quizás el sol me hizo padecer la fiebre contagiosa del amor 
y, sin poder evitarlo, 
vine a ser yo el nido del virus que tantos odian y esperan.

Hoy amanecí con ganas de quererte un poco, 
un tanto, 
cuanto se me permita 
y disculpa si la idea te quita el aliento o te incomoda. 

Si ese es el caso, 
sé muy bien querer de lejos 
y quizás ya mañana mi temperatura baje. 

Hoy amanecí con ganas de quererte, 
pensando un rato en cómo sería, 
como si ya no te hubiera querido en el pasado.

Aunque, debes saberlo, 
cada vez que la mañana me ataca con este amor sin profesión, 
viajero de corazón, 
se me ocurren nuevas maneras de quererte el resto del año.

"pequeños antojos que provocas en mi interior"

jueves, 12 de septiembre de 2013

Trivial y efectiva.

Si es por quererte tanto
soy culpable
y también lo soy
por trivial y efectiva.
Mira nada más
cómo empieza mi poema.
Sin rodeos
sin tristeza
ya nos conocemos tanto
que no conocemos la vergüenza.
Soy culpable, confieso,
de relacionarte con cada palabra
de pedirle al viento que te traiga
de ser cursi y reservada,
no por un asunto de mis faldas
sino
mejor dicho
por andar de coqueta y diabólica
detrás de tus nalgas.
Soy trivial y efectiva
si me miras, te miro
si me tocas, te toco
si me llamas, voy
si me dejas, te dejo
si escribes, ¡que llueva!
si te enamoras, ¡que duela!
Así de domesticada y engañada
me tienen tus ojos benditos
ojos que grito y me gritan
ojos que vienen conmigo
y no contigo
pues tus miradas, confieso,
las guardo
en cada uno de mis agujerados bolsillos.
Tan sólo mira
mira
¡qué trivial y efectiva nos resulto!

viernes, 6 de septiembre de 2013

... De la vida.

Mi mayor virtud es que tengo mucha paciencia y a la larga siempre me hago extrañar.

Pasión sobre acción.

   No te escribo estas palabras para que te enamores de mí de inmediato. De hecho, egoístamente, te escribo a ti para mí, pues a través de estas palabras puedo sentirte más cercano y tangible que nunca.
   Debes saber que no me gusta sobreponer las palabras a las acciones, creo fielmente que un hecho vale más que un millón de promesas en vano y es por ello que he decidido no enamorarte con sencillos poemas, sino haciéndote ver el ansia de escribir que disparas en todo mi ser con tu sola presencia y que me hace pensar a veces que sin ti muchas páginas de mis diarios quedarían en blanco.
   Y es por ello, mi amor, que he llegado a esta breve pero clara resolución: hoy, mañana y cuanto se nos permita seguir queriéndonos, te enamoraré con mi urgente necesidad de dedicarte dos o tres palabras cada vez que el cariño sea tanto que no pueda concebir otra cosa contraria a mi naturaleza... 
   ... y mi naturaleza, ya debes saberlo, es escribir.

"¿Qué debería hacer una aspirante a escritora 
para enamorar a alguien cuando cree más
 en las acciones que en las palabras?"
Con este escrito le doy respuesta a dicha pregunta.
(por allí en Mcbo nació esta idea)

miércoles, 21 de agosto de 2013

Manuel y esa mujer.

   

   Esa noche Manuel se despertó impaciente, algo sonaba allá afuera. Por momentos él creyó que se trataba del tumulto y los vecinos, pero, al asomarse, no halló nada más que un vacío sepulcral y dos copas de vino que habían olvidado junto al banco de madera esa misma noche. "Maldita sea", refunfuñó, resignándose a ir por ellas, sobre las cuales se reflejaba la luz del bombillo y el brillo del vino olvidado. Cuando esa mujer lo visitaba, todo resultaba ser siempre un desastre, menos la hora de sentarse afuera a hablar pendejadas y tomarse un vino. "Maldita seas, mujer", pensó, volviendo a la cama a las tres de la mañana.
  Esa madrugada Manuel no durmió y tampoco intentó hacerlo, estaba sumido en sus propios pensamientos, preguntándose por qué coño ahora la extrañaba a ella si tanto fastidio ella le ocasionaba, si a veces hasta la había obligado a abandonar la casa, porque ella hablaba de hombres y fantasías sexuales como de su día y la cena. Esa mujer con su piel de canela y sus ojos como de gacela, enormes y negros y profundos y cínicos, pero sobretodo cínicos, siempre hablaba de otras espaldas y otras manos frente a Manuel. Sus ojos siempre le echaban vistazos breves a Manuel, así como por encima del hombro, así como que "no eres algo muy interesante de ver" y, desde luego, Manuel sabía eso y no necesitaba que esa mujer pretenciosa se lo recordara. Manuel era apenas un técnico en algo, no tenía título universitario y la casa donde vivía alguna vez le había pertenecido a sus abuelos en vida, era flaco como lapicero y ojeroso por el sueño interrumpido, el dinero faltaba muchas veces en su cartera y, aunque planeaba viajar por el mundo, no sabía siquiera cuál era la capital de su propio país.
   Manuel era un don nadie, un hombre sin intereses personales ni buenos gustos, ¿por qué esa mujer decidía pasar el tiempo con él aunque sólo fuera para despreciarlo y dejarle el vino seco pegado a las copas en el patio? ¿por qué ella, preciosa, cara, rubia natural, con ojitos verdes, ella, la profesional, la de las faldas ceñidas y los senos operados, por qué esa niñita malcriada lo veía a veces con ternura?, y vaya que le había costado a Manuel darse cuenta de eso, y es que esa mujer a veces, ya después de cinco copas y el primer botón de la camisa desabrochado, miraba con dulzura venenosa, y te picaba con su almíbar y su cianuro, y te dejaba pensando que quizás no era tan mala como sus ojos señalaban a la luna. Esa mujer te convencía de que amarla era peligroso y cansaba, pero que valía la pena porque los lunes te dejaba contar sus lunares y acariciarle la espalda. Las manos de Manuel no habían tocado superficie más suave que la de esa mujer y se cree que, en gran parte, esa era la razón para mantenerla tan cerca.
   Esa mujer decía que Manuel era su amigo y a Manuel le gustaba pensar que a veces eran novios y otras veces enemigos, eso mantenía el suspenso en su extraña amistad, si es que se le puede decir así. A veces ellos mismos creían que no se decidían a estar juntos porque él no quería estar junto a una perra como ella, y ella no quería presentarle a sus padres a un bueno para nada como él.

martes, 20 de agosto de 2013

... De la vida.

Discúlpame por mi manía de preguntarlo todo sobre todo.

martes, 13 de agosto de 2013

"La amiga".

las grandes historias siempre suelen comenzar así:
palabras van, palabras vienen
sonrisas se fugan, sonrisas contienes.
Nos volvemos egoístas y celosos
sobretodo celosos
y qué impotencia da celar algo que no es de uno.

quizás nuestra historia ya comenzó
y comenzó así:
cuando tú empezaste a pensarme en el trabajo
cuando yo quise darte un abrazo.

ser la amiga me deja exhausta
ser tu cómplice no me calma.
Desde que te conocí
he aprendido a quedarme con las ganas
de decirte ciertas cosas
que en las grandes historias no hacen falta

quizás nuestra historia ya comenzó
quizás ya estemos cerca del desenlace
en cualquier minuto me dices que te gusto
seguro
en cualquier segundo te pregunto:
¿y ahora, qué hacemos?

Quítame la etiqueta de amiga.

Diez días para un año.

   

  Hoy estamos a diez días de recordarlo de nuevo, aunque, ahora ya no con tanta desesperación, en estos últimos días le he pensado un poco entre comidas y a la hora de dormir. Hoy es casi un año de aquel día en que lo sentí más cercano a mí que nunca. Un año de esa noche maldita llena de su bendita presencia. Sí, casi un año de haberlo visto por última vez, sin contar las veces que ha aparecido en mis sueños simulando ser sólo mi imaginación...
   ... aunque quizás siempre lo fue.
   De él en adelante besé sólo a un hombre y por accidente, eso pasó cuando bailábamos una noche en una salida grupal y sin querer vino su boca a dar sobre la mía y la vergüenza a invadir la cercanía; por supuesto que quiero apresurarme a pedirle disculpas, esa boca no era la suya y esas manos tampoco, pero aunque he jurado olvidarme de él antes de volverme a enamorar, creo que ya me estoy enamorando otra vez y es allí donde le he vuelto a fallar.
   Debería disculparme con mi conciencia por estar confesando esto hoy trece de agosto, pero de él en adelante descubrí cuán enamoradiza soy y cuán tonta e inmadura me vuelvo al respecto; pero, aunque sé acallar muy bien a mi corazón, no sé qué es sobreponer la presencia de un hombre al recuerdo incólume de otro que amé en el pasado; y esa duda me ataca cada mes de cada año de cada minuto de mi vida, porque quiero no querer a nadie en lo absoluto, quiero seleccionar de forma astuta a un hombre tan defectuoso como solitario para entregarle la satisfacción de su propio hallazgo e invitarlo por las noches a conversar sobre cualquier cosa.
   Hoy, exactamente a diez días de que se cumpla un año de aquel fatídico y magnífico día, he logrado examinar mi estado y compararlo con el de aquel día; y, para mi sorpresiva desgracia, estoy en peores condiciones: No he olvidado al hombre de hace un año y empiezo a enamorarme de otro totalmente distinto a él.
   Dentro de diez días se cumple un año de estarte olvidando a cada rato.

A. P. "lo mejor fue lo que nos pasó".
23 de agosto del 2012

lunes, 12 de agosto de 2013

Mensaje final.

    "Y así querría yo decírselo, deseaba soltarlo sin tapujos, sin reservas, sin tantos muros de contención y obstáculos imaginarios. Yo quería ir hasta él y ser mi yo desenfrenado, el impulsivo, el ilógico, el que se arrepentía a los tres segundos de haber hecho una estupidez, quería ser esa: la estudiante, la aspirante a escritora, la muchacha torpe, sí, quería ser todas esas facetas que él conocía de mí y agregarle a toda esa mezcla un toque de rebeldía y egoísmo para poder decirle que hasta ese momento seguiríamos siendo amigos, que si seguíamos en esa onda de enviarnos tanto y contarnos todo, yo terminaría volviéndome a enamorar del hombre equivocado. Sí, yo quería decirle todo eso y que luego él se fuera al trabajo y me pensara todo el día y se preguntara por mí y que le quemara la duda y la preocupación por no saber nada de mí. Eso deseaba, ser lo que ambos queríamos en silencio, dejarle en claro que soy humana, que siento y me enamoro equivocadamente, que aunque soy muy seria y centrada, también cometo tonterías y me dejo llevar por la piel. Sí, de todo eso quería que él se enterara antes de desaparecer toda una semana de mi bendita existencia."

... leer con atención, por favor.

viernes, 2 de agosto de 2013

... De la vida.

A veces quisiera volver a ser aquella niña que le quiso tanto, la de las tardes libres, la del largo verano, la colegiala.

Piénsame.

Piénsame cuando no tengas nada más importante que hacer, cuando estés en casa tomándote un café. Piénsame en el trabajo, tan sólo unos segundos y con diversión. Sí, piénsame divertida y sonriente, animada, diferente, medio loca e incongruente. Piénsame como si me imaginaras, como una utopía. Piénsame cuando llegues a casa y mires el reloj. A mitad de la siesta, piénsame como si soñaras. Piénsame escritora y abogada, feliz y agotada. Piénsame sentada o parada, en la cocina, en al sala. Piénsame estresada y complicada. Piénsame cuando no tengas nada más que hacer, que sólo entonces mi recuerdo nos sentará bien.

No quiero... a veces quiero.

     Te llevo aquí dentro. Vas y vienes conmigo, estás siempre, no te pierdo. Te llevo en mi bolsillo como las llaves de casa, como el alma empaquetada, te cuido como a mi aliento y no quiero... a veces quiero, a veces tan sólo quiero sacarte de allí y lanzarte lejos, pero no puedo, no se puede lanzar el alma al aire sin dolor, sin que duela, sin morir mil veces y esperar renacer sin dolor, sin la sensación de que falta la mitad de tu cuerpo, o la razón de tomarte el café cada mañana, o sin sentir que la cabeza se te va a un lado, o te falta el otro pie. No quiero... a veces quiero no pensar que lo mejor es dejarte allí doblado secretamente en mi pantalón, aunque incomodes, aunque tu silencio me absorba las ganas de continuar... y es que a veces me imagino cruzando la calle y deshaciéndome de ti, y a la vez luchando contra el viento para que no te lleve lejos, para poder darme media vuelta, recogerte y sacudirte el sucio. No quiero... a veces quiero, la verdad no sé qué quiero... 

domingo, 14 de julio de 2013

... De la vida.

— Y... ¿cómo se siente?— me preguntó con cierta prevención. 

— Sientes como si algo se apagara, quizás una luz en alguna parte. Como si algo se descompusiera, lo más probable es que se tratare de una canción de amor en las manos de su compositor. Como si algo muriera, tal vez un anciano de un infarto al corazón. Claro que todo eso sucede dentro de ti. Es como si algo de repente hiciera click y desapareciera, como si tuvieras un vacío en el pecho imposible de llenar, como cuando despiertas asustada en medio de la noche y la soledad te salta encima, y te asfixia el silencio y la oscuridad parece lo único certero. Es como si giraras la llave en la ignición y el motor no arrancara, como un gran aviso de Stop, así fue como me sentí cuando me rompieron el corazón.

domingo, 7 de julio de 2013

... De la vida.

Nos hemos acostumbrado (mal acostumbrado) a contarnos cada uno de nuestros días.

martes, 2 de julio de 2013

Bajo la alfombra.

   

    Y él tachó mi nombre de su lista y yo borré sus miradas de la mía. Esta semana hicimos una limpieza a nuestra relación y salieron a flote antiguos problemas que habíamos dejado bajo la alfombra. 
   Recuerdo su cara ante el desastre, era una mezcla de aceptación y rencor, sobretodo rencor, pues ya sabía él lo que nos pasaría desde ese momento en adelante. ¿Qué podía decirle yo? Palabras de consuelo no venían al caso, el consuelo lo habíamos eliminado también, junto con el apoyo y los abrazos. 
    De los dos sólo quedaba el cuerpo de cada uno y los recuerdos, habíamos ya vaciado la tolerancia, traspasamos el límite de besos (nos cansamos de besarnos), de un día a otro empezamos a seguir unas fulanas reglas, unos fulanos reglamentos de conducta y tú dejaste de visitarme en casa y comprimir mis largas jornadas para verme bella en un: Que bonita estás; y yo dejé de regalarte herramientas. 
    Creo que sin saberlo competíamos por ser el peor de la relación, a ver quién escondía más cosas bajo la alfombra, a ver quién olvidaba más fechas importantes, a ver quién parecía más incómodo en la soledad... y creo que los dos ganamos, o tal vez gané yo.
    Él tachó mi nombre de sus labios y yo borré sus labios de los míos. La rutina, en definitiva, ha sido la única ganadora, pues por ahora ya no tiene sentido seguir escondiéndonos bajo la alfombra.

lunes, 1 de julio de 2013

Abrigo.

Trato de buscarle abrigo a estas ganas de tener frío, para evitar el desafío: recuperar el tiempo perdido y todo lo que es mío.
Trato de encontrarle alivio a este loco hastío, podría coser con hilo tu corazón al mío. Aunque eso carecería de sentido.
Trato, amor mío, de no perderme en el vacío, pero has tendido en el camino trampas, engaños y acertijos.
Sino quieres y no puedes ser mi abrigo, puedo aceptarte como amigo, pero por favor no juegues conmigo: aún no me creo capaz de sobrellevar otro olvido.
Mi espíritu es bravío, deja de enviar escalofríos.
Eres para mente y cuerpo el veneno más nocivo y te lo aviso: hoy ya no pienso en ti, valdío, he decidido hallar mi propio camino.

viernes, 28 de junio de 2013

A punta de lunares.





Deberías saberlo,
mis lunares han tomado por costumbre esperarte.
Ellos siempre me preguntan por ti
y a mí me toca sonreír en silencio.

Cómo decirles 

que no sé de ti
que no oigo de ti
y ni siquiera me suenas familiar.

¿Cómo arruinar su eterna espera?
¿Cómo destruir sus ilusiones?
Hay muchos de ellos regados por todo mi cuerpo
y tal ejército me da miedo:

Tengo un lunar en la parte trasera de mi tobillo
y tres junto a la comisura derecha de mis labios.
Tengo lunares en mi pantorrilla (esos te ocasionan sonrisas)
y en mis antebrazos puedes hallarlos sin buscarlos.
También tengo uno en el centro de mi pecho, 
por donde baja cualquier escote
y un par más:
cada uno en un dedo anular.

Y todos ellos,

sin falta,
siguen esperando por ti.
¿cómo podría yo decirles que no lo hagan?

martes, 25 de junio de 2013

Mi querido y odiado nómada.

   

   Hoy me desperté a las diez de la mañana cuando Titanium (mi alarma del celular) estalló a mi costado derecho. Lo primero que hice fue abrir mis ojos y ver si mi hermana ya se había ido al trabajo, cuando certifiqué que ella ya no estaba en su cama, apagué la alarma y me di cinco minutos más antes de empezar mi día. Ya de por sí era tarde, en eso estaba clara, pero anoche me había quedado prendada de varios programas televisivos: primero me había quedado viendo Harry Potter y el Misterio del Príncipe por tercera vez (aunque no pude acabarla porque me tomé una siesta de veinte minutos) y luego pasé la noche cenando y viendo programas de Nat Geo. En mi casa a los lunes los llamamos lunes de Nat Geo. En fin, terminé por levantarme de la cama a las 11:52 am, lo recuerdo con exactitud, y en mi celular tenía un whatsapp, de inmediato se me vino a la cabeza que podría ser él, aunque llevo ya algunos meses después de que comenzó el año que no sé nada de él, así que la del mensaje resultó ser una compañera de clases de Derecho, diciéndome que la Vereda estaba cerrada y esto y aquello. A mí no me importó, ahora me las doy  de nocturna: duermo toda la mañana y estudio en las noches.
   Mi día empezó entonces, puse ambos pies en el piso y deshice una montaña de ropa limpia que me había puesto mi tía sobre el espaldar de la silla de la computadora, de allí me puse mi vestido casero y fui al baño a lavarme la cara. Demasiado tarde, demasiado hinchada. Estoy segura de que si él me viera recién despierta seguiría fascinado por mí, pero ya no tan ilusionado, porque aunque soy joven y mi papá dice que hermosa, a veces una no está en su mejor momento y los hombres de nuestras vidas deben querernos como sea.
   Por alguna razón recordé en ese momento, mientras tendía mi cama, que aquel hombre había sido muy idiota en general, ya que una de las últimas cosas que me había dicho fue: “Ya no me quieres”, y yo cien por ciento convencida de que lo quería mucho, pero también cientouno por ciento de que estaba herida y necesitaba venganza: “Tú no me quieres a mí, y por lo tanto yo ya no sé qué siento hacia ti”, y él se tardaba en responder, como que ya no sabía por dónde entrarme, porque ahora yo estaba armada de pies a cabeza con un escudo de indiferencia. “Mi amor, yo te adoro, nunca he sentido por nadie lo que siento por ti. Dejaré que lo pienses un rato y luego me escribes cuando estés lista”, me envió, luego de algunos minutos. Y yo me tardé el doble, hasta el triple para decirle: “Está bien”, y allí él continuó insistiendo en que yo no lo quería, pero el caso es que sí lo quiero; y siguió diciendo que yo era suya, y el caso es que yo lo había sido, pero ya no tanto; y él se lamentaba de extrañarme, de querer verme, de no poder besarme, y el caso es que sigo viviendo en el mismo lugar, y estudio en la misma ciudad, y retorno los viernes y salgo a los mismos lugares, y en Facebook me puede encontrar y mi Twitter hasta lo puede stalkear, pero no, él continúa igual, yendo de aquí para allá, nómada de profesión, nómada de sentimientos, sin hogar, sin lugar fijo, creo que aún no se halla, no se encuentra, no ve su vida tal como es, creo que aún sigue creyéndose muy joven y travieso, pero qué va.
   Terminé de tender mi cama y los pensamientos corrieron en tropel fuera de mi cabeza. Cansada, irónicamente, de pensar en todo aquello, caí sentada sobre la cama de mi hermana y sentí vibrar mi celular. Pensé que de seguro se trataba del grupo de la Universidad, o de mi amigo José, o quizás, quién quita, mi amigo el poeta con otro poema sobre la distancia que nos separa, pero no, esta vez me había equivocado, era él, el nómada. Ese hombre nunca me había escrito antes (en el año y medio que llevamos jugando a gustarnos) a la hora del almuerzo. De repente le atribuí la culpa a los pensamientos que hace apenas unos segundos habían salido de la habitación y que quizás habían ido en busca de él para hacerle ver que de vez en cuando aún lo recordaba y que no había pensado en lo que él me había dicho, pues no suelo creer en su palabra… 
   Mi sorpresa fue aún más grande cuando vi que su mensaje comenzaba con un: “Buen provecho, amor” y luego me ofrecía de postre (aunque yo aún no había ni desayunado) un: “¿pensaste en lo que te dije?”.
   Parece que mi nómada ya creció, y tiene memoria, y me sigue llamando amor

lunes, 24 de junio de 2013

Otro escrito para ti.

    Los primeros seis meses del año siempre me recuerdan a ti, por ello siempre espero que junio muera lentamente sobre la palma de mis manos, para luego permitir que el viento se lo lleve lejos de mí, lejos de mi corazón de hierro, ese que ahora teme antes de tiempo y desconfía de todo y de todos, ese órgano marchito y corrompido, lastimado y en recuperación indefinida. 
    El año pasado me pasaron muchas cosas, pero lo más grande que me pasó fuiste tú, fue nuestra historia, fue el amor que me hiciste sentir, ese que exploró laberintos desconocidos en mi interior y circundó las líneas de mi cuerpo adolescente, mientras yo aún buscaba mi identidad, mientras yo aún era inocente, mientras en la nada flotaban sueños e ilusiones y tus manos llegaban a destruirlo todo para crear nuevas expectativas: las expectativas de ser amada por ti, de besarte, de ser tu novia, de vivir felices por siempre. Mira nada más qué infantil, qué risueña, qué contenida era mi idea de la felicidad, mi concepto de plenitud, porque todo ello eras tú: el hombre más diminuto sobre la faz de la tierra, el gigante armado de mentiras y encantos, el villano del cuento de hadas, el cuentista, el novelista, el mago con sus crueles trucos de magia bajo las pestañas, el mismo hombre que creó y destruyó, que armó y desarmó el rompecabezas de mi corazón, primero por error y luego por diversión.

Que real es escribirte.
Siempre que me siento a hacerlo,
 fluyen mil formas distintas de contar lo que nos pasó.

Hablando de hombres y mujeres (para variar).

     Junio empezaba a tomar forma: los fines de semanas siempre nos reuníamos, comíamos algo y jugábamos juegos de vídeos. Esa noche, en especial, habíamos decidido comer unas deliciosas hamburguesas hechas por nosotros mismos y de bebida varios vasos de Coca Cola. Estábamos sentados en una mesa redonda, uno junto al otro y recuerdo que de repente la conversación fue a dar adonde siempre suelen ir las conversaciones entre hombres y mujeres:

— ¡El tipo se llama Christian y es el coño más perfecto del mundo!— exclamó Elena emocionada—, es perro, odioso, estúpido, malparido y todo, pero es bello el condenado y rico... le regaló una casa a la novia y todo...
— ¡Ay sí!— apoyó Amanda casi con el mismo entusiasmo—. Lo hicieron demasiado perfecto...
— ¡Eso es mentira!— intervine, mientras me preparaba mi hamburguesa—. Ese tipo de hombres no existe, leer esos libros daña la mente. Pónganse a leer poesía, tipo Neruda o novelas de Gabriel García Márquez, eso sí deja algo.
— Qué bendita webonada, vale, de verdad—reclamó Dante, bebiendo de su refresco—. Vamos a ponernos sinceros: a un tipo feo y pelao' nadie le va a parar bolas, ¿o sí?— y me miró a mí, a la más pendeja, como esperando que dijera algo al respecto:
— Eso... supongo que es cierto en parte, ¿no?
— Uy no, que el condenado tenga las uñas sucias— dijo María distraída.
— ¡Que huela a pocholín! ¡Qué horror!— dijo Elena.
— Eso es un matapasiones en potencia— admití riendo.
— Pero, ¿y si huele a pocholín pero tiene plata?— preguntó Dante con malicia.
— Que se meta la plata por el...— decía Amanda cuando Elena interrumpió.
— Si huele a pocholín lo veto de una, no llegaría a enterarme de que es rico— respondí.
— Ay, pero ya hablando en serio— dijo Elena acomodándose en la silla—, yo creo que una moldea a los hombres.
— Mi alma, no, ¿cómo es eso?— dudó Manuel, que permanecía callado junto a su novia Diana.
— Como Sabrina la bruja adolescente— bromeó María.

     Todos empezamos a reír.

— No, no, en serio, muchachos— insistió Elena—. Uno viene y le dice al chamo que no le gusta esto y aquello, y la webonada, y el chamo enamorado va y lo hace como uno dice y sin darse cuenta uno lo va medio moldeando.

     Mi madre, que recién acababa de llegar cuando Elena hablaba, la miró con cierta chispa de sabiduría encendida en las pupilas y le dijo las siguientes palabras:

— Vos no sabéis de qué coño estás hablando. Que moldear ni que molde, será cuando están de novios que todo es bello, amorcito pa' lla y pa' ca, te quiero y tal, pero cuando te casáis, esos bichos se transforman y se vuelven bestias.
— Ya viene ella con sus consejos deprimentes— dije, mientras todos reían a carcajadas—. Bueno, eso debe ser cierto y todo, pero a la final es la forma que tiene mami de decir las cosas.
— Ay no, señora, y yo que me enamoro a cada rato— confesó Elena—. Tengo como mil novios y ellos ni enterados. Además, no es tanto que no me paren, sino que, por ejemplo, mi novio principal ya tiene novia, pero la ridícula está lejos. Me van a disculpar, pero "amor de lejos, felices los cuatro".
— Esa es otra cosa. Si el tipo te gusta: o tiene novia, o esposa, o hijos, o tira pal otro lado. Ahora, si vos le gustáis al tipo, a vos no te gusta el pobre. Ley de vida. Aunque esa etapa de los "chicos malos", esa ridiculez ya está superada, una sólo pide que sea bueno, bonito y...
— ¿Barato?— terminó Diana en broma.
— Es que a los hombres les gustan las putas— dijo Elena, que parecía tener su propio monólogo montado allí en el comedor.
— ¡Hey sí!— apoyó Amanda—. Todos mis amigos del colegio y los de la Universidad salían con unas... bueno, que pa' qué te cuento, puras bichitas.
— ¿Y no les caías mal, por casualidad?— intervine—. Porque las novias que tienen mis amigos me miran horrible y les caigo mal sin que siquiera me conozcan.
— Casualmente yo les caigo bien, el problema es que ellas a mí no...
— Pero yo no estoy de acuerdo con eso, mis amores— interrumpió Dante—; bueno, yo admito que era así cuando chamo y uno se agrandaba cuando salía con una tipa así toda explotada, pero ya no sufro de eso, prefiero una chama así sencillita y educada.
— Yo creo que eso es inmadurez— dijo Diana—. Cuando maduren buscarán mujeres de buena calidad. La verdad es que ellos podrán estar con esas mujeres voluptuosas por un rato, pero dudo mucho que sea esa la mujer con la que se casen.

     Todos asentimos con la cabeza y Dante volvió a intervenir:

— Yo también creo eso, por ejemplo, Diosa Canales a mí no me gusta, muy, demasiado llamativa. Yo las prefiero así sin mucha delantera.
— Es algo muy subjetivo— dije.
— Es verdad— afirmó María.
— Por mí que no tengan nada en frente, pero por Dios santo que no sean unas planchas atrás...— dijo Manuel.

     Todos quedamos en silencio un rato, como meditando al respecto. Mi mamá ya se había retirado y sólo quedaban platos y vasos vacíos sobre la mesa.

— En conclusión, todos tenemos una opinión distinta sobre el tema— empezó Manuel, rompiendo con el silencio—, a mí parecer un hombre siempre elige la mujer con la que quiere enseriarse, pero la mujer dispone...
— O sea, la mujer decide si vais pal baile o no— dijo Amanda.
— Si te va a parar bolas o no, pues— intervino Dante con su peculiar forma de expresarse.
— Si tenéis vida o te toca ir directico a la friend zone— dije.
— Bueno, en fin, eso mismo— concluyó Diana fastidiada.