sábado, 20 de mayo de 2017

Sigo diciéndole no a los chicos.


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     ¿Ves? Tengo cinco años sin saber de ti.
     ¿Cinco? Increíble, no sé siquiera en cuál de tantos días logré olvidarte, pero al menos sé que lo hice y solo me queda la enorme satisfacción de haberte querido de la manera más sencilla y sincera que pudiera... aunque eso quizás ya te lo había dicho, ¿o no? La verdad ya no sé qué faltó decirnos entre tantas cosas que dijimos, pero ahora desde el otro lado del inmenso abismo que nos separa, solo puedo sentir indiferencia y cariño ante la mención de tu nombre, o de sus iniciales, como antes solía llamarte.
     ¿Ves? De seguro ahora eres tantas cosas nuevas que siquiera puedo pensar y tampoco me quita el sueño imaginar, pero, ya que hablamos de eso y ahora que me ha sido entregado este escrito por encargo, me veo obligada a confesarte la verdad: ayer, cinco años después -o tal vez seis-, me volviste a quitar el sueño de la misma loca e inconsciente forma en que lo hacías antes: haciéndome soñar, y aunque durante varias horas no pude dejar de preguntarme por qué de golpe recordé tu nombre y lo que causaba en mí, ahora solo puedo pensar en una cosa, algo sencillo, breve, pero revelador: hay personas que se vuelven recuerdos y tú eres uno muy especial.
     Verás, ya no es como antes, ya no te pienso a diario y estoy segura que tú tampoco a mí, ya no me pongo nostálgica y tampoco cambias mi estado de ánimo, justamente porque ya no te siento cerca en tu distancia, ya no llamas, ya no estás, y eso es perfecto, porque de hecho nunca lo estuviste, pero ¿sabes qué? Todo esto es tan loco y tan perfecto tal como fue, que aún puedo sonreír, ¿cuántos años teníamos? Ya no importa. De verdad ya no me interesa. Mi cabeza ha estado tan ocupada estos días, que no había tenido tiempo de pensar que de seguro mi hermana ya te contó que estoy en otro país haciendo otra vida y que llamo la atención de muchos hombres, pero que sigo pensando que eso está sobrevalorado.
     El caso es que aunque ya no estás alrededor, ayer soñé con tu recuerdo y sentí acumularse en mi pecho todo el amor que no pude entregarte en aquellos años en los que estuve tan dispuesta a tachar de mi lista, tantas primeras veces que contigo hubiera querido repetir una y otra vez hasta el cansancio. ¿Ves? ¿Ves lo que hacen los recuerdos? Hasta pude sentir en mi piel tu calor, el calor de ese abrazo que nunca nos dimos, justamente porque nunca mis ojos pudieron divisarte en la cercanía, aunque, si le hubieras preguntado a mi corazón, él podría haberte dicho con toda seguridad que estabas justo allí a mi costado, intentando escalar el muro… el muro, ya sabes a qué me refiero, y si no, pues vuelve a leer el título. Léelo, léelo hasta que entiendas que no entiendo qué juego de la luna provocó en mí estas ganas de soñarte, pero ya ves, ¿de verdad puedes verlo? Hay personas que como recuerdos se accionan por tantos aromas, palabras o solo por coincidencia…
     … pero ahora, ahora que ya es demasiado tarde para ver debajo de mis ojos, solo puedo decirte que esta rareza del destino me dejó formulando al viento preguntas que solo pude responder con una sonrisa, la más soñadora, la más nostálgica, pero también la más sabia, porque esta vez sé que mañana la vida continuará igual: así sin ti y nuevamente sin soñarte, esperando sin hacerlo que otra cosa, quizá no identificada, vuelva a accionar en mí tu recuerdo, el más bonito recuerdo.
Yo estoy bien, y sé que tú también. 
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lunes, 6 de marzo de 2017

... De la vida.

Quisimos comenzar algo, 
justo desde su final.

Ilesa.

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   Sigo creyendo que hay un nosotros, no sé cómo ni cuándo, siquiera si verdaderamente existimos alguna vez, pero creo que de hecho algo nos tenemos deparado para los dos. Créeme, he tenido esta clase de presentimientos antes, mi sexto sentido, ese que te intuyó en mis días más oscuros, nunca se equivoca, o al menos no en estas cosas tan complicadas del querer. Sabes cómo hablarme y de hecho te he abierto mi corazón. Quizás lo sabrías con más convicción si la vida nos hubiera unido desde antes, y no desde ese final incierto que tantas veces intentamos convertir en un inicio forzado, pero ya ves, a veces las cosas suceden y otras veces simplemente se quedan suspendidas en el aire, esperando una decisión, unas palabras o el silencio más elocuente. A fin de cuentas, siempre he creído que el alma no necesita hablar para hacerse escuchar, y que solo algunos -algunos pocos diría yo-, son capaces de reproducir lo que nos quiere decir. 
   Me gusta pensar que esta mujer que soy hoy queriéndote aún con tantas razones para no hacerlo, está actuando a través de su alma, ¿te gusta esa idea? A mí me hace sonreír, y es que la verdad estoy cansada de estar triste, pero es que soy una mujer tan inquieta que no puedo dejarte en un solo sitio, y a veces te muevo de mi lugar feliz hacia los rincones más oscuros del pensamiento, donde luego, ni mis propias manos pueden recuperarte, ¿y por qué? ¿por qué me hago esto? ¿qué hay de malo conmigo? Quizás, tan solo estoy enferma del alma, porque de allí, y solo de allí se puede querer a alguien como yo te quiero a ti. 
   Créeme, cree estas palabras, de verdad han salido de lo más profundo de mi corazón para ser entregadas a ti, quizás con la lenta rapidez de los designios, pero aquí en mi pecho estaban y ahora hacia ti navegarán en este mar enorme y magnífico que somos, tan complejo y tan profundo, que la verdad no me molestaría en contarle a alguien más todo lo que nos define y nos une. Nadie entendería, ¿no lo crees? Pero así es el amor: complicado, y más cuando viene del alma como ya lo he dicho. Créeme, he meditado en esto, porque estoy cansada de estar triste y de perderte tantas veces a causa de esta ansiedad maldita que es mi peor defecto y que a la vez me consume en desgarradores pensamientos sin ti, o sobre tu ausencia, o sobre lo que sería mejor para los dos... en fin, hoy solo quiero pensar que lo mejor para los dos es esto que sostenemos aún, tú de un extremo y yo del otro, sí, esto que cuidamos tanto de las adversidades y es nuestro amuleto y nuestra suerte. Créeme, debemos cuidarlo, y tú debes mantenerme alejada de mis pensamientos. No me dejes sola tanto tiempo. Háblame, de lo que sea, pero háblame, porque la verdad es que estoy cansada de estar triste, siempre pensando, pensando en tantas cosas...

Esta soy yo, 
de nuevo queriéndote
después de la tempestad.


martes, 31 de enero de 2017

Estragos.

   
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   Yo estaba allí sentada en el sofá, viendo mi balcón como siempre, meditando en tantas cosas, cuando de repente los estragos de compartirte me hicieron despertar y una ira sin remedio y sin aviso dominó mis impulsos. Me incorporé de golpe, ardieron mis manos imaginando que eran sus manos, estalló mi corazón soñando que era de otros y un fuego que se apoderaba de la habitación como conducido por la pólvora empezó por incinerarlo todo desde el centro de mi pecho hasta las sábanas de la cama, mientras en mi cabeza un coro de ángeles negros cantaba: Eres mío y no quiero compartirte. Pero, ¿hacia dónde vas y por qué no apresuramos ya las cosas? No quiero salir más. Ámame en cambio, pero hazlo rápido, porque no soporto verte en otros brazos ni mucho menos reflejado en otras manos. Yo te quiero, aquí, solo para mí. Ahora es lo que importa, y lo sé, lo supe cuando aquel día después de escuchar tus palabras una ráfaga de maldiciones me arrasó, minimizando mi dignidad, destruyendo mi falsa indiferencia, desapareciendo cada ápice de cordura en mí, como un abismo sumergiéndome en la incertidumbre de adivinarte de otra... y entonces de nuevo los estragos de compartirte me hicieron entender que hay amores que no son buenos para el cuerpo, pero que nos gusta vivir porque nos llevan al extremo... y en el extremo estoy por ti y sin ti, aquí sentada en este sofá ardiendo en llamas, y tú del otro lado de Maracaibo sonriendo quizás, porque a pesar de ser esta "mujer acertijo" que tanto odias, terminé por darte la satisfacción de no poder ocultar estos malditos estragos de quererte. Y en mi cabeza un coro de ángeles negros sigue cantando la misma canción: Eres mío y no quiero compartirte, pero dime ¿qué hago con eso? ¿qué hago con los celos?

...
La ciudad intacta
en medio de la
tempestad 
más 
silenciosa.

miércoles, 25 de enero de 2017

¿Qué te distrae?

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   De nuevo has dejado las luces encendidas y te has ido a trabajar, o como tú dirías: "a hacer otro intento". De nuevo el café se ha derramado sobre la mesa y la cama es un desastre. Solo tuviste tiempo de arreglar tu cabello, pero ¿y los papeles? ¿ese cúmulo de manuscritos tirados sin orden alguno sobre la biblioteca? ¿qué harás, qué haremos con esa mierda?
   De nuevo olvidaste cerrar las cortinas y la casa entera fue envuelta por una ardiente humareda de sol y carbón, ¿en qué piensas tanto? Siempre me lo pregunto, y de hecho fue así cuando el otro día olvidaste las llaves en la oficina obligándonos a esperar durante horas sentadas en el tercer escalón de esas escaleras por las que tantas veces has soñado caer, ¿recuerdas ese día? La desesperación te cegó.
   De nuevo te formularon la misma pregunta y olvidaste la respuesta. Artículo 240, artículo 240. No lo olvides de nuevo, por favor, porque entonces podrías darle inicio a una guerra perdida de inconformidad y tristeza. Dos cuarenta, recuérdalo... porque si no lo haces un millón de cosas seguirán "siendo tu culpa", como cuando la semana pasada olvidaste la última parte del Padre Nuestro y tan solo balbuceaste palabras inexistentes frente al altar como una maldita pecadora, y entonces sentiste desatar una de las siete plagas universales, ¿lo recuerdas? Yo te decía que no era tan malo, y tú, con la vista fija en el espejo, me decías que eras un desastre, que no se repetiría...
   ... pero el domingo siguiente olvidaste el inicio, sin lograr tomar el hilo después, y yo no podía dejar de preguntarme: ¿qué te distrae? ¿qué es capaz de volarnos tu concentración tan profundamente? Han pasado días y aún sigues ajena a todo, ¿por qué? ¿qué te distrae?
   De nuevo dejaste la ventana abierta y el frío de la noche nos congeló los pies. Tú te lamentabas de los caminos y veredas que dejaríamos de recorrer por la mañana, y yo, al otro lado de nosotras, tan solo me preguntaba: ¿qué te ha robado de mi lado estos confusos días de enero? ¿Y por qué nos ha tomado tanto tiempo? ¿Qué te distrae?

6:50 am

domingo, 22 de enero de 2017

La mujer reticente.

   Ahora creo que lo entiendo. Mi vida, esta vida que transito y en la que no estás, no se siente completa, y en consecuencia soy siempre una mujer inconforme. Quizás aceptar tantas cosas que llevo días pensando en silencio, sea la solución liberadora del yugo que me mantiene atada a esta constante y diaria pesadumbre de tu ausencia  que me hace sentir tan jodidamente cansada de tu nombre, ese que a pesar de tantos de nuestros pesares, necesita ser pronunciado por mis labios para sentir que vuelve el aliento y se detiene la asfixia, la asfixia desesperante de no hallarte sino en recuerdos que hubiera querido atesorar, pero que ahora me resultan cada día más insuficientes para cubrir la demanda de mi corazón, ese que a diario me exige cualquier cosa tuya vívida y reciente para continuar bombeando... 
   ... pero entonces lo sé, o al menos lo supe cuando empecé a perder en mi memoria la precisión de tantas palabras y de tantos lugares, olores y temperaturas. Ahora, apresurada y preocupada, lo sé. Lo supe cuando todo empezó a perderse en mí emulando un enorme recipiente de desechos que lentamente acumulaba con ansias frenéticas esta necesidad aun más loca de ti... 
   ... Sí. Lo supe. Y ahora al menos soy capaz de admitirlo: Fui y sigo siendo una mujer enamorada a quien sus propios criterios le pusieron una trampa para sorprenderla con la débil naturaleza de sus teorías sobre el amor. Soy una mujer de absurda cordura, cansada de ser correcta, y molesta de extrañarte hasta que ya no sabe cómo idealizarte. Soy una histérica, una falsa mujer de falsa indiferencia que disfruta a veces estar sin ser notada, tanto como despertar tu curiosidad desde el punto más alto de la escala. Soy esta mujer bipolar y viciosa que en realidad no te oculta cosas y es tan simple que a veces cree parecerte aburrida. Soy esta mujer no grata a la cual te le escapas y en vez de quejarse, es capaz de imitarte sin ningún tipo de culpa. Soy la mujer que te extraña y ama tanto su libertad que en días cualquieras por razones aparentemente infundadas decide escabullirse hacia la soledad, para regresar luego con la necesidad de ti desbordándose justo en el tope.
   Soy, en conclusión, una nueva yo después de quererte a ti, y dispuesta a aceptar que padece de un humor cambiante y de un millón de malditas inseguridades. Eso soy. Soy esa mujer que desea fervientemente sentirse cómoda y orgullosa de cada insólita ambigüedad que se cruce en su maniática cabeza de mujer enamorada...
   ... porque eso fui y eso soy: Una mujer que efectivamente se enamoró de ti y que sigue sentada en silencio esperando al olvido y su tan prometido alivio. 


ahora ya puedo descansar.

sábado, 14 de enero de 2017

Cruz.

 


   Cruz, acostumbrábamos reírnos de la distancia para no llorarla tantos días de estar separados. Ambos escuchábamos 'Nada valgo sin tu amor' de Juanes para después dedicárnosla en las noches más tristes de ausencia y soledad, riéndonos de nuevo porque éramos, como tú lo decías: 'unos carajitos muy dramáticos'.
   Cruz, siempre extrañé tu acento coreano y tus franelas de rayas, tus visitas para almorzar en mi casa y tus excusas para quedarte a solas conmigo. 'Alana es una miedosa', solías decir, y terminabas por acompañarme a comprar esos helados de fresa con leche que tanto nos gustaban y que yo me terminaba antes que tú para pedirte del tuyo. ¿Recuerdas? Me enviabas frases de libros que leías a las tres de la madrugada, porque a esa hora 'te concentrabas mejor', mientras que yo veía series asiáticas sentada frente a mi computadora. 'Te quiero muchísimo', me decías en mis cumpleaños, dándome uno de esos abrazos larguísimos tan parecidos a los que nos dimos aquel trágico día de febrero en el que tuve que aceptar que ya no te vería frente a mí sonriendo.
   Cruz, pero como todo lo que es real, regresaste a mí convertido en este maravilloso hombre de veintitantos que ahora me mira con el suficiente amor y cariño como para hacerme olvidar tantas cosas que quiero dejar atrás, dándome la libertad de escribir palabras como estas sin preguntar y sin juzgar, porque tú, Cruz, tú me conoces tanto que adivinaste de inmediato que sufría y viniste a mí para hacerme reír de nuevo, y ya no por la distancia que nos separó, sino por la irónica cercanía que esta vida tan loca nos deparó.
   Cruz, ahora que estás aquí de nuevo, tan solo quiero hablar de nosotros y de lo enamorada que me siento. Cruz, quiero hablarte de nuestros besos, esos que esperaron tantos años y madurez para poder hacerse realidad y que hoy me saben a tanta gloria que podría jurar que los años tan solo los hicieron más dulces. 
   Mi vecino lejano, ya no eres tan lejano, no se por cuánto tiempo, no sé por cuántos días, pero mientras te tenga cerca no quiero soltarte...
   ... y no lo haré, porque no solo nosotros crecimos, sino también el cariño.
   Cruz, te quiero muchísimo. 

Ya no puedo llamarte mi vecino lejano...
... ¿y a quién le importa?