viernes, 30 de enero de 2015

Maracaibo gris.

     


       Maracaibo, te has tornado gris en estos días, ya no te imagino si no es con tus trajes de ejecutivo y tus sobres amarillos. Das mucho trabajo, sí. Me vuelves loca, sí. Dime qué puedo hacer, el sol y la sequía nublan mi vista, ya no encuentro tus playas imaginarias ni tus cielos estrellados, ya no me asomo en el balcón por miedo a que se convierta en un deber, ya hasta he dejado de escribir y nadie es más culpable que tú, mi Maracaibo gris.
      Ya ves, veinte años y acomplejada, veinte años y casi abogada y ahora todo se me vuelve confuso gracias a ti. Creo que me has absorbido lentamente, te llevaste en tus frías ventiscas a la niña soñadora y ahora solo queda este lienzo ennegrecido que soy, con mi cabello corto, con las faldas de oficina, con los malditos nervios y el miedo... el terrible miedo de decir algo inapropiado. Es todo tu culpa, mi Maracaibo gris, he perdido el color junto a ti.
       A veces (pocas) me preguntó qué hago allí, en medio de tantos parecidos a ti y recuerdo que te hice la promesa mas tonta y absurda de la vida: sacarte halagos a punta de reconocimientos. No sabía que te había entregado tantas cosas, mi Maracaibo gris: te di a la niña que fui, te di el diario, te di mis ilusiones, dejé de creer en ellas, te di esa pluma de acero que tanto custodié. Maracaibo, te has tornado gris y sin movimiento. Gris y sin sonido. Muerta estás, mi ciudad de siempre y yo muriéndome contigo metida en este traje de ejecutiva que tanto me aprieta las manos... que tanto me deja sin aire.

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