lunes, 5 de octubre de 2015

El cigarrillo.

  

  Él me preguntó con su cigarrillo en mano, muy cauteloso: ¿Qué obscuridad te antecede?, y yo, más dudosa que perspicaz vacilé par de veces en mi respuesta.
La vida, le contesté finalmente, sin pensarlo mucho. Él apagó su fuego y se concentró en mí.
   Qué maravillosa respuesta, me dijo, luego de meditarlo un poco.
  Yo di una patada en el aire, intentando recuperar la confianza. Y a ti, ¿qué obscuridad te antecede?, le pregunté.
   Él dejó de mirarme y sacó otro cigarrillo de su bolsillo, mientras lo prendía con suma parsimonia observaba el cielo ponerse cada vez más profundo. El aire soplaba, pero no como suele hacerlo, sino con más fuerza, con más deseo.
   Me antecede el humo de este cigarrillo, dijo con un hilo de voz, volviendo a apagar su cigarrillo. A él solo lo antecedía el presente.

Oxímoron.


Ahora me tocará ser la idiota que pone alto al fuego y explosiona tu cabeza con tan solo una mirada. Seré ahora la guerra y la paz, un oxímoron, catarsis y repulsión, angustia y tranquilidad. Seré la idiota que haga ruido en tu corazón, seré retórica y retorcida, una bala perdida, maldita, bendita. Seré el Muro de Berlín, la fuerza aliada, todas las guerras mundiales, aquí, ahora... y haré rodar desde tus ojos las lágrimas más frías y pesadas, tus secretos mas oscuros, tu pensamiento más absurdo.
Haré estallar tu cabeza con la ambigua pólvora de mis palabras.
Seré cicatriz, para ti, y la herida más abierta después de tus manos. Me llevaré tus brazos para que por las noches rodeen el vacío extenso que señalan mis manos... y sin manos haré tu cabeza detonar. Sin esfuerzo en dinamita te convertirás.
Confundido resurgirás, jadeando vendrás y sin aliento dirás: a la mierda la noche, hazme volar dos veces más y te pago con la luna.
Y, malvada, hice arder en llamas tus ojos una vez más.

De la malvada,
atentamente para ti.