lunes, 24 de octubre de 2011

Tan sólo tú.


     Aquí estoy de nuevo, ante ti, gobernada por mis nervios, azotada por la lluvia, en medio de la calle desierta, la ropa empapada, el cabello hecho un desastre, el maquillaje corrido y cierto nerviosismo, mi reloj no era a prueba de agua, mi cuerpo temblaba a causa del frío, pero aún así no estaba dispuesta a moverme; había llegado tan lejos por ti, para capturar este instante en mi cabeza y no dejar escapar ni el más mínimo detalle. La noche estaba ligada a un intrigante misterio, ¿cómo llegamos a este punto? ¿cómo dos personas que se conocen tanto no pueden tener idea de lo que hará el otro en un momento tan importante? ¿Cuándo te volviste insondable para este par de pupilas mías que no han hecho más que observarte desde que te cruzaste en su camino?
     Pero... ¿tú que pensabas? En ese instante, a pesar de que era un desastre masivo, ¿pensabas que era ese el momento perfecto? Bajo la lluvia, eso podía ser romántico, pero creo que eso no dependía del ambiente, si no de nosotros mismo, que nos mirábamos con impaciencia, como si jugáramos un juego en cámara lenta.
     La lluvia no cesaba, oía cada gota chocar contra el pavimento y expandirse bajo la suela de mis zapatos, oía mi corazón desbocado al song del viento que mecía dificultosamente mi cabello... A ti te tenía en frente y, aunque desconocía qué había más allá de esta calle o si quiera tenía idea de la hora, tú eras mi más enorme misterio de la noche, temblando, respirando sigilosamente, naufragando en una lluvia de dudas, inmerso en pensamientos que desconocía y hoy lo sigo haciendo, pero siendo el único alrededor, siendo lo único que yo quería ver e ese instante, siendo tan sólo tú.
     Y todavía recuerdo esa noche como si hubiera sido ayer: Mi primer beso, nuestro primer beso.
     Se había sentido tan sublime, tan perfecto, tan corto y adictivo y yo sólo me preguntaba si cada beso sería así por siempre, si siempre se sentía este encanto inmediato y ese mareo desvergonzado... o sólo esto pasaba contigo. Lo cierto es que nunca lo supe y, a estas alturas, creo que nunca lo sabré... pues no he probado ni probaré otros labios aparte de los tuyos.
Yo me quedo con esos que me regalaron mi primer beso,
nuestro primer beso, esos que me das tan sólo .

No hay comentarios:

Publicar un comentario