viernes, 15 de noviembre de 2013

Hacer llegar a José, por favor.

  "Contigo, quizás, tendré que ser la necia que nunca he querido ser, pero tú también tendrás que ser el injusto, José, y aceptar sin tanto orgullo y con una pizca de resignación mi sencilla resolución: No descuides a alguien a quien le prometiste alguna vez, con mucho entusiasmo, no descuidar jamás.
   No sé cómo lucirá esto allá en Anzoátegui, pero aquí en el Zulia es un vacío mollejúo, así como el puente o tus playas, esas de las que tanto solías presumir en aquellas largas conversaciones que solíamos tener y que me he puesto a recordar con nostalgia durante este largo tiempo que llevamos sin hablarnos de cualquier cosa. 
   Sé que no soy la mejor para reclamarte de regreso, eso lo sé a la perfección, José, pero al menos deseo que sepas valorar este valiente gesto impulsivo de volver a escribirte, al igual que estas ganas inmensas de traerte de vuelta y recuperar aquellas llamadas telefónicas, aquellos encuentros por Skype, las infinitas conversaciones por el celular, también para disfrutar una buena conversación y seguir quejándonos de la distancia que nos separa, en fin, para lo que sea que queramos compartir, siempre y cuando aún puedas pronunciar mi nombre sin sentir rencor o sin que yo te suene o te sepa a pasado, ya que lo único que he sabido de ti es que eres feliz y, aunque eso me satisface mucho, confieso que yo aún sigo sintiéndome aquí, estancada, tiesa en el lugar de siempre, observando callada cómo la gente continúa, dando golpecitos de ánimo en sus espaldas.
   José, confieso que últimamente he sentido mucho miedo de terminar de perderme en tu día a día y, aunque luego me regañes por decir tonterías, quiero que sepas que soy sincera al decirte que creo que ya no me quieres en tu vida justamente porque compartimos una época de dolor, de decepciones amorosas y falsas alarmas; compartimos tantas desdichas personales que quizás ahora sólo quieres verme como algo más que tuviste que dejar atrás para poder continuar.
   Sea lo que sea, tu felicidad me da envidia, pero no esa venenosa envidia que nos hace malas personas, sino aquella que sentimos cuando se quiere ser igual de dichosos pero sin quitar la dicha ajena. Por ello, te deseo que sigas sonriendo.
  Este escrito, José, es más egoísta de lo que parece, pues lo he escrito más con la intención de desahogarme que cualquier otra cosa. A fin de cuentas, discúlpame también por eso."

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