lunes, 4 de noviembre de 2013

No te quiero así, sino aquí.

   

   
   ¿Qué haces conmigo?
   ¿Por qué no adviertes tu llegada?
   Ayer apagué mi celular adrede porque tardaste mucho en responder... y no es la primera vez que lo hago. Sabes que te he ofrecido cambiar pero... si tú no cambias, ¿cómo cambio mi cordura por la locura que tanto me pides?
   Cuando me conociste usaba lentes para leer y me acostaba a las nueve en punto. Ahora, ¿tú quieres a una mujer descontrolada y hermosa? ¿tú quieres que grite, que no piense?
   "Así es la gente enamorada", crees. No yo. No la de los libros. 
   "Tú no estás enamorada", dices. No de la loca forma que aspiras. Te quiero a mi manera, con lógica, con desgarrador realismo, con minuciosidad.
   Te quiero a manera de reflexión. A manera de silenciosa admiración. Como una espectadora meditabunda. Te quiero como querría un filósofo a su filosofía. Te quiero como una amiga avergonzada de su amigo.
   "Tú no te pones celosa", te quejas. No de la forma que te gustaría, pero sí a mi manera.
   Ayer me dijiste que me llamarías y me quedé esperando acostada en mi cama. La madrugada se hizo larga y tediosa... esa es mi manera de quererte: esperando en silencio.
   "Pero, ¿cómo me entero que es así que me quieres?", preguntas. 
   "Poniéndote en mi lugar", te digo, "... pensando: ¿qué no haría la mujer en que quiero convertirla?"
   Así, quizás, sabrías que te quiero con esta urgente necesidad de no demostrártelo.
   Así, quizás, descubrirías, que no te quiero así como me pides, sino aquí como ya no estás.

... de recordarte a veces salen cosas como esta.


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