viernes, 3 de enero de 2014

Caramelos.

   

   Yo era simple. Yo no andaba regalando caramelos por ahí a todo el mundo y ya sabes... sabes que a todos nos gustan los dulces y más si son regalados.
   Me matas. Me matas con toda esa planificación, con tu predisposición a enamorarte. A ti solo te gustan todas y tú le gustas a todas. No me trates como una bebé, le causas caries hasta a mujeres de cuarenta.
   Hey! Mira este desastre nada más, eres como un tornado, cuando llegas arrasas con todo y sólo das la típica excusa de que la cocina no funciona y el agua está fría. Hey! Solo das vueltas por toda la ciudad con tu nuevo par de zapatos, ¿y yo? Yo me recojo la falda para correr por todas las calles y avenidas: ¿dónde estarás? ¿dónde te metes siempre? Yo era tan, tan simple y tú... arg! Tú te paseas por la gran ciudad alardeando tu nuevo accesorio.
   Hey! Brillo más que el sol, debo valer más que un diamante, llena de sangre y riñones. Seguro debo valer más que la prostituta que recogiste el otro día en aquella esquina.
   A ella no le diste caramelos, le diste dinero como para que se comprara una hamburguesa y dejara de fastidiar. A ella no la miraste, le diste de comer.
   Malditos caramelos, cariño. Los quiero todos para mí, dámelos antes de que te vayas y vuelva a ser yo una especie de reloj de marca o una chaqueta de alguna edición limitada. 
   Quiero morir, cariño y dejar de perseguirte el resto de mis días. Quiero pintarte en la pared.
   Deja de irte cada vez que te tengo en la palma de mis manos. Dame otro par de caramelos y dime cómo soportar tu ausencia, cuando no puedo sujetarte, cuando no me demuestras cómo aceptar mi soledad. Cállate, y dime, ¿cómo conservo estos caramelos un poco más?

... inspired by Paolo Nutini.

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