miércoles, 9 de diciembre de 2015

Trece horas de televisión basura.


Trece horas de televisión basura y estorbas.
No puedo concentrarme en nada más que tú. Te sigo con la mirada como quien camina alrededor de la sombra de un árbol por días.
Trece horas de televisión basura y tú. No me queda nada, solo estas malditas horas de exquisita y asquerosa concentración... pero qué vano es solo ver la superficie de algo. Yo soy de las que prefiere conocer el fondo de todo, las razones, los impulsos. Soy un ser curioso perdido en la insolencia del olvido. Sí, la insolencia del olvido, de tu olvido.
Trece horas de no verte en la cercanía, de imaginarte, de idealizarte. 
Por las mañanas te acuesto en la cama con el pensamiento, y en las tardes te siento en la mesa para el café. Te visto y desvisto a mi antojo. Eres bruma, eres fuego. En mi imaginación lo eres todo.
A través de esta pantalla eres nada.
Trece horas de televisión basura y un remolino de dulces, desidia y ansiedad me ataca: quedo atascada.
Por las noches te imagino salvándome de las mil bestias que padezco. Demonios, animales. No lo sé.
Te quiero de vuelta, solo eso sé: te quiero aquí en este espacio vacío que dejaste, justo en donde tu sombra pernocta de martes a viernes.
Te quiero, ya no en mis trece horas de televisión basura, sino aquí, allá, resurgiendo, muriendo, callando, mirando, o como diría el viento: silbando.
Trece horas de televisión basura y es cada vez menor mi capacidad de imaginar.
No es útil una mujer en la cama sin compañía, en la vida sin amante.
No es útil una mujer mirando el televisor, pensando en el adiós.
No es idílico el sin tacto, eso destruye a cualquiera...
... hasta a nosotros nos destruyó.
Trece horas de televisión basura, y ya casi te olvido.
Falta poco.

sí, trece, 
el maldito número de la mala suerte.

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