martes, 31 de enero de 2017

Estragos.

   
 Resultado de imagen para llamas ardiendo
   Yo estaba allí sentada en el sofá, viendo mi balcón como siempre, meditando en tantas cosas, cuando de repente los estragos de compartirte me hicieron despertar y una ira sin remedio y sin aviso dominó mis impulsos. Me incorporé de golpe, ardieron mis manos imaginando que eran sus manos, estalló mi corazón soñando que era de otros y un fuego que se apoderaba de la habitación como conducido por la pólvora empezó por incinerarlo todo desde el centro de mi pecho hasta las sábanas de la cama, mientras en mi cabeza un coro de ángeles negros cantaba: Eres mío y no quiero compartirte. Pero, ¿hacia dónde vas y por qué no apresuramos ya las cosas? No quiero salir más. Ámame en cambio, pero hazlo rápido, porque no soporto verte en otros brazos ni mucho menos reflejado en otras manos. Yo te quiero, aquí, solo para mí. Ahora es lo que importa, y lo sé, lo supe cuando aquel día después de escuchar tus palabras una ráfaga de maldiciones me arrasó, minimizando mi dignidad, destruyendo mi falsa indiferencia, desapareciendo cada ápice de cordura en mí, como un abismo sumergiéndome en la incertidumbre de adivinarte de otra... y entonces de nuevo los estragos de compartirte me hicieron entender que hay amores que no son buenos para el cuerpo, pero que nos gusta vivir porque nos llevan al extremo... y en el extremo estoy por ti y sin ti, aquí sentada en este sofá ardiendo en llamas, y tú del otro lado de Maracaibo sonriendo quizás, porque a pesar de ser esta "mujer acertijo" que tanto odias, terminé por darte la satisfacción de no poder ocultar estos malditos estragos de quererte. Y en mi cabeza un coro de ángeles negros sigue cantando la misma canción: Eres mío y no quiero compartirte, pero dime ¿qué hago con eso? ¿qué hago con los celos?

...
La ciudad intacta
en medio de la
tempestad 
más 
silenciosa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario