martes, 19 de junio de 2012

Ambiguo corazón.

"Grandísimo mentiroso, no me dijiste que lloraría lo que hoy lloro, no me avisaste que sería infeliz, que tendría tantas ganas de gritar, que hablarías a mis espaldas con tus amigos y serías tú el de la iniciativa. No recuerdo que mencionaras nada, que me advirtieras, no se te pasó por la cabeza gritarme, aunque sea susurrarme un "Ten cuidado, soy una basura". Grandísimo infeliz, cobarde, idiota, mi mala suerte personificada, no te mereces nada de lo que te di, no vales estas lágrimas, ni mi confianza. Cuídense "tus amigos", pues si traicionaste a la mujer que decías apreciar tanto, ¿qué quedará de ellos?Te odio, en serio, te odio tanto, mal nacido... Te odio, desde el primer momento te lo dije, ¿por qué demonios no lo mantuve?Qué gran decepción eres, hombre de pocas palabras, hombre escaso, malintencionado, que se acabe el mundo para ti. Sí, lloré cuando lo supe, pero me juré ignorarte, me juré no mirarte a los ojos, me juré salir de ese lugar y no volver a buscarte, porque eres lo peor, eres mi gran error, fuiste y siempre serás una pérdida de tiempo, unas noches en vela, serás siempre tantas palabras por decir, tantos secretos que me obligaste a guardar, serás un montón de errores, uno cometido tras otro, uno encima del otro, uno tras otro, uno junto a otro, formando la más alta montaña de desengaño y desilusión.Tú serás las miles de promesas que le robaste a nuestro Dios, serás esos besos de mentira, ese golpeteo incesante, la porquería de hombre que siempre fuiste hoy ha salido a la luz del sol.Poco hombre, quédate con ganas de más, diviértete con tus amigos. ¡¿Por qué?! ¿Por qué no me avisaste?! "Soy una basura, no creas nada de lo que te digo. Aléjate de mí", tan sólo eso, tan sólo la verdad... pero, ¿acaso le pido la verdad al más terrible mentiroso?Te odio, te odio tanto. Te lo dije antes, ¿por qué no lo mantuve?"

     Él estaba allí, frente a mí, luego de ver tan variada colección de expresiones de desagrado en su rostro mientras leía mi carta, no podía esperar algo peor; pero entonces su mirada se alzó hacia mí, haciéndome entender que había culminado, que justo acababa de ver cómo reiteradas veces le decía que lo odiaba. Sentí un miedo avasallante y empecé a temblar sin control:

- Y esto se debe a que...- aventuró.

- Nada, sólo que te estaba extrañando mucho. No le prestes mucha atención, amor... es sólo un tonto escrito.

       Luego de pensarlo durante un rato, finalmente me dijo:

- De hecho, estoy acostumbrado a que digas que me odias.

       Yo, medio avergonzada, le arrebaté el papel de las manos y empecé a romperlo en pequeños pedacitos, sorprendida ante la habilidad que el hombre tiene para hacerle perder importancia y significado a las palabras.  Sin decir nada, él me regaló un abrazo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario