"Grandísimo mentiroso, no me dijiste que lloraría lo que
hoy lloro, no me avisaste que sería infeliz, que tendría tantas ganas de
gritar, que hablarías a mis espaldas con tus amigos y serías tú el de
la iniciativa. No recuerdo que mencionaras nada, que me advirtieras, no se
te pasó por la cabeza gritarme, aunque sea susurrarme un "Ten cuidado, soy
una basura". Grandísimo infeliz, cobarde, idiota, mi mala suerte
personificada, no te mereces nada de lo que te di, no vales estas lágrimas, ni
mi confianza. Cuídense "tus amigos", pues si traicionaste a la mujer
que decías apreciar tanto, ¿qué quedará de ellos?Te odio, en serio, te odio
tanto, mal nacido... Te odio, desde el primer momento te lo dije, ¿por qué
demonios no lo mantuve?Qué gran decepción eres, hombre de pocas palabras,
hombre escaso, malintencionado, que se acabe el mundo para ti. Sí, lloré cuando
lo supe, pero me juré ignorarte, me juré no mirarte a los ojos, me juré salir
de ese lugar y no volver a buscarte, porque eres lo peor, eres mi gran error, fuiste
y siempre serás una pérdida de tiempo, unas noches en vela, serás siempre
tantas palabras por decir, tantos secretos que me obligaste a guardar, serás un
montón de errores, uno cometido tras otro, uno encima del otro, uno tras otro,
uno junto a otro, formando la más alta montaña de desengaño y desilusión.Tú
serás las miles de promesas que le robaste a nuestro Dios, serás esos besos de
mentira, ese golpeteo incesante, la porquería de hombre que siempre fuiste
hoy ha salido a la luz del sol.Poco hombre, quédate con ganas de más,
diviértete con tus amigos. ¡¿Por qué?! ¿Por qué no me avisaste?! "Soy
una basura, no creas nada de lo que te digo. Aléjate de mí", tan sólo eso,
tan sólo la verdad... pero, ¿acaso le pido la verdad al más terrible mentiroso?Te
odio, te odio tanto. Te lo dije antes, ¿por qué no lo mantuve?"
Él
estaba allí, frente a mí, luego de ver tan variada colección de expresiones de
desagrado en su rostro mientras leía mi carta, no podía esperar algo peor; pero
entonces su mirada se alzó hacia mí, haciéndome entender que había culminado,
que justo acababa de ver cómo reiteradas veces le decía que lo odiaba. Sentí un
miedo avasallante y empecé a temblar sin control:
- Y esto se debe a
que...- aventuró.
- Nada, sólo que te
estaba extrañando mucho. No le prestes mucha atención, amor... es sólo un tonto
escrito.
Luego de pensarlo durante un rato, finalmente me dijo:
- De hecho, estoy
acostumbrado a que digas que me odias.
Yo, medio avergonzada, le arrebaté el papel de las manos y empecé a
romperlo en pequeños pedacitos, sorprendida ante la habilidad que el hombre
tiene para hacerle perder importancia y significado a las palabras. Sin
decir nada, él me regaló un abrazo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario