sábado, 9 de junio de 2012

Y, ¿después qué?

     Hoy me desperté como asfixiada, era muy temprano, entre las ocho y las nueve de la mañana, ¡¿por qué?! Ayer salí hasta tarde, di vueltas por el centro comercial, me comí una barquilla de Mc' Donald sin culpa y vi ese vestido rojo, qué vestido más bonito, tenía un estilo asiático, así de esos que a mí me gustan, todo rojo... y aquí, donde yo vivo, he aprendido a huirle al color rojo, después te catalogan de tal cosa, o de otra, sin siquiera conocerte; ahora que lo pienso, ayer me quedé con ganas de varias cosas: Ir al cine, hablar con él, cachetear a la muchacha esa que... mejor no lo digo, también quería comerme esos churros -condenadamente costosos- y otra vez ir al cine, ¡quería ver Madagascar! Pero me quedé con las ganas de no entender nada y reírme en las partes que lo meritan y no beber mucho refresco por miedo a que me den ganas de ir al baño.
     El caso es que hoy desperté medio asfixiada, obstinada por la hora y sintiéndome sola, otra vez descalza; hoy me di cuenta que mi amigo y yo, ese amigo que dejé en el colegio, siempre estará ligado a mí, como sea, por las razones que sean, esporádicamente siempre volverá uno a saber del otro. Eso no me molesta, en cambio me hace feliz saber que él, por su lado, también lo es; me alegra saber que encontró algo que lo apasiona y que va hacia su sueño sin dejarse intimidar, me da gusto ver cómo me ignora y lanza indirectas, de hecho a veces hasta me río, otras veces lloro en las noches, pero en general soy feliz por él y nuestros recuerdos.
     Ayer también le pregunté a mi otra mamá si quisiera ella regresar al país donde vivió 10 años, su respuesta fue:
- Claro que sí... Hey, se me rompió la pulsera- fue algo así, breve, medio desastroso, pero yo lo tomé, en mi cabeza, como un:
- ¡Por supuesto! ¡Esa es mi otra casa! ¡Claro que me quiero regresar otra vez, visitar y recordar!
     Y yo pensé, en ese momento, que quería regalarle ese placer, que quería dibujar una sonrisa en su cara, que la mandaría mil veces para allá si es necesario, ¡es que es tan difícil complacer a esa mujer! ¡es tan difícil hacerla feliz! Y es justamente porque busco alegrarla con cosas enormes, con algo que todos puedan ver, y no... no, ¿hasta cuándo? Esa mujer es tan difícil de complacer porque es feliz con las cosas más pequeñas, esas cositas que creemos insignificantes y a veces ignoramos, ¡es por eso! A veces paso por alto esos detalles y me concentro en la montaña tras ellos; entonces ella, medio decepcionada, en silencio, va y hace todo por su cuenta... ¿Dónde están los detalles cuando los necesito? Allí, allí mismo, al pie de mi ignorancia humana.
     Hoy, después de pensar en el día de ayer, me di cuenta de que planeo hacer muchas cosas, complacer a personas importantes en mi vida y... y ¿después qué? ¿Y yo?
     En ese momento seré feliz en la felicidad de otros, seré plena en la plenitud de aquellos, me sentiré satisfecha por la satisfacción de quienes me aman y... y ¿después qué? 
     No recordaré la asfixia matutina, no recordaré por qué me peleé con mi amigo, tampoco sabré por qué demonios las ganas de ayer, las ganas cortadas, las ganas a medio camino, no recordaré nada de eso. Esas son las cosas que ignoraré (porque son detalles), tan sólo recordaré la gloria de ver a mi amigo cumpliendo su sueño y las fotos de mi otra mamá en el país donde vivió 10 años.
     Hasta entonces, tampoco entenderé que, esos detallitos que ignora mi naturaleza, son la razón de esa magnitud, de ese gozo, de esa sonrisa orgullosa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario