miércoles, 15 de mayo de 2013

Pluma de acero.

    Aquí está todo lo que necesito, todo lo que preciso y precisaré. Aquí, sumergida en tinta negra como plomo, está mi alma, mi espíritu, mi esencia, lo que aspiro ser y un día seré. Acércate un poco y observa: Aquí comprimidas en esta pequeña pluma de acero están cuatro historias, infinitas palabras, incontables fantasías, el sueño de una niña de 15 años. Es por ello que te confío mi más grande secreto: Si me arrancas mi pluma de acero de la mano, me arrancas un hígado, o quizás toda la piel, porque escribir es todo lo que sé hacer, es lo único que me sale bien, es la manera justa y precisa de expresar sentimientos, de gritar confesiones en silencio, de confiar en alguien sanamente y ponerle nombre a lo innombrable. Creo que todo aquello que no tiene nombre, se llama poesía y es, en esencia, su intangibilidad lo que somete a los curiosos y, lentamente, los convierte en usuarios, a algunos los mata y a otros les da la bienvenida, pero yo, con mi pluma de acero, siempre dispuesta, siempre acogida en su sombra, seguiré siendo fría como metal ante la tempestad en la que caemos todos los escritores. En  mi mundo no existe la competitividad, en cambio, prefiero un juego amistoso o un tú a tú con su pluma de hierro, a ver quién traza el mejor verso o quién usa las mejores palabras. Hoy no se trata del romance, hoy se trata de esa exquisita y dulce pasión que sentimos los que escribimos, los que declaramos guerra en contra de lo convencional y hemos proyectado al mundo entero en un poema, o en un escrito.

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