domingo, 22 de septiembre de 2013

Acostumbrada a la soledad.

    

    Estoy tan acostumbrada a la soledad que le huyo al roce físico de las demás personas. No estoy acostumbrada a que me tomen de la mano o que me den abrazos, para mí todo eso es extraño e incómodo y es justamente porque estoy acostumbrada a la soledad. Si tengo que cargar mi maleta lo hago sin quejarme del peso, cuando decido no responder mi celular es porque disfruto de mi soledad, si me quedo sin dinero en la noche y no tengo cómo regresarme a casa, no tengo por qué esperar que alguien aparte de mi familia se preocupe por mí, y eso es porque soy o al menos trato de ser autónoma en cada aspecto de mi vida, nunca he necesitado de un hombre para llevar mi día y, aunque sé que luzco segura de mí misma, confieso que soy un manojo de inseguridades y preguntas. No estoy acostumbrada a que me digan que soy bonita ni mucho menos al Te Quiero anticipado, no sé cómo reaccionar cuando un hombre me dice que le gusto y es por ello que muchas veces termino huyéndole al tema o volviéndome un desastre. Es porque estoy acostumbrada a la soledad. Es porque disfruto mi fugaz y eterna soledad. Es porque creo no necesitar compañía, aunque en realidad no sé qué es eso exactamente.
    Me gusta mi soledad y hasta que un hombre entienda eso y esté dispuesto a enseñarme las bondades de tener otro apoyo, seguiré pregonando mi devoción por esta cálida y reconfortable soledad.


Este escrito es enteramente personal.
No hay palabra en él 
que no lleve en su trasfondo 
un sentimiento mío.

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