miércoles, 15 de junio de 2016

Apología de ese encuentro.

   

   Llegué al bar a las nueve en punto, llevaba puesto un vestido azul y tacones. Era jueves y la ciudad parecía estar sumida en una especie de escándalo silencioso, recuerdo haber pensado que los jueves la ciudad aún sigue en movimiento, pero que las personas son un poco más conservadoras y siguen amándose y odiándose con un poco más de privacidad.
   En fin, hacían días que quería salir una noche sola a recorrer la ciudad o tomarme algo, eso supuestamente me serviría para reflexionar sobre mi vida y también para practicar el arte de la observación.
   Me senté en la barra, piernas cruzadas. Me quité el abrigo, hombros descubiertos.
— Dame un mojito, por favor— el chico detrás de la barra me sonrió y empezó a moverse para entregarme mi trago rápidamente.
   De inmediato noté a un par de hombres sentados a dos o tres puestos de mí, tomaban whisky y vestían formal. La espesa luz del local alumbraba apenas algunas facciones de sus rostros, sin embargo, en mi distancia pude divisar la barba de un par de días y los lentes para leer de uno de ellos. Él, al único que pude adivinar, lucía apesadumbrado, pero a pesar de eso tomaba fuerzas para reír un poco con su amigo y tomar de su bebida.
— Disfrútalo— me dijo el barman, volviendo a sonreír y entregándome mi trago. Estaba exquisito.
   Soy de esas personas que intenta hacer algo fuera de lo convencional al menos una vez al día, así que hoy caminé a mi closet antes de darme un baño y vi este lindo vestido azul que tengo puesto y pensé: Las personas siempre buscan 'estrenar' su ropa nueva para ser vistos por todos sus conocidos, así que terminé por decidir colocarme ese vestido y mostrárselo a gente que probablemente no volvería a ver nunca más.
   Volviendo al bar, mientras tomaba mi mojito, empezó a sonar esa vieja canción de Jarabe de Palo, "Agua", y me di cuenta que el hombre cerca de mí, con la barba y los lentes estaba solo. Parecía sumido en sus propios pensamientos, demasiado distraído, casi podía preocuparme un poco su estado. Parecía un hombre abandonado, alguien a quien la vida le estaba dando una buena paliza. Sin embargo, él sonreía en medio de su miseria y, para mi sorpresa, su sonrisa era pura y sincera.
— Mira cómo puede cambiar la perspectiva que tenemos de algunas cosas con los golpes de la vida— dijo él, volviéndome a tomar por sorpresa y evocando la paliza que supuse estaba recibiendo. Su voz era profunda.
— ¿Por qué lo dices?— pregunté.
— Antes solo me gustaba esa canción por el ritmo, pero ahora me gusta más por una mujer.
— ¿Te pasó eso que cuenta la canción?
— 'Eso'— repitió con ironía, volviendo a arrancarle una sonrisa a su tristeza—. Esa canción, como toda canción, es una obra de arte. ¿Qué cuenta? ¿Qué significa? ¿De qué trata? ¿No es todo eso subjetivo?
— Tienes razón— tuve que aceptarlo—. ¿Quieres contarle a una desconocida?
   Él se levantó de su silla dando tumbos y con una ebria elegancia se acercó a mí para sentarse a mi lado y esta vez pedir un mojito. Me preocupó que mezclara whisky con ron blanco, pero no era mi asunto.
— Ustedes pueden crearlo y destruirlo todo— dijo con firmeza. Divisé sus ojos marrones saludándome tras largas pestañas negras.
— 'Ustedes', dices...
— Las mujeres, ustedes que tienen el poder de elevarlo todo y apagarlo y encenderlo y dejarlo a uno con ganas o satisfacerlo hasta el exceso. Ustedes, que nadie las entiende, ni ustedes mismas... ustedes son el verdadero peligro.
— ¿Por qué?
— Porque son nuestro enemigo, y aún así no podemos odiarlas. Aunque no nos amen. Si nosotros ya las amamos a ustedes, no hay forma de odiar cuando se ama.
— ¿Y no es el amor un poco de odio también?
— Es cierto, pero ese tipo de odio viene cargado con más amor del que nos imaginamos, porque a veces se odia lo que no se puede tener, lo que se aleja de ti, el descontrol, lo inevitable, lo diario, lo real... y dime, ¿no es todo eso la versión más cruda del amor?
— Te refieres a esa cualidad... al lado oscuro, obsesivo, compulsivo y asqueroso de estar enamorado de alguien y que aún cuando la poca lógica que te queda te grite que es más sano olvidar o alejarse, tú simplemente no puedes. 
— Es como dejar a un ciego al volante— su mojito tenía varios minutos de haber llegado, pero él no se atrevía siquiera a concebir su presencia, seguía sumido en su propio mundo, solo que ahora, y poco a poco, yo empezaba a sentirme parte de él también—. Enamorarse es insano.
— ¿Y por qué seguimos haciéndolo?
— Es como el cuerpo humano: necesita bacterias para funcionar correctamente. El amor es la bacteria y con él somos más como nosotros mismos. Mira, supongamos que somos un engranaje, necesitamos lubricación para funcionar mejor, creo que eso es el amor, sin embargo también necesitamos encontrar a ese otro engranaje cuyos dientes encajen a la perfección con los nuestros. ¿Ves? No es fácil y a veces tampoco divertido, pero es necesario. Es vital enamorarse y perder la cabeza, así funciona mejor el cuerpo— él rió, ahora con un poco más de energía—. Sí, es sano para el cuerpo andar sin cabeza, parece una locura y lo es, ¿pero no es eso el amor?
— Una locura— repetí, ahora pensativa.
— Y es también cordura, porque en el amor nos parecemos más a lo que somos en realidad, nos aceptamos más y nos proyectamos mejor al mundo...
— Entonces el amor también es contradicción— le interrumpí—. El amor eres tú despechado en un bar, tomando whisky con un amigo, que aunque sabe que no estás bien, te deja solo. El amor eres tú derrotado y triste y aún así sonriendo con sinceridad porque te dejaron o simplemente no se sintieron como tú. El amor eres tú hablando del amor y yo escuchándote con atención. El amor está en todas partes, quiero decir, y es por eso que el amor es tanta contradicción, porque está en las alegrías y tristezas, en la guerra, en la paz, en el calor y el frío, en la salud y en la enfermedad, en el whisky, en el ron, en los ojos de todo el mundo.
   Él mantuvo un largo silencio. Lucía serio y sereno, y seguía sin tocar su nueva bebida. Finalmente, me dijo:
— El amor eres tú tentando al amor de miserables como yo con ese vestido azul cubriéndote el corazón.

¿pero no es todo esto el amor?

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