lunes, 27 de junio de 2016

Y, ¿qué opinas?

— Ahora quizás resulte gracioso para ti verme aquí, pero la vida da muchas vueltas.
— Nadie lo sabe mejor que yo— él sonrió, tomando de su whisky. Ahora vestía costosos trajes de diseñador, usaba relojes bañados en oro y hundía el acelerador de su lujoso Mercedes Benz con zapatos de cuero casi tan costosos como el bolígrafo con el que firmaba cheques con cantidades fastidiosamente elevadas.
   Nada de eso me intimidaba, yo seguía viendo al niñito ese con el que hacía aviones de papel a escondidas de la maestra en segundo grado.

      ...........................................................

   Ella sabía que vendríamos a este destacado restaurante de la ciudad, el lugar de moda en estos momentos, como diría mi hermana, y aún así vestía un par de jeans rasgados y una chaqueta de cuero, como si se tratase de la esposa de un motociclista enfurecido o que sé yo. Ella siempre había sido así: desinteresada, rebelde... sobretodo rebelde. Admito que aún ahora sigue intimidándome como lo hizo el primer día que la conocí. 
— Admito que pensé que no vendrías— le dije, jugando con la manga de mi camisa para que no notara que temblada como un maldito cobarde. Acostumbraba hacer eso en todas y cada una de mis reuniones de negocios.
— Admito que no quería venir— ella tomó de su botella de cerveza con confianza y luego soltó un suspiro—, pero sabes que no me gusta quedarme con la curiosidad.
— Y, ¿qué opinas?
   Ella quiso mirarme como lo hacía cuando éramos unos niños, pero yo miré hacia el bartender para pedir otro whisky, aunque aún no terminaba el mío.
— Sin dudas eres un hombre de negocios.

             ...........................................................

   Claro que era un hombre de negocios, eso se notaba a mil millones de kilómetros, es solo que no pensé que aquel tímido niño de siete años fuera a convertirse en este imponente hombre de treinta años, con el futuro más que garantizado y cierto aire arrogante. 
— Afortunadamente encontré lo que me apasiona en la vida, ¿y tú?
— ¿Yo?— vacilé, no solía hacerlo—. Me apasionan tantas cosas que no puedo decidirme por una.
   Él rió casualmente.
— Pero, ¿a qué te dedicas?
               ...........................................................

   Ella hizo ese gesto suyo de siempre y limpió la punta de su nariz con su muñeca. Su cabello caía sobre sus hombros. Se había convertido en una mujer atractiva y misteriosa. Una combinación perfectamente nociva.
— Hago aviones de papel por encargo— dijo finalmente. Evidentemente quería hablar de cualquier cosa, menos de trabajo, así que solo le seguí la corriente.
— Se oye como una idea millonaria, quisiera asociarme.
— Tú ya pareces bastante millonario, déjanos un poco a los demás— ella volvió a tomar de su cerveza y mi siguiente trago llegó.
— ¿Te casaste?— mucho antes de encontrarnos, ya quería hacerle esta pregunta.
— No, nunca fue de las primeras cosas en mi lista...
— Lo sé, lo sé— le interrumpí, recordando cuántas veces me hablaba de tener su propia fábrica de chicles ácidos y no precisamente de caminar hacia el altar de una Iglesia vestida de blanco.
— Aunque un tipo me lo propuso una vez— ella se rió casi malévolamente recordando—. ¿Y tú? ¿Te casaste?
— Sí, la conocí en la universidad.

              ...........................................................

   Claro que estaba casado. Era un hombre con buen porte, de buena familia, con buenos sentimientos, ahora millonario... claro que estaba casado. Siempre había sido aficionado a los compromisos, cualquiera podía darse cuenta de eso con solo ver lo comprometido que era con serle fiel a sus compañeros de grupo en la escuela. Siempre el mismo grupo para matemáticas, lengua y deporte. El amigo fiel.
— ¿Ya eres papá?— pregunté.
— Aún no... pero, ¿no tienes novio?—insistió.
— No, terminé hace algunos meses con mi pareja de cuatro años. El tiempo desgasta las relaciones.
— O te llena de curiosidad por otras.
— Eso solo sucede cuando no ves a una persona en mucho tiempo, como en nuestro caso.
— No entiendo cómo un hombre puede ser tan imbécil como para dejarte ir.
— En su defensa, yo lo dejé a él.

                
...........................................................
   
   Ella rió. Era mala. Mala y coqueta... con unos hermosos labios carnosos. 
— ¿Quieres que te confiese algo?
— Claro que sí.
— Siempre me gustaste en la escuela.
— Ay por Dios, esto de encontrarse con un viejo amigo del colegio es tan cliché— ella afincó su barbilla sobre su mano, luciendo aburrida. Nunca había sentido tanto miedo en mi fucking vida—. Sin embargo, tú también me gustabas mucho— de repente sentí que el alma me volvía al cuerpo y quise dármelas de listo.
  

               
...........................................................

   Mi pequeño y viejo amigo era encantador, seguía siéndolo tras ese traje negro y el perfume de marca, pero aún así era hombre, así que querría tomar ventaja de la situación. No podía odiarlo por eso, porque como dije, es hombre... y además siempre es emocionante imaginar tener un romance con ese amor del colegio que nunca pudo materializarse.
— ¿Puedo confesarte otra cosa?— preguntó, inclinándose un poco hacia mí. Noté que temblaba, siempre temblaba, nunca fue bueno escondiendo eso.
— Adelante...
— Siempre quise besarte.
— Yo también, sin dudas.
— Lástima que nos reencontremos en esta situación— no crean que este hombre lo dice en serio, tan solo pone a prueba mi fuerza. 

...........................................................       
          
   Si ella daba tan solo una pequeña señal de no importarle que yo estuviera casado, era capaz de besarla allí mismo sin que nada importara en lo absoluto, aunque estaba en un lugar público y bastante frecuentado por conocidos, tanto míos como de mi esposa. 
   Sin embargo,  no era lo suficientemente imbécil como para dejar que algo más allá de un beso pasara... o al menos eso digo ahora, antes de que sus labios pudieran desatar una locura bastante probable.
— Creo que nos quedaremos con la curiosidad— dijo entonces. Claro, siempre se había dado a respetar.
   Por momentos quería que fuera una de esas mujeres de fácil acceso y dejara que la besara, pero también había una parte de mi ser, quizá lo que queda de aquel tímido niño que tanto respeto y miedo le tenía a su rebelde amiga, que imploraba que esta siguiera siendo ruda y extremadamente correcta. Para tener siete años, ella ya sabía bastante bien lo que quería ser en un futuro, y hoy tengo esa certeza infantil sentada frente a mí, tomando una cerveza y respondiendo inteligentemente a cada una de las cosas que salen de mi boca.
...........................................................

   Podía ver la decepción en sus ojos, ¿él podía ver la mía? Esperaba que no.
— Por favor, no perdamos el contacto— me dijo, sonriendo casi orgulloso de mí.
— Lo mantendremos, pero a raya. Es lo mejor... ya que cada uno quiere besar al otro...
— Tienes razón, es como jugar con fuego.
—... o retar al diablo.
— En fin, es un peligro.
...........................................................

   Ella sonrió.
— ¿Recuerdas aquella vez que tu borrador desapareció en segundo grado?
— Claro, era nuevo y tenía una calcomanía de Goku.
— Yo te lo robé.
   Mi primera reacción fue soltar una carcajada.
— ¿Por qué me robaste? ¿Qué te hice?
— ¡Pues nada! Pero admitámoslo, todos éramos algo cleptómanos cuando niños, ¿o no?
   Ella rió.
                  ...........................................................

   Él rió.

— Estás totalmente loca— me dijo, y era cierto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario