martes, 24 de abril de 2012

Un último encuentro.

     Ahora que voy a verte pronto, recuerdo lo que causabas en mí, las sonrisas que muchas veces me arrebataste sin intención, las palabras que me dirigiste, esa hora exacta de nuestro encuentro, ni más ni menos, y yo siempre estaba allí, de fondo un rayo de luz. Frente a mí: Tú; que eras como el amanecer, que significabas para mí lo más hermoso y lo más distante; de extremo a extremo eras dolor y pasión, a veces alegría, de vez en cuando lágrimas. Recuerdo esa noches, la peor de todas desde que te conozco: mis lágrimas rodaban por mis mejillas como agua de lluvia, el dolor era enorme, ¡tú ni te imaginas cuánto! Quizá era el dolor de encontrarte aún más lejano, más imposible. Quizá era el dolor de saber que no volvería a verte. O quizá, sólo quizá, era miedo, miedo de perder mi horizonte, mi destino, mi universo entero, miedo de perderte a ti. ¡Trágica noche esa! ¡tú ni te imaginas! Pero ahora que voy a verte pronto, vuelvo a recordarte, esas noches vacías, esas mañanas vagas, las lágrimas derramadas, el temor, la ira a veces, el rayo de luz, las sonrisas que de mis labios florecían a causa tuya, mi creador, mi primer amor, tú, amor impotente, amor que no puedo ofrecer...
     Ahora que te veo, no sé qué decirte, tal vez sólo sonreír estaría bien, pero todo aquello aparte de regalarte un abrazo, sería tan falso como mi alegría en tu ausencia, sería una sonrisa mía sin ti: Falsa, en su totalidad.
     Pero... ahora que te veo, ¿tú también me quieres abrazar? ¿tú también me extrañaste? ¿tú recuerdas el rayo de luz a mis espaldas? ¿tú... tú escuchaste una canción en mi memoria?

       Por ser éste, posiblemente, nuestro último encuentro, ¿podrías responder con sinceridad a mis preguntas?

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