miércoles, 26 de agosto de 2015

Sacarte de mi sistema.

   

   Estas confesiones se quedaron atascadas en el infinito silencio de esas palabras que no digo, en ese silencio sin razón que muerde y me hace, a veces, la mujer atrevida que quiero ser y muchas veces no soy. Estas palabras, antídotos para el veneno de tu locura, quiero sacármelas del sistema, escupirlas, lanzarlas como dardos tóxicos justo en tu frente, clavarlas allí para que no las olvides, quizás por la embriaguez, por el dolor o por la sorpresa, como sea, por lo que fuera. 
   Estas malditas palabras, casi pecaminosas, las del escarmiento, estas mismas te diré un día con dos o tres tragos encima, con una valentía de idiota funcionando como timón de este cuerpo que te inventa a veces por las noches, este cuerpo que te inventa sincero y directo, sin cervezas, sin preguntas absurdas ni heridas.
   Tengo que sacarte de mi sistema, cada parte de mi ser, toda la extensión de mi cuerpo necesita desintoxicarse de ti: ponzoña. Eso eres, veneno. Veneno y obstáculo y por eso tengo que sacarme del sistema estas palabras que me resecan la garganta cuando hablamos, estas palabras que me quitan el aliento, que me dejan sin aire y me suben por la espalda como un escalofrío.          Estas mismas palabras que padezco tengo que decírtelas un día... y de decirlas, ¿qué pasaría? Estoy segura de que nada. Nada pasaría... nada. Estas palabras que tanto quiero sacarme del sistema, en el peor de los casos, podrían dejarnos sin palabras a ambos, ya sabes, terminar con este invento de amistad que tenemos. Sí, estas malditas palabras que son confesión y a la vez también dolor, estas que sueño y son pesadilla, las punzantes, las mismas palabras sentimentales, esas que tengo que sacarme del sistema para poder estar tranquila, esas mismas te las diré un día con dos o tres tragos encima.

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