Tengo que sacarte de mi mente, y hacerlo lentamente, como
aquellos besos de noviembre en el cuello. Lento como cuando nos queríamos de
cuerpo de cuerpo, como un dulce arrebato de locura, como enamorándonos
después de sufrir, como la luna en enero, en tu pecho, como cuando me
acariciabas el cabello… así, tan lento, como una mirada en el tiempo o un
recuerdo de anhelo. Tengo que sacarte de mi vida, de mi aliento, de mis palabras que te invocan
como el único verbo accionado por este cuerpo. Este cuerpo que te extraña, que
te grita y te adivina como masoquista. Tengo que… tengo que olvidarme de ti.
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