martes, 15 de marzo de 2016

Ah, nuestros besos.

   Te extraño, pocas veces extraño a las personas de este modo. Cada mañana cuando salgo de la cama y pongo mis dos pies sobre el piso helado: te extraño. Mientras me visto te pienso, al colocarme las sandalias, al salir de mi casa, cuando la calle me golpea la cara: te extraño, y al llegar del trabajo es lo mismo. Siempre estoy yo extrañándote. A mitad de la mañana, a la hora del almuerzo, al caer la noche, acostada en mi cama mirando el techo, recordando mis certezas, en esos momentos donde la soledad me grita en la cara y el ajetreo rutinario queda atrás, es en esos momentos cuando más te extraño, porque no dejo de pensar en nuestros mejores momentos. En tu mano sosteniendo la mía, tu tranquilidad lidiando con mi falta de ella, tu mirada pacífica, tus besos… ah, tus besos, nuestros besos. Los mejores, sin dudas. ¿Cómo no extrañarte? Si el recuerdo de tus besos me hace cosquillas en el cuello y los hombros. ¿Cómo no extrañarte?, si los fantasmas de tus besos suben por mi espalda como un escalofrío. Ah, nuestros besos. Los mejores besos. Extraño tus besos.

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