domingo, 31 de julio de 2016

Mi amor, no eres una roca.

   

   Mi amor, no eres una roca, pensé que aquellos días se habían acabado, pero me equivoqué, de nuevo me dices que eres una roca y me pregunto: ¿puedo seguir llamándote mi amor o es que ya ni eso puedo hacer por nosotros? Tú, seguro molesta y sumida en tu silencio eterno, me dirías que puedo hacer lo que quiera, que no eres quién para reclamar o que no puedes expresarme tus desacuerdos, pero, si tú no eres quién para sentir en voz alta, ¿quién soy yo para quererte así como te he querido todos estos años? No lo sé, dirías, no lo sé, y entonces yo tendría que volver a decírtelo: No eres una roca, mi amor, y seguro continuarías sonriendo con esa tristeza tuya que se parece más a la lluvia que al sol y me llena de tanto frío y vacío. Y yo entonces debería insistir con el tema y decirte: Quiéreme como sé que lo haces, ¿ves? No eres una roca, pero entonces terminaría fallándote de nuevo y ya ves, ves que aunque lo hago todo el tiempo, no se siente bien.
   No quiero que te sigas sintiendo así conmigo, así como sé que te sientes, y a lo cual no puedo ponerle nombre, pero, aquí el problema, amor: tampoco puedo hacer algo acertado para verte feliz, porque la verdad es que no sé cómo llenarte de plenitud en estos días tan ataviados de pasiones desordenadas. Quiero organizarme, dirías sin mirarme, y yo no entendería, de nuevo no te entendería.
 Recuerdo cuando iba a la escuela— y tus ojitos perdidos intentarían ubicarse en aquella época tuya tan desconocida para mí.
— Quiero saber— te diría.
— Le decía a mi amiga que yo era una roca.
— ¿Una roca?
— Sin lágrimas, sin la capacidad de enamorarse o conmoverse o sufrir... simplemente una roca.
— ¿Y eras feliz así?
— No lo sé.
   Mi amor, quisiera poder entender tu vida, que en ella no hubiera para mí secretos o misterios, quisiera que hubieras sido para mí el libro más abierto y mejor escrito del mundo, tan solo para poder leerte sin sentirme tan decepcionado y culpable tantas veces. Quisiera, amor, que no tuvieras que ser una roca y que enfrentaras la vida no siendo más que lo que siempre has sido: Una hermosa mujer joven y madura, con el don de la palabra, astuta, inteligente, bella... no una roca sin sentimientos, seca, tirada en el piso sin atención. Está bien, estoy bien así, dirías con una de esas carcajadas tuyas llenas de disgusto, no sé si para causar más frustración en mí o porque sinceramente no quieres que me moleste intentando entender la profundidad de tus sentimientos.
— ¿De verdad estás bien?
— Y si no lo estuviera, ¿que harías por mí?
   Y yo, desconocedor tuyo hasta la médula, sudando frío como un cobarde, le preguntaría a cada célula de mi cuerpo, a cada aliento, a cada latido: ¿qué puedo yo hacer por esta mujer que quiero tanto? ¿qué puedo ofrecerle? ¿qué puedo darle que la haga feliz? ¿qué hay en mis manos que necesiten las suyas?, todo tan solo para terminar diciendo:
— No lo sé.
   Y es que no lo sé, mi amor, no lo sé...
— Está bien— dirías de nuevo sonriendo con la tempestad precipitando sobre tus labios.
   Y yo sabría que la verdad es que nada está bien, que todo es un desastre, pero que, aún sabiendo lo que quieres, no podría yo darte lo que me pides, porque no sé quererte y mucho menos sé complacerte. Nunca he sabido... pero tú no eres una roca, amor, y eso es lo único certero para mí: No eres una roca, sino una mujer hermosa que me vuelve loco y, aún en la demencia, me hace sentir el hombre más lúcido solo por quererle.

A mí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario