sábado, 11 de septiembre de 2010

Que tanto nos parecemos.


Tú, que siempre te detienes a mirar, mas no a observar. Tú, que andas por la vida y sólo tocas, mas no sientes. Tú, que oyes, en vez de escuchar. Tú, que inhalas y no exhalas. Tú, que sólo quieres y no te detienes a pensar en el amar. A ti, que ver más allá se te complica, que parece que tus pupilas sólo viven en la oscuridad, tus manos en ausencia, tus sentidos en desuso. Tú, que no comprendes qué se siente besar, que todo lo ves como un gusto. Tú, eres ese mismo hombre indiferente, que no hallas las verdades en tus deseos, que te prohíbes apropósito el respirar y no admiras las fragancias, pero sí los olores. Tú, que te aseguro que no has sabido sentir la respiración de una mujer cerca de tu rostro o el aura del amor cerca de tu corazón. Tú, que envolviste tu alma en piedra para no dejar entrar a terceros. Tú, que tanto te pareces a mí.

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