lunes, 31 de enero de 2011

Cartas de amor.

"Difícilmente puedas creerme, te he dado razones para desconfiar de mí, te he mentido, te he celado y hecho enojar más de una vez. Créme que entendería si sólo le das la espalda a este mensaje y rehaces tu vida lejos de mí; no te guardaría rencor, porque cuando se ama, no existe la rabia ni la obsesión ni la venganza. Y, aunque no lo merezca, te pido que por favor, le dediques un minuto de tu tiempo a este papel.
Un hombre no debería ser llamado así cuando ha tenido la osadía de practicar la traición hacia la mujer que ama. No sabía lo que tenía hasta que actué sin pensar y te perdí en cuanto entendí que era un idiota. Podría haber retrocedido y ahorrarte el daño, podría haber pensado tan sólo un segundo en lo maravillosa que eres para mí, podría haber recordado que tus labios me esperaban en casa, que hasta ese punto aún era el hombre que podría besar tu cuello, pude ser el diario que hoy escribo para ti en forma de carta, pude ser esa primera impresión que captaste en mí. No hay excusas válidas para perdonar mi falta, mi olvido; olvidé que cada noche podía involucrarme en tu mirada, olvidé que tu fragancia no podría encontrarla en otra parte, pues era natural; olvidé que solía perderme cada noche en las ondulaciones de tu cabello y reposar allí en paz, olvidé tu sonrisa... Y no sabes cuánto me odio por eso. Me aborrezco. Me detesto. Fracasé en conservar el tesoro más grande que la vida me había dado como hombre: Una mujer de la cual ser amante, amigo, pareja. Quizá esté siendo egoísta al escribir esto, y use las palabras para canalizar mi propia decepción. Te Amo, y no hay cosa o persona en el mundo que pueda cambiar ese hecho.
Atentamente, éste "hombre" que Te Ama.
2 de febrero de 1968"

- ¿Recuerdas cuando me enviaste esta carta?- le pregunté. Él sacudió su cabello mojado y me dirigió una mirada dulce.

- ¿Esa que te escribí cuando estaba en Grecia?- dudó.

- No, la primera de todas.

Él rió con ganas.

- Tenía unos dieciocho o diecisiete años cuando te hice llegar ese escrito- recordó.

- Así es, fue nuestra primera pelea y tú te encargaste de convertirla en un...

- ¿Drama? ¿Trágico final? Sí, era muy dramático entonces- lo vi sentarse sobre nuestra cama con cierto ademán nostálgico o afligido.

- ¿Qué sucede, amor?- le pregunté, acercándomele y dejando la antigua carta sobre la mesa de noche.

Él subió la mirada, me estrechó contra su cuerpo, acarició mi cabello y besó levemente mi cuello.

- Sólo que Te Amo- dijo.

- Te Amo- le correspondí.

Y reí junto a él recordando su adolescencia y las cientos de cartas que me escribió para cada ocasión.

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