miércoles, 9 de febrero de 2011

Él.


Él tiene mi corazón en la palma de sus manos, él es un sol al llegar a mi lado, yo no lo amo y él no me ama. Ese hombre ha librado una batalla en contra de mi orgullo, insatisfecho luego de acabar con mi libertad; él se mantiene concentrado en mis movimientos y yo misma me dejo afectar por su intimidadora presencia. Él ha hecho inconsistentes mis deseos, me ha llevado varias veces lejos y me ha traído de regreso a la medianoche con un leve toque de su piel y la mía. ¿Qué no daría yo por compartir junto a él toda una noche? ¿Qué apostaría en un juego con tal y sea él el premio? ¿A qué cuerpo querría asemejarme para llamar su atención? Ese hombre tiene mi espíritu impregnado en todo el cuerpo, guarda mis trucos de seducción en una caja de cristal, sólo para ser él el único espectador, él no dice nada, sólo me observa, él no tiene simpleza en el arte de llamar mi atención. Ese hombre tiene mi corazón en la palma de sus manos, mi alma en la sangre que recorre caliente sus venas, mis sonrisas aparte para ser su disfrute nocturno, mis besos para disfrutarlos en cualquier momento. Este magnetismo que nos une no puede ser explicado por la química, esta es nuestra propia ciencia; es algo que va más allá de ser hombre y mujer, es algo que planea unirnos por siempre; es eso choque inestable de inseguridad y frenesí permanente, es lujuría, es pasión... Estar cerca de él es como un baile, él se mueve, yo me muevo, somos como imanes. Tiene un cuerpo envidiable.
Él no dice nada con palabras, sus ojos son la vista segura a sus intenciones y sé que quiere besarme, y sé que quiere resultar inevitable, tentativo. Ese hombre es mi misterio personal, pero sé que no quiere amarme, sé que no está dispuesto a compartirme con nadie.

Ese inexplicable magnetismo físico...
... ¿Quién puede entenderlo?

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