miércoles, 16 de febrero de 2011

La calle "Sin nombre".


Esa mañana vi amanecer, era como si el sol saliera por primera vez. La luna se había escondido como si le molestara aquel resplandor, y te vi allí, caminabas hacia mí y el sol parecía volver a esconderse para mí, tus ojos eran ocaso, tu boca el firmamento, tu silueta mi horizonte. Estaba parada en medio de la gente, ya no sabía por qué me encontraba en ese lugar y adónde pensaba ir; tampoco recuerdo el nombre de la calle, pero eso dejó de importarme en cuanto descubrí que me mirabas a mí de entre la multitud; yo sólo sé que estaba allí y que allí te conocí. Entiendo que, para ese entonces, era sólo una confesión de tus anhelos, una bonita vista, una fotografía de una chica que guardarías en tu bolsillo arrugada y luego perderías sin más ni menos; o al menos eso pensé, pues tú... tú te acercabas a mí cauteloso. Tú eras diferente, había algo en ti que llamaba mi atención. Hay algo en ti, hay algo en mí, no recuerdo por qué estoy aquí. Recuerdo ese mismo día, el sol se encondía y la noche ya llegaba: dos tazas de té en la ventana, tu mirada extraña y la vida girando entorno a la vista. Y te vi y tú me viste a mí. Una cerveza en la barra, un "Hola, ¿cómo estás?", "Yo bien, ¿y tú?". Eso nos unió, sencillo y sin dolor, en medio de una calle, cuyo nombre no recuerdo.

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