¿Cómo te va? Hombre de mil enredos, rutilante escenario de besos, recuerdos intactos del tiempo, inolvidable... mi hombre de mil enredos.
- Llegas tarde- te dije.
- Tarde y apurado- soltaste, yendo a la mesa de atrás y sacando tus libros de música.
- Tarde, apurado y poco detallista- murmuré para mí misma.
Luego de quince o veinte minutos, saltaste de tu silla como un exabrupto y te giraste hacia mí:
- ¡Te cortaste el cabello!
- Me halaga el hecho de que lo recordaras porque te lo dije ayer y no porque es obvio si te detienes sólo un segundo para observarme- solté sarcásticamente.
Eras todo un desastre y yo también por tu culpa.
- ¿No tenías hoy cita con el odontólogo?- te dije una vez que, por casualidad, nos encontramos en el curso.
- ¡Demonios! Lo había olvidado... Gracias, Aldana- y esa, sinceramente, fue la gota que revasó el vaso.
Me olvidé de ti el tiempo que duró el hecho de que otra "casualidad" nos sucediera... y sí, no fue en el curso, pues estábamos de vacaciones, tampoco en una fiesta de amigos en común y mucho menos en la calle comprando un helado.
Discúlpame, pero aún no creo que me hayas ido a visitar en mi casa.
- ¿Qué rayos haces aquí?- te pregunté en cuanto te vi asomado tras las cercas de mi casa.
- Por Dios, Alana, perdóname, no sé que hice ese día. Yo no...
- ¡A buena hora te viniste a acordar de mi nombre!- y te cerré la puerta en la cara.
"Los hombres no aprenden... ellos simplemente NO APRENDEN."- mascullaba mientras arrastraba mis pies hasta mi cuarto y me las desquitaba con la inocente puerta de madera.
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