viernes, 30 de diciembre de 2011

Empiezo a sentir la diferencia.

     Ya empiezo a sentir la diferencia, y viene escondida en suaves brisas de viento frío, en sonrisas de un amor del pasado, en lágrimas que deja un fuerte golpe de la vida. Ya veo que he dejado atrás mil cosas y, mientras las recuerdo, puedo sentir como si me empujaran al lado oscuro de la nostalgia, para sentirla, para recibir al nuevo año entre historias antiguas y anécdotas de meses pasados.
     Ya empiezo a sentir la diferencia, dejé varias cartas escritas sobre las almohadas de la gente que amo, con la esperanza de que al leerlas, al menos una lágrima de añoranza se atreva a rodar por alguna que otra mejilla. Siento el rubor en mi cara, que anuncia cuán enamorada me siento de la escena que experimento... pero entonces sólo prefiero esconderme en algún rincón, hablar con la pared, mirar mi reloj y ver que restan tan sólo un par de minutos para ver partir mis dolencias, mis temores, mis "No puedo hacerlo".
     Ya empiezo a sentir la diferencia, viene convertida en lágrimas brillantes como un diamante, en esperanza fuerte como una roca, en abrazos infinitos como la fe misma. Empiezo entonces a recordar de nuevo, me quedo un segundo en silencio y miro a mi alrededor. Quisiera estar siempre así, rodeada de la gente que amo y me ama, rodeada de un exquisito sabor a unión familiar, rodeada de la dulzura inexistente que habita en el aire, de ese sentimiento agridulce que me deja el hacer memoria. Y me doy cuenta de que no deberían ser "Feliz año" las palabras correctas para empezar esta nueva etapa, sino más bien "Gracias, Papá Dios, gracias".

No hay comentarios:

Publicar un comentario