martes, 6 de diciembre de 2011

Palabras ocultas.

     

       Ya no me resulta efectivo intentar esconderme bajo la sombra de mi falsa indiferencia, si entre líneas siempre encuentro oculto tu nombre y tu presencia, como algo por lo cual lucho cada día para deshacerme de él y así, con su inocente naturaleza, revolotea de nuevo hasta mí, dejándome sin ganas de volverlo a intentar y haciéndome enormemente feliz. Como un secreto, como un susurro que lleva por nombre tu nombre y va dirigido a nadie exactamente... Por muchas razones, ya no me quedan fuerzas para articular otro adiós, falso e indefenso, desganado y entre dientes, y me pregunto: ¿cuándo estaré hablando en serio? Si ni yo misma entiendo cuándo miento o cuándo digo la verdad, y es que he aprendido a darle tan poco significado a las palabras, que las uso como vanas formas de comunicación, creyendo que, diga lo que diga, las personas a mi alrededor siempre harán lo que se les venga en gana. Como tú, que aún cuando me comunico contigo, hablándole al lóbulo de tu oído, esparciendo mi aliento en tu mejilla, muy cerca de lo prohibido y lo prohibido eres tú, tú pareces no entenderme, y es allí cuando entiendo qué vagas pueden llegar a sonar mis oraciones si son emitidas con un agudo silencio interno, si al decirlas, esperas no ser escuchada y tu cuerpo se detiene en espera de que todas las mentiras sean capacez de construir una verdad absoluta, esa que no podrá decirse, pero que va oculta en mi mirada al decirte de nuevo adiós. Y justamente será adiós la palabra equivocada para la ocasión, y es que tiende a estar fuera de lugar cuando lo que de verdad quieres decir es: Quédate junto a mí.

1 comentario: