martes, 24 de enero de 2012

Caída lenta.

  

  He vuelto a caer.
  El reloj sigue corriendo y no dejo de pensar: "Quiero largarme de aquí. Quiero irme de este lugar. Quiero poder ignorarlo".
  ¿Y qué recibo? Una respuesta inmediata de mi corazón, que entre gritos me dice: "Irte no servirá de nada".
  Me mantengo en el más oscuro rincón, procurando no ser descubierta, pidiéndole al cielo no ser delatada por mis pupilas, esas que estoy conciente de que no paran de brillar, esas que sin remordimiento se posan sobre su silueta, esas que se dilatan apenas suena su voz en la sala, esas que se deleitan con su presencia.
   Entonces sólo sonrío. Sonrío de la manera más falsa, esquivo la mirada y, apenas hago eso, estalla un cosquilleo en mi garganta, que quiere hablar, que siente el tráfico de conjeturas, que se siente seca con tan sólo pensar en una respuesta para él.
   En cambio... tan sólo quedo en silencio, un silencio que se manifiesta únicamente en el exterior y mientras eso pasa, siento mi interior calentarse, abarrotarse de llamados de atención, de culpas, de insultos personales, de vómitos verbales, de pésimas miradas, de profundas rabias, y me veo deslizarme suavemente por la pared, me imagino en el suelo, rogándole a tus pies...
   ... y mientras pienso en esa trágica escena, vuelvo a sonreír y él vuelve a reír.
   Creo que está enamorado de mí, pero sé que no es así.
   "¡Qué triste!", me digo y rápidamente mi corazón ataca con un: "Lucha por que sea como tú lo crees".
   Siento ganas de arracarme el corazón, mirarlo directamente y escupirle: "¡Ya deja las cursilerías, ese hombre jamás se fijaría en mí!"
   Casi dejo de sentir.
   Casi por un segundo dejo las falsedades, casi por un pestañeo de ojos siento cómo mi interior logra silenciarse y por ese mágico momento, tú me miras y yo te miro...
   ... siento mi abdomen tensarse...
   ... y sin poder evitarlo, vuelvo a usar mi sonrisa falsa, y el ciclo empieza de nuevo.
   Ese hombre debe creer que soy muy rara. Sonrío todo el tiempo, la lengua se me enreda, mi cuerpo se congela.
   "Es porque estás enamorada", susurra mi corazón, ahora temeroso de mis amenazas.
   Sí, es porque estoy enamorada...
   ... pero ese hombre jamás se fijaría en mí. Jamás.
  

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