viernes, 3 de agosto de 2012

Esto es entre mi dolor y yo.

    Entre triste y monótona, hoy sucumbo al silencio del alma. La soledad poco a poco va consumiendo mi espíritu y a veces me siento que decaigo un poco, mientras que la superficie luce cada vez más lejana. El fondo, ese lugar vacío y lúgubre, luce más cercano a mí, más familiar, como si de repente y sin planes previos, hubiera yo decidido habitar allí. He aprendido a disfrazar tan bien mi tristeza, que para todos aquellos que me rodean es insospechada e inexistente, y de nuevo río ante el dolor de la ironía que me recuerda que, mientras para ellos hay luz en mi sonrisa, para mí hay dolor en ella, además de una aguda falsedad que he ido perfeccionando con el tiempo.
  No me gusta la lástima, y aunque escondamos tal sentimiento con comprensión y benevolencia, soy de esas personas que la percibe como algo que no puede ser ocultado. Por ello, hoy derramo lágrimas fugaces en silencio, cuidando que nadie entre por mi puerta sin antes tocar y me descubra sumida a mitad del vacío, con el rostro empapado, las manos agrietadas, los ojos hinchados y miles de dolencias más. De igual forma no creo que esa persona, sea quien sea, se percate de mi estado, pues parece no importarles nada que a mí afecte.
    Hoy por hoy, me refugio en la clandestinidad de cada escritor y hago uso de mis palabras para darle una causa a mi tristeza, y qué mejor causa que la que se deriva de la escritura real que brota de mis manos inexpertas, ¿qué mejor causa que la de escribir un buen diario con el dolor de una joven acostumbrada a la felicidad?

... lo único valioso de naturaleza perceptible 
que puede ser extraído
del dolor,
es un buen poema.

No hay comentarios:

Publicar un comentario