lunes, 27 de agosto de 2012

Me declaro culpable.

    La culpa se empeña en llegar a mí y afectar lo que hago, y yo quiero decirle: ¡Vete de aquí! ¡Vete bien lejos! Aún no me hagas sentir culpable por mis actos, aún no.
    Dame un mes, una semana, Dios sabe cuánto tiempo es necesario hasta que llegue la hora de despertar de mi sueño profundo. Sin dudas llegará ese instante en que mi ilusión, bravía, llena de coraje, tenga que sucumbir ante la realidad. Realidad que trae consigo culpa. Culpa que trae consigo un adiós.
    Por ahora, pretendo lo que un codicioso pretende. Aspiro vivir la más auténtica felicidad. Luego me molestaré con el daño que he hecho a los demás.
    ¿Debería yo de sentirme culpable aún y cuando gozo de la más exquisita felicidad? ¿Debería seguir siendo tan egoísta?
    No vuelvas. Una vez que te hayas ido, no vuelvas, culpa... y si es tu intención volver: ¡Vete de aquí! ¡Déjame ser feliz!

... aún y cuando mi felicidad sea toda una mentira.

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