domingo, 19 de agosto de 2012

Se me antoja tu mirada.

   

   En tus ojos veo grises y verdes, tempestades y días soleados. Allí, de manera casual, siempre encuentro respuesta a todo, sin preguntas, sin formalidades, sólo el ansia de encontrar tus pupilas, transparentes miradas eternas que me llenan el alma. Si tú supieras el poder que tu mirada tiene sobre mí, ya no valdría la pena luchar, sería en vano, todo mi cuerpo, todos mis sentimientos, hasta las acciones y mis propios sueños, todo pasaría a pertenecerle a tu mirada y a sus antojos. 
   ¡Ay! Pobre de mí si a tu mirada se le antoja desgarrarme el corazón, mentirme, ocultar cosas.
   ¡Ay! Pobre de mí, pobre de mi cuerpo si en él clavas la estaca de la traición.
  ¿Dejaría yo de soñarte siempre despierta? ¿Dejaría yo de soñarte cada vez que se me da la oportunidad? ¿Dejaría mi cuerpo de emitir gritos silenciosos al espíritu tuyo para ver si de reojo lanzas una mirada para mí, que estoy sedienta de ella?
  En tus ojos encuentro caminos insospechados, ríos, lagos, mares, océanos, castillos flotantes. En tus ojos encuentro picardía, malicia, la simpleza de gestos, el brillo de lo impensable. En tus ojos encuentro mil historias que no has contado, todas ellas sin finales, escritas por ángeles, sobre papel rutilante.
   ¡Ay! Si tú supieras el daño que me hace no mirarte, en las noches extrañarte, lentamente muriendo en mi habitación, recordando el sonido, la imagen, el minuto exacto en el que decides, con tanta ternura y sin darle mucha importancia, regalarme una mirada de esas, tan tuyas, que me colman de antojos y a punta de antojos me van acabando...

... ¿sabes qué? 
De hecho se me viene antojando hace ya unos minutos tu deliciosa mirada.

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