martes, 26 de marzo de 2013

¿Cómo estará José?

   No es que no tenga nada que decir, es que hay muchas cosas de las cuales podemos conversar, hoy, mañana, pasado, cuando tú quieras. El hecho es que no quiero que pienses que me hago la interesante, o que no quiero saber de ti, de hecho, cada mañana al despertar, cuando alzo mi cobija y pongo ambos pies sobre el piso helado, siempre, siempre me pregunto: ¿cómo estará José? Y de nuevo me ataca la rutina, y empieza mi día, el ajetreo de la Universidad, el ansia por llegar a casa, mi irremediable deseo por volver a la cama y descansar mi cabeza tan cargada de estrés. En mi casa me llaman la peleona, y empiezo a pensar que tienen razón. A veces hasta peleo conmigo misma, y últimamente se me ha estado dando muy bien eso de rechazar las sonrisas... y la pregunta sigue rondándome los pensamientos al llegar la noche: ¿cómo estará José? Ha de estar muy bien, de seguro que sí, aunque quizás siga esperando que le diga algo, que use las palabras que no suelo usar para mí sino para los demás, que, de alguna forma, le demuestre que no sólo soy esa muchacha tan reservada que él conoce y que, de hecho, lo que me dijo... lo que me dijo fue hermoso.
   ¿Cómo estará José? De seguro en su trabajo, de seguro en casa leyendo un libro, escuchando música en la cama, o quizás, sólo quizás, esperando que yo le diga algo.
   Con respecto a eso: Gracias. Yo también te quiero. No he dejado de pensar en esa imaginaria espera tuya por mí. A veces creo que me invento esa fulana necesidad tuya por hablar conmigo, y creo que eso es lo que me vuelve quien soy contigo... pero no importa. De verdad no importa nada de eso. Si alguien te envía algo tan bonito y tú lo lees tres veces, bueno, eso debe ser muy bueno. Debe serlo, ¡claro que sí!
En fin, ¿cómo estás José?

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