¿De qué vale un hombre que le
tenga pánico a las rutas del autobús?, o que, como estuvo la mitad de su vida
pagando por ropas de marca, ya no sepa ni qué pasa en su país. ¿De que vale un
hombre que me mire de arriba abajo y me desapruebe porque tengo unos kilitos de
más o porque no me maquillé en la mañana?, mas aún, ¿de qué sirve el hombre que
sólo sabe de lujos y no es capaz de poner un bombillo?, ese hombre, a mi
parecer, no vale nada…
Los he visto, hijitos de papá
y mamá, que cuando les nombras las palabras “transporte público” arrugan la
cara y aprietan las llaves de sus costosos autos dentro del bolsillo de su
bermudas de cuadros, hijos de papi que le rezan al alcohol como a la biblia y
profesan o declaran o aseguran una supuesta superioridad ante los demás. Andan
por ahí, juzgando todo por las apariencias, menospreciando las aspiraciones de
sus semejantes, alardeando de sus logros (que, ¡coño!, son muchísimos) y te
miran, o no lo hacen, de hecho no, no te miran, como que les haces perder el
tiempo y qué tiempo, ¿el que gastas siendo un arrogante? No me vengas con
disparates, sino sabes qué es pasar trabajo, qué es caminarte todo el centro de
la ciudad, subirte a un carrito sin vergüenza de preguntar, si no sabes qué se
siente pasar sol, sudar el perfume caro, madrugar para ir a trabajar, pasar
hambre, si no sabes cómo es, si no lo has sentido, si en vez de ser productivo
andas coqueteando de más, manejando tu auto o yendo al mall con tus panas, si
no sabes cómo lavar tu ropa ni has leído un libro, si no entiendes que es mejor
la victoria cuando te partes la espalda, si no sabías eso, entonces ¿qué clase
de hombre has estado siendo? ¡Qué pérdida de tiempo! Y es por eso que no me
gustas, no me gustas por eso. NO ME GUSTAS NADA. Punto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario