miércoles, 25 de diciembre de 2013

La casa flotante.

  Por ser diciembre, quizás, deberías quedarte acá. No digo que no salgas de casa o te vayas manejando en tu camioneta, me refiero más a tu espíritu, dile que no vuele lejos de la casa flotante y se quede a pasar navidades.
  Deberías vivir esta vida y no aquella. Tú, deberías quererme solo a mí, siempre a mí.
  Disculpa si sueno egoísta, pero la casa flotante se me cae a pedazos a causa tuya y vaya que me he cansado de esconder bajo la alfombra mis certezas. 
  Ya las paredes se hacen polvo, el techo gravita sobre nuestras cabezas y el piso está lleno de los mil escombros que me dejan tus demonios para limpiar. Quédate aquí en la casa flotante y quiéreme solo a mí, siempre a mí.
  La casa se me hace otro de tus engaños y en ella clavo la estaca invisible de la indiferencia. Si tú supieras, mi caballero, que no es segura esta casa flotante que llamamos hogar, porque en cualquier momento puede derrumbarse sobre nuestros silencios y destruir hasta sus cimientos.
  Hoy levito junto a este montón de muebles viejos y te pido, una vez más, que, sino puedes traer de regreso mi casa de concreto, sólo sepas quererme a mí, siempre a mí. 

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