lunes, 4 de octubre de 2010

En la arena, nuestros pasos.

Dale un respiro a mi corazón, que ya no puede respirar entre tanta pasión. Me has sumergido cuerpo entero bajo las olas, alejándome de la orilla, elevándome al paraíso con cada uno de tus besos... y las caricias ¡Ay! Al menos podré decir que conocí el paraíso terrenal, y, cuando me pregunten, diré: Presionada contra su cuerpo, acariciada por sus manos, besada por sus labios y amada por su corazón. Y daré la dirección: Aquella hermosa playa de aguas cristalinas, donde el sol quemaba nuestras mejillas y nuestros pasos se marcaban en la arena, nuestra arena.
Junto a tu piel tostada, con la vida queriendo ser eterna y el tiempo deteniéndose para los dos. Con las miradas que nos conectan y nos llevan al infinito. Con la arena entre los dedos de nuestros pies y la sábana brillante del sol sobre el agua iluminando cada amanecer. Junto al corte indefinido de esa escena, junto a las ganas de que nunca suceda.
Dejamos en la arena nuestros pasos, que se marcaron con cuidado, que se quebraron con el azote del viento y eso no lastimó nuestro amor.
En la arena, nuestros pasos. En la playa, nuestro amor. Bajo el sol, tus miradas y, en la arena, un largo camino para los dos.

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