miércoles, 10 de febrero de 2016

El sonido de mi risa.

   A veces lo veo muy callado y taciturno, sobretodo cuando no durmió bien, y adivino que está algo distraído y ausente, así que trato de despertarlo con el sonido de mi risa. Creo que a veces no solo funciona para él, sino también para mí, y empiezo a imaginar.
   Ya despierto, me gustaría decirle que una vez cada seis meses debería escaparse de su rutina mortal y que, si está dispuesto, yo podría ser su compañera de aventuras, la que lo abrazaría en la oscuridad, la que tomaría su mano al caminar, esa misma que le daría ánimos para enfrentar las consecuencias de su huida, la voz de la sabiduría, a veces una mala influencia. Yo le recordaría sonreír cuando las pocas horas de sueño le hicieren olvidar; y le diría que adoro su sinceridad, aunque ella me ponga a pensar.
   Yo nos regalaría una canción, me enamoraría como me da miedo, pero solo de él. Le contaría algunas cosas, le compartiría secretos, golpearía su hombro, buscaría su apoyo, yo le haría llevadera su rutina, le querría... yo le querría.



Y lo quise.

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