martes, 19 de abril de 2016

Frente al televisor.

   

   Dicen que del amor al odio hay un paso. Si a esas vamos, creo que me odiaste... aunque solo fuera un poco.
   Tú decías que yo era demasiado volátil y explosiva, que mi libertad te advertía, que eran mis manos inquietas, que quería volar, ir más allá... y sí, siempre busqué volar, ya fuera contigo o sin ti. La verdad no me apego a las personas. Confieso que no me apego a las personas.
   Tú siempre te quejabas, eras el típico hombre de negocios, el filósofo, el introvertido, el sencillo, el que se conformaba con un par de besos en el sofá, una cena rica, una conversación pueril... y yo, ¿yo qué era contigo? Tú decías que la sádica, la cruel, la independiente, tu escritora. Yo era tu escritora, la loca.
   Y era esa supuesta locura con la que me apuntabas la que me dejaba frente al televisor meditando en mis actos, un día tras otro, sin falta, sin saberme, sin ver nada más aparte de esa pantalla que me hipnotizaba a ratos y me perdía eternidades. Monótona, remolino de ansiedad. No me concentraba, hacía ruido afuera pero no me asomaba, estaba en la maldita zona de confort complaciéndote y tú solo recogías todo el silencio de las masas para concentrarlo en mí, que no hacía más que mirar la televisión, intentando adivinar tus acertijos y secretos. 
   ¿Qué pensará este hombre? Dios, ¿qué pasará por la cabeza de este hombre? A veces me preguntaba. Creo que no te conozco, a veces creo que no te conocí.
   Mil horas frente al televisor y nunca había nada allí, solo un abismo que ensordecía multitudes y acumulaba libros. Sí, ya no leía, solo veía la televisión, esperando que me ofrecieras algo, aunque fuera lo más absurdo y tonto, lo más insignificante, tan solo para apagar aquel aparato y volverme loca en tus labios...
   ... pero eras silencio, y en él morimos los dos. Silencio que aniquilaba, que saturaba, que segregaba. Eras el maldito rey del silencio. 
   Así que, finalmente, opté por emprender el vuelo sin ti, no porque no te quisiera a mí lado, sino porque callaste todas y cada una de las palabras que aspiraba oír mi corazón, y mira, mira que esperé por ti...

a ti, que ya no estás para mirar...

No hay comentarios:

Publicar un comentario