domingo, 18 de julio de 2010

Celos.

Las manos me empiezan a sudar frío, parece que mi nuca arde, el cuerpo entero se me llena de tensión. No puedo con tanto, no soporto las imágenes en mi cabeza, no puedo sostener las palabras que pudieron haberse intercambiado. ¡Me siento tan incómoda! Tan celosa, la envidia me carcome; es como un virus que se me desata en el corazón y corre hasta mi cerebro activando cada célula, enervando cada átomo de mi materia, prendiendo fuego en mis pupilas, dejándome en el exterior, donde todo luce peor. Me exasperas. No puedo evitar ponerme en su lugar, ese mismo hasta donde tus caricias le rozan la mejilla, la llevan al paraíso, y a mí me volvían loca. No puedo, sino sólo querer ser ella, que aunque tanto la odio quiero ser idéntica a ella; en cuanto la llames quiero ser quien responda, cuando la mires, quiero ser quien te mire, al mismo momento en que la beses, quiero ser yo quien lo haga. Pero no puedo, sino sólo quedarme en el exterior, donde todo luce peor, donde sólo soy yo, sin ti, con celos, con envidia, codiciándote, queriendo ser alguien a quien odio tanto.

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