domingo, 26 de junio de 2011

Siempre estás allí.

        Al mirar a mi costado, como muestra regular de inquietud, siempre me encuentro contigo, y desde que éramos unas niñas, me he ido acostumbrando a esa maravillosa sorpresa, porque tú siempre estás allí:

        En cada anécdota inocente de nuestra niñez, en cada carcajada suelta en casa, en el medio de una pelea, conservando la calma, en cada canto improvisado, en las travesuras que hacíamos alrededor de nuestra casa, cuando jugaba a la secretaria y tú eras mi cliente.
Y sigues junto a mí, hermana, siendo más de lo que merezco; entendiéndome a la perfección, siendo el llanto que alivia el mío, dándome golpecitos en la espalda, aconsejándome, queriéndome... mientras te concentras en ganar y a veces mandas a callar a los demás, mientras, con tu naturalidad, envuelves a todo tu mundo, y quizá nuestro sueño sea compartir un escenario, pero tú lo haces mejor que yo, mientras miras una de esas películas románticas que tanto te ilusionan y jugueteas sin sentido conmigo, haciendo bromas, riendo con tu risa tan característica, haciéndome reír a mí misma, sentándote a mi lado...

... y es allí cuando de nuevo me encuentro contigo, ¿qué más puedo pedir, hermana? Si te tengo a ti, vestida de rosa, con el cabello sujeto y los lentes bien puestos.

Dedicado a una de las personas más importantes en mi vida: Mi hermana Angelica P.
Ya que vivir con ella es como hacer una película cómica, diariamente.
Lo que te quiero es... MUCHO.

No hay comentarios:

Publicar un comentario