martes, 13 de marzo de 2012

Peligroso vicio.

    Tú sigues jugando el juego peligroso del amor... y yo sigo en la búsqueda implacable de sus trampas y sus acertijos. Nada es lo que parece cuando se trata de nosotros, ni las sonrisas, ni las lágrimas, ni las heridas, que aunque arden, te mantienen viva. Entonces, es cuando recuerdo que te tengo a ti y lanzo una mirada fugaz hacia mis espaldas, tan sólo veo un par de copas y un hombre que me invita a acompañarlo, y me pregunto: ¿Por qué eres tan vicioso? ¿Y por qué me arrastras a tus vicios?
    ¡Felicidades! Has conseguido a la muchacha buena, la que no sale de casa, a la que le va mejor cocinando un delicioso plato, que de fiesta con sus amigos, conseguiste a la muchacha inocente, la "hija de papi y mami", la inexperta, la que no le gusta mentir, la que no ha dado su primer beso de amor...
    Pero, ¿y ahora qué? Cuando giro y me encuentro contigo, ¿qué? Si allá afuera el sol ya se escondió y la luna se filtra entre las densas nubes grisáceas, y sólo estamos tú y yo, también el tenso ambiente, también la música de fondo en inglés, también el trago que me invitas y la maravillosa tentación que me incita a aceptarlo, sobretodo tu mirada parda, tu sonrisa bellaca. Pero, si sólo somos tú y yo, ¿por qué debería negarme? ¿Qué podría hacerme el "chico malo" cuando me pose frente a él y lo enfrente?
    Siento que no es válido decir que no, esa no sería la respuesta correcta, pero tampoco la sería darte un sí apresurado, un sí desmedido y poco analizado; sería mejor caminar hacia ti, ignorar la segunda copa en tu mano, tomar la botella de vino y beber un trago, uno largo y ardiente.
    Ya sabes, desprenderme del pasado, de mi inocencia y sus estragos.

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