Leyendo tu carta me puedo enamorar una vez
y otra más.
Arrancarle mil suspiros al tiempo
y aún así quedar insatisfecha.
Puedo también sobrevolar tu silueta
esbelta, perfecta,
divina.
Y tu carta seguirá allí,
en la nada, siendo todo
trayéndote hasta mí,
como un fantasma, como una presencia,
casi una sensación.
La más bella y maravillosa,
la más complaciente
la más placentera de todas
y todos
será precisamente ella:
Tu presencia.
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