lunes, 21 de mayo de 2012

Déjame, de vez en cuando.

     Al amor en todas sus presentaciones, lo festejo. A las personas que lo sienten, respeto. A ti, que vienes y vas, que no me aseguras nada; a ti, hombre volátil e inestable, de promesas pasajeras; a ti te debo mi festejo, a ti este respeto tan mío... y a ella, de vez en cuando también la respeto, mas no la festejo.
     Déjame participar de tus historias, ser tu oyente, de vez en cuando un hablante. Déjame, siquiera, hacer un cameo en tu corazón, una visita vespertina o echar un sin fin de miradas en tu interior. No me importa que otra sea tu protagonista, mientras pueda deleitarme con el uso que le das a ese amor. No importa que enamores a otra cada noche, sobre la luna, sentados en un par de sillas, respirando ambos ese ambiente sin oxígeno. Al demonio si tu papel es el de un conquistador y el mío el de la mujer cuyo nombre el lector no recuerda y el escritor olvidó.
     Déjame ser quien te aconseje, el hombro en el que lloras, el nombre al que acudes. 
     Con un beso de por medio, ser "la otra" de vez en cuando. Quizá también con un abrazo. Pero jamás con la entrega total e infinita.
     Déjame llorar los días que me toque hacerlo y no permitas que, una vez más, ese beso se retrase. 
     Al amor lo festejo y respeto. A ti, te festejo y respeto.
     A ella, la respeto, porque es un usuario más, como yo, como tú, como quien lee esto.
   Déjame serte útil de vez en cuando. Regálame un sueño, y, en mi senectud, sé un bello recuerdo... sentado a mi lado o borroso en las experiencias de una juventud tumultuosa.
     Déjame prometerle algo, a quien, por razones misteriosas, no cumple.
     Déjame serle fiel a un infiel.


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